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martes, julio 02, 2013

Libros / Argentina: Un viaje al centro del mundo editorial chino

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Libros chinos. (Foto: Archivo)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 2 de julio de 2013. (RanchoNEWS).- A un congreso de escritores en México, cuenta el escritor español Vila Matas en una entrevista, asiste una comitiva china integrada por un novelista, su traductor y un tercer personaje presentado como poeta, pero cuya apariencia hace sospechar a los demás que se trata de un comisario político. Cuando le preguntan acerca de qué tratan sus libros, el novelista chino, que un rato antes los ha sorprendido con el dato astronómico de las cifras de ventas, se queda dudando un instante y luego responde crípticamente, traductor mediante: tratan acerca del color azul. La historia, sea verdadera o inventada, juega con el misterio y el desconocimiento que rodea a la literatura china y su mercado editorial, un sistema dinámico y en plena transición, caracterizado por una compleja interrelación entre actores privados y estatales, escribe Miguel Ángel Petrecca (*) para la revista Ñ.

Cao Kou es un narrador de poco más de 30 años, de la ciudad Nanjing, que este año acaba de publicar su tercer libro de narrativa. Como muchos autores de su generación, su carrera comenzó en internet, en donde fue haciéndose conocido y terminó por llamar la atención de los editores. Antes de convertirse en un escritor freelance, Cao Kou trabajó durante casi diez años como profesor de lengua en una secundaria rural del área de Nanjing y luego, cuando decidió dedicarse a la literatura, comenzó a escribir para un diario y a colaborar como editor en una «Empresa de libros». «Empresas de libros» es uno de los tantos nombres que pueden tomar en China las editoriales privadas. Puesto que las estatales son las únicas legalmente habilitadas para tramitar un ISBN y por ende para editar libros, las editoriales privadas, llamadas también «el segundo canal», sólo pueden existir bajo la condición de asociarse con alguna de las 581 editoriales oficialmente registradas. Bajo el nombre de «empresa de libros», «club cultural» u otro similar, realizan todas las actividades propias de una editorial (la elección de autores, diseño de colección y de libro, corrección, etc.), pero lo que el lector ve en la tapa del libro es el nombre de su socio estatal.


Un caso de las llamadas editoriales de «canal alternativo» es la Chu Chen Cultura, una editorial con base en Pekín. Su fundador, Chu Chen, es un periodista que fue adquiriendo contactos durante sus años de trabajo en los medios gráficos y televisivos, y que en el 2000, como fruto de esos contactos, terminó fundando en Nanjing la empresa Nanjing Maitian Wenhua. Su empresa actuaba como editora en las sombras de varias de las colecciones de una editorial estatal de la provincia de Henan, pero luego de un par de años la colaboración se cortó abruptamente debido a un cambio de autoridades, y Chu Chen decidió mudarse a Pekín. Empezó a colaborar con otra editorial estatal, diseñando y editando varias colecciones, aunque siempre con la insatisfacción de que su trabajo como editor permanecía invisibilizado ante los lectores. Finalmente, en 2009 volvió a cambiar de socio estatal y a refundar su empresa, a la que rebautizó como Chu Chen Wenhua (Chu Chen Cultura).

La mezcla de volatilidad y constancia que se observa en la biografía profesional de Chu Chen es típica de muchos editores del sector privado. Sus editoriales son las responsables de algunos de los catálogos más arriesgados, pero también de la mayor parte de la literatura más comercial que empezó a aparecer en la década del 90. Las editoriales del Estado, por su parte, aunque en términos generales más conservadoras o cautas, también han contribuido en muchos casos a ampliar el panorama literario. Fue una editorial estatal de Yunnan, una provincia del sur de China, la que por la década del 80 lanzó una colección de autores de Latinoamérica que dio comienzo a un pequeño «furor latinoamericano».

Censura y retromanía

Aún sin entender palabra de lo que se escucha, un zapping de canales de televisión puede llevar rápidamente a la conclusión de que en China hay un nivel importante de retromanía. La cantidad de telenovelas históricas es sorprendente: desde las múltiples historias ambientadas en tal o cual dinastía, hasta el amplio repertorio del ciclo revolucionario que arranca con el derrocamiento de los manchúes en 1911 y llega hasta la fundación de la República en 1949. Es una retromanía, sin embargo, que excluye premeditadamente buena parte del pasado más reciente: la Revolución Cultural, el movimiento democrático de 1976, o los incidentes de la plaza Tiananmen en 1989. Aunque la literatura goza de mayor libertad que la televisión y el cine, los límites existen, para el tratamiento ya sea de estos o de otros temas sensibles como la religión y el sexo; cuando los límites se sobrepasan, puede haber consecuencias.

