Rancho Las Voces: Obituario / Gordon Willis
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

lunes, mayo 19, 2014

Obituario / Gordon Willis

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El director de fotografía y Woody Allen durante el rodaje de Manhattan.  (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de mayo de 2014. (RanchoNEWS).- Hijo de un maquillador de la Warner Brothers, a Gordon Willis le debemos una manera de ver. Fallecido a los 82 años, el meticuloso y obsesivo director de fotografía se convirtió en leyenda cuando revolucionó con su cámara las luces y sombras de un cine que, de su mano, encontró una nueva expresión, más sombría y naturalista. El Príncipe de las Tinieblas, como le llamaron algunos, iluminó para Francis Ford Coppola las tres películas de la saga de El Padrino; para Woody Allen ocho de sus largometrajes más emblemáticos, entre ellos las obras maestras Annie Hall y Manhattan, y para Allan J. Pakula Klute y Todos los hombres del presidente, cuyos contrastes entre la luminosa redacción del Washington Post y las negras catacumbas del caso Watergate marcaron la memoria visual de los años 70 y una manera de entender una fatídica era. Una nota de Elsa Fernández-Santos López para El País:

Willis achacaba su estilo visual a su condición de hombre de la Costa Este. Nacido en Queens, Nueva York, en 1931, él y su familia aprendieron a salir adelante por el túnel de La Gran Depresión. Estar lejos de Hollywood le permitió idear mundos que jamás se hubiesen permitido bajo los estrictos parámetros estéticos de los grandes estudios. Cuando en 1972 se estrena el primer Padrino el impacto y la polémica fue mayúscula. A Marlon Brando, su principal estrella, no se le veían los ojos, que aparecían como dos cuencas negras y oscuras.

El rostro del actor, envejecido con un pesado maquillaje, permanecía en gran parte del metraje a oscuras. Un trabajo con luz cenital que en realidad nació como una necesidad para ocultar el trabajo de cabina y hacer creíble que el actor, entonces con 48 años, pasara por un hombre casi anciano. «Me criticaron mucho porque no se veían sus ojos», contó años después Willis. «Lo cierto es que muchas veces oculté sus ojos a propósito porque eso acentuaba el misterio de un personaje del que en realidad nunca sabemos en qué está pensando».

Imitado hasta la saciedad, Willis convirtió en arte la baja exposición, la pantalla casi negra, los personajes en sombra, caminando como fantasmas por pantallas que llevaban la oscuridad de las pesadillas al territorio de los sueños. «Su muerte es una enorme pérdida», ha señalado el presidente de la Asociación Americana de Directores de fotografía , Richard Crudo, ante la noticia de su desaparición. «Él era un gigante que cambió radicalmente el aspecto de las películas». Willis, que solo recibió, en 2010, un Oscar tardío honorífico, solía quitarle importancia a su contribución a la historia del cine. «Yo solo imaginaba las cosas de otra manera. Pero no lo hacía para provocar a nadie, lo hacía solo porque me gustaba así».


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