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«El objetivo primordial de la película era darle un momento de alegría al público», afirma Almodóvar. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 8 de agosto de 2013. (RanchoNEWS).- Con una estética que recuerda a sus primeros films, Los amantes pasajeros transcurre a bordo de un avión. «Es en tiempos como el que estamos viviendo en España cuando la gente más necesita huir por un rato de esa realidad agobiante, insoportable», afirma el cineasta en la entrevista de Etienne Barjot una traducción de Horacio Bernades para Página/12:
Decir que Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) era hasta ahora la última comedia de Almodóvar no es muy exacto. La última comedia brillante puede ser. Pero Kika (1993) era claramente una comedia. Fracturada, negra, grotesca, ruidosa y hasta feísta, pero comedia al fin. En cualquier caso, a partir de la siguiente, La flor de mi secreto (1995), Almodóvar fue rumbeando cada vez más resueltamente hacia el drama. Dramas que en un primer momento mantuvieron exabruptos, personajes o toques de comedia. Hasta que llegó un punto, más recientemente, en que todo elemento humorístico quedó erradicado. Eso sucedió desde La mala educación (2004), se aligeró en Volver (2006) y se redobló en las siguientes Los abrazos rotos (2009) y La piel que habito (2011). Películas cada vez más graves, cerradas y asfixiantes.
El año pasado, el cineasta español más famoso del mundo avisó que la próxima era una comedia hecha y derecha. Tras su exitoso estreno español e internacional, esa comedia, Los amantes pasajeros, ya está aquí, incluyendo en el elenco, por quinta vez (contando una breve escena de Qué he hecho yo para merecer esto y sin contar el cameo de Hable con ella), a su amiga y admirada Cecilia Roth. Aunque habría que ver si Los amantes pasajeros es una comedia tan hecha y derecha como Almodóvar se lo propuso. Es que a las intenciones iniciales de este sesentón (Almodóvar es del ’49) se les cruzó España, con su caída libre desde 2008. Mientras intentaba relajarse y gozar con esta historia que transcurre en las nubes (Los amantes pasajeros se desarrolla enteramente a bordo de un avión), este fiel lector del diario El País comenzó a encontrarse con las noticias sobre crisis económica, cierres, recortes y desempleo primero, escándalos económicos y financieros de todo tipo más tarde, que muestran al pescado hispano pudriéndose desde la cabeza.
Fue entonces que lo que quería ser una comedia sexual, como aquellas primeras de los ’80 (Pepi, Luci y Bom..., Laberinto de pasiones, Entre tinieblas) terminó saliéndole política, angustiada, llena de muerte. En la entrevista que sigue, el realizador de Todo sobre mi madre habla de todo ese proceso, del sentido que tiene hacer comedias cuando las cosas van mal, del sexo como último recurso antes de que el avión se caiga, de sus nostalgias de la «Movida» y de su actual condición de animal político.
Sus últimas películas se caracterizaron por el encierro, la gravedad de tono, la morbidez. ¿Estaba necesitando un cambio de aire?
Creo que sí, desde hace tiempo que venía con ganas de volver a la comedia. Pero, bueno, todo lleva su tiempo. Llegó un punto en que la idea ya estaba lo suficientemente madura y coincidió con un momento que creo que era el ideal.
¿A qué se refiere?
España está viviendo el peor momento desde la recuperación de la democracia, tanto en lo económico como en lo político y moral. Primero vino la crisis económica, gravísima, que dejó un reguero de despidos, baja de salarios, desocupación, desempleo juvenil y hasta suicidios. Después la crisis política, con el conservadurismo en el gobierno y un socialismo como atontado, sin poder presentar alternativas en la oposición. Finalmente, la crisis moral, que es en la que estamos ahora, con un escándalo tras otro, no sólo en el partido de gobierno sino también en el socialismo, y hasta rozando la propia monarquía, que hasta ahora era intocable.
No parece un panorama muy propicio para la comedia...
¡Todo lo contrario, es ideal! Es en tiempos como el que estamos viviendo en España cuando la gente más necesita huir por un rato de esa realidad agobiante, insoportable. La historia así lo demuestra: la edad de oro de la comedia norteamericana, sin ir más lejos, empezó inmediatamente después de la Gran Depresión de los ’30 y se extendió hasta los ’50, cuando Estados Unidos comenzó una era de estabilidad y desarrollo. En el medio, el nazismo, la Segunda Guerra, las secuelas de la guerra: todas circunstancias trágicas, que hacían que la gente quisiera ver a Cary Grant, Fred Astaire y Ginger Rogers en Technicolor.
Frente al panorama que pinta y del que es muy consciente, ¿no sentía, por el contrario, la responsabilidad artística de hablar de él?
Lo hice, pero en sentido metafórico. El objetivo primordial de la película era darle un momento de alegría al público, que saliera de la sala con un ánimo opuesto al que tenía al entrar. No tiene nada de malo. Todo lo contrario, me parece que es lo mejor que se puede hacer. Total, al día siguiente las tapas de los diarios van a volver a traer las mismas malas noticias de ayer. O peores...
Los amantes pasajeros recuerda sus primeras películas, las de los tiempos de «la Movida». ¿Fue una decisión consciente de su parte?
