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Ruinas de Tiahuanaco. (Foto: Archivo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 14 de agosto de 2013. (RanchoNEWS).- El imperio prehispánico de Tiahuanaco fue el primero en los Andes, pervivió como tal medio milenio y legó su cultura política, económica y social a los incas, pero su grandeza sigue ignorada, según la historiadora boliviana Patricia Montaño, informa la agencia EFE desde La Paz.
La autora acaba de publicar la segunda edición de su libro El imperio de Tiahuanaco, obra escrita en un lenguaje sencillo para llegar al gran público, que resume el trabajo del arqueólogo Carlos Ponce Sanjinés (1925-2005) , que fue su esposo durante 17 años.
«Tiahuanaco está muy estudiado, pero lamentablemente la gente sabe muy poco de la importancia de esta civilización» , que tuvo su ciudad principal a 71 kilómetros de La Paz, explicó la autora a EFE.
Allí están el templo de Kalasasaya, la Puerta del Sol, el Templete Semisubterráneo, restos de la pirámide de Akapana, de casas palaciegas y recintos militares y esculturas en piedra de sus jerarcas, monumentos a cuyo estudio dedicó su vida Ponce Sanjinés.
Paradójicamente, según Montaño, los bolivianos saben más del imperio de los incas que del de los tiahuanacotas, sin comprender que éstos dejaron una herencia cultural a los habitantes del Cuzco.
En su ocaso, los tihuanacotas se disgregaron en señoríos aimaras retrocediendo en su organización, pero un grupo de la aristocracia gobernante migró hacia la zona del Cuzco, «llevando consigo su tradición cultural y conocimientos de organización política».
«Allí sus descendientes crearon el señorío inca que con el tiempo se convertiría en un imperio de características similares al de Tiahuanaco» , sostiene Montaño, apoyada en citas recogidas de antiguos cronistas como Bernabé Cobo y Waman Puma de Ayala.
«Los incas fueron herederos de las instituciones políticas, económicas y sociales de los tiahuanacotas en gran parte, pero también recibieron elementos culturales de Moche y Nazca» , apuntó.
En su momento de esplendor los tiahuanacotas, por medios pacíficos o mediante la guerra, ocuparon parte de la costa de Perú, el norte de Chile, el noroeste de Argentina y llegaron al oriente de Bolivia, en un área calculada en 600.000 kilómetros cuadrados, una superficie mayor a la de España.
Ponce aplicó el método de datación de carbono 14 a restos de cerámica descubierta en sus excavaciones y estableció la cronología de la vida de Tiahuanaco, desde que era una aldea hasta su caída como Imperio debido a guerras internas y a una devastadora sequía.
Tiahuanaco nació como aldea alrededor de 1580 a.C., creció como estado local en el 133 d.C., como estado regional en el 374 d.C. e imperial en 724 d.C. y declinó cerca del 1187 de nuestra era.
Éste fue uno de los hallazgos científicos de Ponce que puso «en evidencia los errores de autores foráneos», afirma Montaño.
Fue un error, agrega la autora, atribuir a Tiahuanaco diez mil años de antigüedad como hizo Arthur Posnasky y también que el peruano Alfredo Torero considerara al puquina como la lengua tiahuanacota.
Tiahuanaco fue multiétnico y plurilingüe porque allí se hablaba aimara, quechua, uru y puquina, pero el primero de estos idiomas fue el dominante.
Montaño cita reflexiones de Ernst Middendorf, Max Ulhe, David Browman y Sabine Dedenbach sobre la expansión en los tiempos prehispánicos del aimara, que originalmente se llamó «jakearu» y que hoy todavía es una lengua viva en parte de Bolivia y Perú.
Ponce también investigó los conocimientos tiahuanacotas sobre astronomía, ingeniería, arquitectura y agricultura; describió sus monumentos y los restauró, pero además aportó un nuevo dato al establecer que Tiahuanaco tuvo al menos 49 gobernantes en su historia política.
Esto último fue producto de una interpretación de la obra Memorias historiales y políticas del Perú del cronista español Fernando de Montesinos (1644) , que cita a 105 monarcas incas, pero entre los que supuestamente están los de otras culturas previas. Los incas solo tuvieron doce monarcas conocidos.
Según Montaño, Ponce descubrió que 49 gobernantes de la lista tenían nombres de origen aimara traducidos al quechua, pero al volverlos a su lengua madre aparecen onomásticos como T'itu K'apaca igual a «Sublime jefe de Estado» o Sinti Apu (Príncipe valiente).
Ésta es otra prueba del vínculo de Tiahuanaco con el aimara.
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