Rancho Las Voces: Textos: Enrique James: «(¿Diálogos?) Monólogos con Dios»
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

martes, agosto 06, 2013

Textos: Enrique James: «(¿Diálogos?) Monólogos con Dios»

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Margarita Arellanes. (Foto: Archivo)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 22 de junio de 2013. (RanchoNEWS).- Siempre pensé que podía hablar con Dios, pero, de hecho, ahora que la vejez me sonríe cada vez más de cerca, he aprendido (o comprendido) que han sido monólogos diarios con Él. Aún lo hago a diario y aún me dan una especie de confianza en la vida y tibieza en el alma. Pero Dios jamás me ha contestado, al menos no como un ente físico entiende el escuchar una respuesta. Lo que no me ha llegado todavía es la MALDICIÓN DE DON GUIDO, como me ha gustado nombrarla desde hace ya algunas décadas. No sé si alguna vez seré «de viejo gran rezador», como dijera tan sabiamente Antonio Machado, ni siquiera sé si llegaré a la vejez, pero si la observación empírica que su poema inspiró en un jovencito de hace ya cerca de medio siglo es cierta, conforme nos acercamos a la muerte tendemos a volver a las enseñanzas religiosas de nuestra más tierna infancia. Cuando nos hacemos viejos y la vida ya no se ve como inacabable, buscamos consuelo a nuestra mortalidad y buscamos fuerza para enfrentar a la parca, cada vez más cercana y burlona.

Después de la primera juventud, ya como adultos enfrentados a todos los problemas inherentes a tal época de la vida, sólo se enfrenta uno a los retos y realidades de los sueños que jamás se cumplirán o de aquellos que la vida, en su infinita burla, decida concedernos a como a ella se le antoje... Hay quienes enfrentan sus realidades con alguna adicción, o con amargura, o con cinismo, o con tantas formas como haya humanos en ese trance. Para algunos, voltear a alguna religión y ceder su capacidad de tomar la poca (o nula) autodeterminación que pueda tener el humano es una actitud que les proporciona la paz de que alguien o algo externo decida por ellos.

Ya lo dijo Fromm –y con él muchos más– si entrego mi capacidad pensante y de decisión, no será mía la culpa de los resultados. Y el mismo Fromm, en su ensayo Miedo a la libertad, nos habla de un pueblo germánico enloquecido que lo llevaría a entregar el alma a un desquiciado como Hitler y su pandilla de demonios encarnados, sin detenerse siquiera a considerar la idea de estar equivocado. No me malentiendas, estas consideraciones no son contra la religión –cualesquiera de las religiones del humano– simplemente que en las últimas décadas, en nuestro continente, ha habido un resurgimiento en el ataque consciente y concertado (si acaso no consensuado) de los grupos que se autodenominan con un sinfín de nombres. Algunos se denominan simplemente cristianos, muchos sólo dicen no pertenecer a ninguna religión, pero el común denominador es la absoluta falta de respeto a otras creencias. Son, en muchos sentido, unos Talibanes, la respuesta perfecta a los musulmanes extremistas.

Desde los inicios del contraataque conservador en los Estados Unidos, allá por el año de 1968, se ha puesto en movimiento una verdadera cruzada de las áreas conservadoras como reacción a los movimientos de derechos civiles y humanos de los Estados Unidos. Estos movimientos se han ido esparciendo y han ido aumentando su base de seguidores y creyentes. En México, sólo consulta los documentos del Yunque o escucha las declaraciones del Cardenal Norberto Rivera o del Cardenal Juan Sandoval. Pero en fin, han pasado ya cerca de cincuenta años y los movimientos de reacción también se han visto influidos por los cambios sociales. Si te fijas, el discurso conservador ni siquiera toca el tema de la igualdad racial, ni cuestionan el derecho de la mujer a ocupar cualquier puesto, ni piensa en contravenir las leyes que protegen a aquellos con capacidades diferentes, o de indígenas.