La pensé como un homenaje a esos tiempos. Un poco porque en los ’80 yo era joven y supongo que en parte quería recuperar ese sentimiento, y otro poco por lo que representó la propia «Movida». Tras la muerte de Franco, en España explotaron las ganas de vivir, el deseo de tomarse todas las libertades. Es, reducido a escala, lo que pasa dentro del avión: en peligro de muerte, la tripulación y los pasajeros se entregan a todos los placeres. Pero también quería volver a esa época, porque desde entonces hasta ahora España toda y Madrid en particular cambiaron para mal.
Algunos elementos de la película son muy característicos de la época. Pienso en la música, el colorido pop, los tragos que se toman incluso.
Desde ya. Música disco (que no está puesta con sentido camp, es una música que realmente amo), la estética general y el Acqua de Valencia, que era un cóctel producido en Valencia, a partir de mescalina sintética, uno de los más populares en Madrid a mediados de los ’80. El éxtasis todavía no se conocía, y lo que tomabas para excitarte, para calentarte, era Acqua de Valencia. Duró muy poco, dos, tres años nada más. Pero en ese período era lo que se tomaba en las fiestas.
Después de tantos años de dramas, ¿tenía dudas de si podría recuperar el tono de comedia?
En verdad, muchos de los dramas que filmé después de Mujeres al borde de un ataque de nervios (que es mi última comedia «neta», por llamarlo de alguna manera) tienen muchos toques de comedia. Todo sobre mi madre, Volver, Hable con ella son básicamente dramas, algunos de ellos muy espesos, pero todas tienen personajes, escenas o subtramas cómicas. Igualmente, en un punto algo de incertidumbre había, en la medida que desde casi un cuarto de siglo que no filmaba una comedia de punta a rabo. Pero estaba convencido de que la ligereza no me había abandonado. De no haber sido así, jamás lo hubiera hecho.
¿A qué se refería antes, cuando dijo que Los amantes pasajeros expresa metafóricamente la actual situación española?
El avión en el que viajan los personajes se avería y empieza a dar vueltas en círculo, sin que nadie sepa bien qué hacer ni dónde van a aterrizar. El aeropuerto de La Mancha, que sería una alternativa, está cerrado, como consecuencia de la investigación judicial sobre una gigantesca estafa. Todos los que van en él son conscientes de que van a tener que hacer un aterrizaje de emergencia, y va a ser peligroso. La primera solución que adopta la tripulación es anestesiar al pasaje entero de la clase turista, cosa que no sucede con los pocos que viajan en business. Como sucede actualmente con el presidente, los que «mandan» en el avión, los pilotos, deciden no contarle nada al pasaje sobre la avería que sufrieron. Se mantienen en silencio. Hay inseguridad, temor, clasismo y ocultamiento en ese avión, tanta como hay actualmente en España.
Las imágenes del aeropuerto completamente vacío son impresionantes.
¡Pero no son inventadas! ¡En este momento hay en España diecisiete aeropuertos cerrados por investigaciones como la que se menciona en la película! Cuando el público español ve esas imágenes no le parecen surrealistas, sino de noticiero.
El escape frente a esta situación de angustia es el sexo desenfrenado.
El sexo es uno de los grandes dones que la naturaleza nos ha dado. Quería ofrecerles esa posibilidad a los personajes, antes de lo que podría ser la muerte para todos. No lo propongo como solución nacional, pero es una buena manera de decirle adiós a la vida, si es que hay que llegar a eso.
En sus comienzos parecía importarle más el sexo y la diversión que la política. Pero a lo largo de los últimos años su participación política ha sido creciente, tanto en sus declaraciones a la prensa como incluso participando en manifestaciones.
Creo que el sexo puede ser político y no por nada se habla de «política sexual». De todos modos, yendo concretamente a lo que usted se refiere, es verdad que recientemente asumí compromisos políticos más concretos. Hubo un punto de quiebre que fue en 2004, cuando miles de españoles salieron a la calle para decirle «No» a la intervención española en la guerra de Irak, decidida por el gobierno de Aznar. En ese momento tuve la sensación clarísima de que más allá de los partidos había una realidad muy poderosa que es la conciencia ciudadana. Y me sentí parte de ella, firmando manifiestos y participando de movilizaciones.
Para la época de La mala educación hizo declaraciones públicas bien concretas en términos políticos.
Sí, en ese momento manifesté mi repulsa hacia el Partido Popular y todo lo que representa, y apoyé al gobierno de Zapatero.
Pasando a la política sexual, Los amantes pasajeros está llena de gays y bisexuales. ¿Se lo propuso como forma de visibilización?
Más que visibilización, quise darle a la diversidad sexual una condición, una dignidad, que los medios aún hoy tienden a quitarle. La televisión española está llena de gays, transexuales o gente a medio camino. Pero lo que hacen con ellos los realities o programas de concursos es utilizarlos como factor de escándalo, como algo pintoresco o lisa y llanamente ridículo. Yo quise mostrarlos integrados al resto del pasaje. Pero no lavados ni disimulados: son unas «locas» de atar. Pero son parte del pasaje, de la tripulación.
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