Lo más habitual, sin embargo, es que sea la misma editorial la que ejercite, interiormente, la autocensura, a partir de una evaluación de esos límites. En una «editorial privada», esta evaluación va a surgir de la interacción entre el editor-fantasma y el editor estatal o «lingdao» (jefe). Las «editoriales privadas» son, también, las que empujan esos límites, pues a diferencia de las estatales, que cuentan con un presupuesto y con la meta de vender una cuota de libros, las privadas están frecuentemente dispuestas a arriesgarse en pos del rédito económico. El riesgo es concreto, pues la prohibición puede incluir, aparte de la confiscación de los libros, la aplicación de una multa que duplique las ganancias obtenidas y el cierre de la editorial.

Como suele pasar, en muchos casos la prohibición del libro no sólo no impide su circulación sino que incluso la favorece. Un caso paradigmático es el de la novela La capital abandonada, de Jia Pingwa, un escritor de Xi’an. Publicada en 1993 por la Beijing Chubanshe, la novela fue un éxito inmediato, en gran parte debido a su contenido sexual, y pese a que este había sido parcialmente expurgado por la editorial. Antes de fin de año la novela ya había vendido casi un millón de ejemplares y el gobierno decidió prohibirla y retirar los ejemplares de circulación. Pero el libro no dejó de circular por eso. Las ediciones y reimpresiones piratas podían conseguirse fácilmente en los puestos ambulantes y librerías de saldo.

Aparte de las editoriales oficiales o semioficiales, y de la circulación fantasmal de parte de sus libros en forma de ediciones piratas, hay otro tipo de libros y emprendimientos que se encuentran directamente afuera del sistema. Se trata de los libros y revistas «minjian», es decir, aquellos realizados totalmente por actores privados, sin fin comercial ni cooperación con el estado.

Las publicaciones minjian, que no suelen pasar de los 400 o 500 ejemplares, fueron tradicionalmente el canal de circulación de la poesía, a partir de mediados de la década del 70, pero también la narrativa utiliza este medio para dar a conocer autores nuevos. El primer libro de Cao Kou, un volumen de unas cuatrocientas páginas, bien encuadernado e impreso, con el título de Los cuentos completos de Cao Kou, fue editado por una editorial minjian. Sacaron 200 ejemplares, que fueron vendidos a conocidos o a través de internet.

Entre lo minjian y lo oficial hay oposición pero también, cada vez más, canales de comunicación. Gu Gang es un poeta y narrador nacido en Shanghai, que trabaja en una editorial del Estado. A pesar de trabajar dentro un espacio oficial, Gu Gang tiene una identidad más ligada a lo minjian, y se encarga desde hace años, junto con un amigo, de la edición de una revista-libro que circula de mano en mano entre escritores. En el 2005, un funcionario del Departamento de Publicaciones de Shanghai los citó a su oficina para decirles que lo que estaban haciendo era ilegal y les exigió el pago de una multa de 30.000 rmb (alrededor de US$ 5.000), una suma equivalente a lo que puede costar la compra de un ISBN. Gu Gang y su amigo se negaron, y finalmente las amenazas del funcionario quedaron en la nada.

Asociacón de escritores

Hasta la década del 80, la opción principal para quienes querían dedicarse a escribir profesionalmente era pertenecer a la Asociación de Escritores, el organismo que se dedicaba a reclutar, encuadrar y sostener económicamente a los escritores. Esta situación cambió rápidamente en los años siguientes, con la introducción de la economía de mercado que permitió el surgimiento de una figura distinta de escritor profesional, ya no dependiente del Estado sino de la venta de sus libros, pero también debido al veloz achicamiento presupuestario de la Asociación de Escritores, que dejó de ejercer muchas de sus funciones tradicionales. A pesar de esto, la Asociación continuó cumpliendo un rol importante dentro del Estado, y muchos de los escritores más exitosos en términos de venta y de crítica, como Mo Yan, Jia Pingwa o Wang Anyi, ocupan cargos altos en la estructura burocrática.

El término «Asociación de Escritores» puede traer reminiscencias de asociaciones similares que existen en otros países, como por ejemplo la SADE en Argentina, y en algún punto tiene elementos en común. La diferencia fundamental es que la Asociación de Escritores se inserta dentro del marco del Estado y constituye una de las herramientas de la política cultural del gobierno. Una de las funciones principales es la de repartir prebendas y jerarquías dentro del sistema literario, a través de los premios literarios y otros incentivos. Los dos premios más importantes de China son otorgados por la Asociación de Escritores. El Mao Dun, el más antiguo de los dos premios, había sido otorgado a Mo Yan en 2011, justo un año antes de que recibiera el Nobel.

También en lo que respecta a la promoción de la literatura china en el exterior, algunos escritores se quejan de que un autor que no pertenece a la Asociación de Escritores se encuentra en desventaja con respecto a sus colegas miembros de la Asociación, aunque la queja suena, en parte, algo desactualizada: en el catálogo de autores de China Book International, un organismo que se dedica a promover la traducción y publicación de literatura china en el exterior, conviven escritores oficiales y no oficiales. Una señal de que los tiempos están cambiando.

(*) El autor de esta nota, especialista en cultura china, viajó al país milenario para entender cómo funciona este mercado del libro inmenso, signado por subsidios, proyectos alternativos y un estado fuerte.

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