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El escritor cubano Leonardo Padura y Petros Márkaris. (Foto: Daniel Mordzinski)
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iudad Juárez, Chihuahua. 5 de julio de 2013. (RanchoNEWS).- El cubano Leonardo Padura y el griego Petros Márkaris son dos autores indiscutibles en el Grand Slam de los festivales literarios. Antes de volar a la Semana Negra de Gijón han echado una partida de tavli, el backgammon griego, tras clausurar mano a mano la quinta edición del LEA en el Instituto Cervantes de Atenas. En septiembre aparecerá la octava novela de sus respectivos detectives: Mario Conde (Herejes) y Kostas Jaritos (Pan, educación, libertad), ambas en Tusquets. Dos octaedros narrativos que explican veinte años y muchas maneras de combinar palabras como novela y crisis. Una nota de Víctor Andresco para El País:
Esta partida de tavli, el pasatiempo preferido de los griegos, se juega en el corazón de Atenas, una ciudad fracturada por la inestabilidad económica y política. El anfitrión vive en una calle peatonal y arbolada de Kipseli, un barrio tradicional de la clase media que en los últimos años ha visto llegar a muchos inmigrantes de Asia y África. Si Petros Márkaris (Estambul, 1937) disecciona sin piedad la situación económica y anímica de esta Grecia en continuo cambio, Leonardo Padura (La Habana, 1955) lleva dos décadas utilizando sus mariocondes para contar qué pasa en Cuba cuando parece que no pasa nada y ambos han convertido a sus investigadores en los preferidos de muchos miles de lectores en docenas de lenguas.
Literatura, economía, gastronomía, historia, política y corrupción mueven las fichas a toda velocidad. Diez años después de su muerte en Bangkok, la poderosa sombra de Manuel Vázquez Montalbán protege a ambos novelistas del asfixiante verano en la capital griega.
Leonardo Padura. Pepe Carvalho está en el origen de todo el ciclo de Mario Conde. El primer libro que yo compré en España, en 1988, fue El balneario y después Tatuaje. Y ahí comprendí que había un camino diferente para contar la realidad. Así nació mi protagonista; sin Carvalho no existiría. Para mí fue una verdadera revelación.
Petros Márkaris. Totalmente de acuerdo. Vázquez Montalbán fue además el creador de una ciudad, la Barcelona de Carvalho, llena de lugares que existen de verdad. El restaurante Casa Leopoldo forma parte de sus novelas y de la realidad, una maravilla. La grandeza del género negro radica en eso: es necesariamente urbano y sin él no se entienden las ciudades.
L. P. Cuando llegamos hace unos días a Atenas le dije a mi esposa: «Aquí está pasando algo muy raro, Lucía». Y luego supe que falta un millón de autos de los que ya se han ido de vacaciones. Pero la verdadera Atenas yo la conozco de antes por los exabruptos de Jaritos cuando va de atasco en atasco en su viejo Mirafiori. Hoy la novela negra ya es imprescindible para conocer una ciudad.
P. M. Además, los lectores del Mediterráneo y de América Latina compartimos una manera de ver el mundo, una sensibilidad que nos hermana y que no tiene nada que ver con la realidad del norte, o con los escandinavos, ahora tan de moda. ¿Adónde van esos autores que necesitan 800 páginas para contar algo que se explica en 300? Yo a Stieg Larsson, sintiéndolo mucho, no lo puedo leer. Es que no me interesan las historias contadas por detectives que no duermen lo suficiente, comen mal y nunca practican sexo. ¿Cómo van a resolver bien un misterio si no hacen bien esas tres cosas?
Algunos autores no salen demasiado bien parados en la charla. La palabra trampa se escurre entre los triángulos del tavli...
L. P. Creo que no hay ningún renovador del género en el panorama anglosajón. Me leí con verdadero gusto una historia sobre el narcotráfico en México, El poder del perro, de Don Winslow, una excelente novela a la que habría que arrancar las últimas 25 páginas, porque todo se resuelve exactamente como en una película de Hollywood. Esa incapacidad de generar una mirada nueva convierte este tipo de literatura en conservadora frente a la que hacemos en nuestros países.
P. M. A mí no me dice nada. Prefiero leer tus novelas, o las de Paco Ignacio Taibo II. Lo que cuentan me resulta familiar, creíble, convincente. No puedo decir lo mismo de Jo Nesbo.
Las siete entregas de Jaritos y Conde publicadas hasta la fecha comparten una economía de medios y un humor más cercanos a Hemingway o a Sciascia que a los clásicos del género negrocriminal. El tablero refleja cierta simetría entre Cuba y Grecia, dos países con diez millones de habitantes cada uno y periodos especiales a sus espaldas.
L. P. Con los esclavos llegaron a Cuba la religión y la música. La santería tiene un panteón casi idéntico al de los dioses griegos. En Máscaras (1997) ya utilicé el mito de Electra revisitado por la negritud, como hizo Virgilio Piñera en el teatro. Yo creo que hay una relación que corre por debajo de lo aparente y nos une…
P. M. …Porque somos habitantes de las periferias del mundo. Exacto. Compartimos cosas idénticas como el clima, el mar, y sobre todo una visión del mundo que guarda, necesariamente, una distancia, que conserva la perspectiva. Yo nunca he estado en Cuba –la conozco por libros como los tuyos– y no puedo afirmar que seamos países parecidos, pero sí sé que hablamos un mismo idioma porque compartimos los valores con los que interpretamos la realidad. Siempre que visito España me siento como en casa, percibo que no existe una barrera cultural para un griego.
L. P. Compartimos esa «visión periférica» y estamos hermanados por la cultura. Acabo de leer Viajes con Heródoto, de Kapuscinski. Interesantísimo. Una sucesión de capas de Historia en las que Grecia siempre reaparece, constantemente. La cultura griega es una forma continua de aprendizaje.
P. M. Ocurre como en la vida real. También para nosotros los griegos la cultura clásica, los famosos mitos griegos, tienen su peso. Y tenemos que hacer la digestión.
L. P. Ya me di cuenta en Liquidación final. ¿Te puedes creer que llegué a sentir un poco de pena al ver que acaban agarrando al Recaudador Nacional?
P. M. ¡Te creo! ¡Muchos lectores me dicen lo mismo! Me escriben indignados, argumentando que alguien que se dedica a matar a los que nos han llevado a esta crisis atroz «no puede ser tan malo». Estuve tentado de dejarlo escapar.
En la novela, Nasiotis, el asesino confeso de los defraudadores fiscales, termina diciendo: «El Estado griego es la única mafia del mundo que ha ido a la quiebra». Los dados vuelven a rodar. Padura y Márkaris no se van a enemistar por este juego. Saben que en situaciones de crisis gana siempre la banca. Les toca, para alegría de sus lectores, seguir escribiendo.
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