Vienes lluvia, es verdad, pero los ríos
jamás se posesionan de tu aroma.
Llegas sonora y apareces triste,
con ritos de nostalgia al despertar.
Después de que el relámpago libera
con su pasión tus cárceles moradas,
vienes Lluvia, te vas y nos devuelves
más luminoso el cielo que robaste.
Yergues tu vara mágica de trigo
modelando el milagro del sendero,
y escribes en el lago profecías
de interminables círculos cautivos.
Llegas interrogando lo que sabes
y no te deja de asombrar la tierra.
Lluvia de pozos tristes que contempla
la cicatriz del mundo:
¿cuántas heridas faltan al silencio
para sentirse mar?
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