Es cierto, todavía existen células de gente volteada al pasado; es verdad que todavía veremos Pinochets y Castros y Bushes y Allatolas y Jong-Ils y Amin Dadas y la lista nos llevaría más papel del puede producir ningún bosque, pero el péndulo de la historia nos enseña que en la historia humana nada se repite ad infinitum porque esta no es un circulo, es más bien una espiral y conforme ascendemos y pasamos por algún punto, solamente podemos ver hacia abajo y ver que jamás pasará el humano por el mismo punto, así que nada puede volver a ser igual. Pero, ¿Por qué me hago estas consideraciones?

En los últimos meses tenemos algunos ejemplos de esta falta de respeto a otras creencias, si no es que una flagrante violación y un desdén por la ley. No, no es un desdén, es simple y llanamente desobedecer, depreciar y romper la ley. Como todo derecho, si en México hay libertad de expresión o de culto o de consciencia, tal libertad siempre estará constreñida y limitada por los derechos de otros: Mis derechos terminan donde comienzan los tuyos y viceversa. Pero como dije más arriba, creo que el mundo entero está inmerso en una oleada de neo religiosidad. México, que se había preciado de ser una nación secular para mejor garantizar los derechos de aquellos que decidieran no ser católicos practicantes o escogieran cualquier otra denominación del cristianismo, o cualquier religión o creencia que esa persona escogiese, incluida la ausencia de toda creencia en un ser supremo o la simple decisión de no practicar religión ni creencia alguna, ha caído en la trampa de las prédicas vende-gloria, ha caído, --otra vez--en la trampa de cambiar sus tesoros–en este caso la libertad de culto y consciencia–por simples espejitos. Ningún pueblo tiene por qué ser ateo, pero sí tiene la responsabilidad de que sus gobiernos velen POR TODOS Y CADA UNO DE LOS CIUDADANOS.

Entonces, si un gobierno empieza por dar preferencia alguna, real o por percepción, a cualquier religión, ese país será una teocracia. Y ya sabemos a lo que lleva una teocracia. Y es aquí donde vuelvo a mi idea original. Como apunto, mucha gente piensa, cree y declara hablar con Dios (Sí, Dios con mayúscula), y no seré yo quien diga si es cierto o no. Pero cuando tenemos a candidatos o funcionarios públicos declarando y hasta entregando sus ciudades a Cristo (o cualquier otra deidad) como si fuesen profetas, o supremos sacerdotes, o Ayatolas, o simples portadores de una verdad única y universal, algo dentro de mí se revela. ¿Quiénes son estos mentecatos para imponerme ninguna creencia? ¿Quién se creen ser para violentar la ley, faltarle al respeto a otras creencias? Como oficiales públicos, tienen la OBLIGACIÓN de velar y hacer respetar la ley. Como individuos, tienen todo el derecho de profesar o no la fe que quisieren, pero como representantes de la sociedad que los eligiera, tienen la obligación de mantener sus preferencias religiosas para sí mismos y no imponer sus creencias a nadie.

Así que he aquí una pequeña lista de funcionarios que debieran enfrentar la justicia por no cumplir con su cometido en cuanto a la separación de estado e iglesia, lo cual es una violación a la constitución:

Margarita Arellanes es, hoy en día, la alcaldesa más famosa de México, pero no es la única que haya entregado la ciudad que la eligiera a Jesucristo.

Otros han sido:

César Garza Villareal, Presidente Municipal de Guadalupe, NL o Pablo Anaya Rivera de Poza Rica, Ver.

Estoy seguro que la lista sería mucho más larga, pero para muestra basta un botón y además me da güeva buscar más malandrines de esa calaña. Sólo los menciono para hacer un poco más claro mi punto: estos tipejos han violentado la ley y los derechos de aquellos ciudadanos que no comulgan con sus ideas religiosas y por ende no merecen el cargo que desempeñan y deberían enfrentar la ley y perder el puesto que se les ha conferido.

Que recuerden estos malos servidores públicos que tienen la obligación de velar POR TODOS LOS CIUDADANOS y parte de ese cuidar, proteger y velar los derechos de los ciudadanos es respetar las creencias de todos, hayan o no hayan votado por ellos.
Así que, como decía al abrir mi diatriba, seguiré con mis monólogos y todo aquel que así lo sienta y así lo quiera, deberá tener la seguridad que los oficiales gubernamentales no pretendan darnos, y menos imponernos, sus creencias religiosas.

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