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Entrada al Marché du Film (Mercado del Cine) que se celebra durante el Festival de Cannes. (Foto: Regis Duvignau )
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iudad Juárez, Chihuahua. 21 de mayo de 2014. (RanchoNEWS).- Un balcón inundado de la luz de la Croisette. Dos tipos con gafas de sol negocian a los dos lados de una mesa. Objeto de la disputa: The president, nuevo filme del iraní Mohsen Majmalbaf, actualmente en posproducción. Objetivo: distribuir la película en España. Una nota de Tommaso Koch para El País:
El agente, el jefe de ventas de Bac International, Gilles Sousa, relata con cierto arte la historia del filme y pone un precio. El distribuidor español, el dueño de Caramel, Enrique González Kühn, lo rebaja a la mitad. «¡Pero si va a ir a Venecia!», protesta el otro, que aún así suaviza sus exigencias. «¿Y si le va fatal?», rebate González Kühn, que a su vez sube.
Al parecer, hay acuerdo. Por una cantidad que, como todas las de este mercado, solo puede ser escuchada off the record. Falta sin embargo por consultar el productor. Porque es él quien ha encargado la misión a la agencia y sabe cómo recuperar la inversión del rodaje. De hecho, suelen calcular qué porcentaje del presupuesto tiene que proceder de la distribución en cada país: España, de capa caída, está en un 3 o 4%.
De cerrarse el trato, sería otra de las miles de escenas parecidas que van en cadena en Cannes estos días. Porque, aparte del festival, en los sótanos del Palais y en otros enclaves de la ciudad se celebra el mayor mercado de cine del mundo: 11.700 participantes, 5.364 películas al alcance de los hipotéticos compradores (al menos en 2013) y un negocio que nadie se atreve a cuantificar pero sobre el que todos los buenos conocedores coinciden: mueve cientos y cientos de millones.
El espectáculo se pone en marcha meses antes, a partir de un correo electrónico. O más bien de 15.000, como los contactos a los que escribe Bac, según Sousa. Se trata, básicamente, de ponerse al día con los distribuidores y ofrecer sus productos. «Unas cinco semanas antes, empezamos a llamar y organizar los encuentros. Si quedamos, también les enviamos los guiones y nuestras expectativas de precios», relata Glen Basner, director ejecutivo de FilmNation, que en Cannes ya ha vendido a todos (también España) Story of your life, una producción de 50 millones de euros dirigida por Denis Villeneuve.
Su delegación se halla en un apartamento en la Croisette, alquilado por unos 100.000 euros. Porque todas las agencias necesitan una sede en Cannes, ya sea dentro del propio Palais o en un piso reconvertido en cuartel general. Allí, normalmente, acuden los distribuidores a negociar. Aunque basta una vuelta por la Croisette para sospechar de todos. Nunca se sabe si dos tipos tomando un café son amigos inocentes o están cerrando el taquillazo del año.
«Se establecen citas cada 30 minutos», cuenta Andrea Iervolino, dueño de la productora y vendedora Ambi. Allí se debate sobre el filme, se ve algo de él —tráiler, promo— si es que lo hay, el distribuidor plantea sus dudas y, si está interesado, formula una oferta. El agente, como muestra Sousa en un cuaderno, cuenta con un esquema de precios: «alto», «objetivo» y «bajo». Por el primero, vendería sin pensárselo. Por los otros, toma tiempo, habla con el productor, negocia. A veces espera, o incluso levanta el teléfono.
Porque, claro, no hay un solo distribuidor por país. Así que varios compatriotas compiten por el mismo pastel, ayudados a veces por los chivatazos de los colegas de otras latitudes. «Sí, nos puteamos bastante. Y si descubres algo vas rápido a cerrarlo», sonríe Adolfo Blanco, director ejecutivo de la distribuidora y productora española A Contracorriente. Él mismo intentó hacerse con Mr Turner, de Mike Leigh, pero ayer la distribuidora Wanda confirmó haberse llevado el gato al agua. Aunque Blanco se consoló finalmente con The french, el esperado thriller con Jean Dujardin (The artist).
En el fondo, la propia agencia puede —y está interesada en— avisar a un posible comprador que puja de que otro compatriota ha puesto su mirada en la misma película. Y, de paso, confiar en que se desate una subasta. Aunque, por lo demás, es este un mercado donde la confianza vale mucho. Las mismas agencias suele tratar año tras año con los mismos distribuidores. Los blufs existen pero escasean y un apretón de manos vale como un contrato. Tanto que en Cannes se llega al «sí» fatídico pero es tras el regreso de cada uno a su tierra cuando se cierran los detalles.
«Intentamos comprar películas terminadas», relata Blanco. Pero el mercado está lleno de realidades distintas. Se puede adquirir un título que solo tenga guion y director —sucede con los cineastas que son garantía—, que esté en fase de rodaje o finalizado —es el caso de las óperas primas—. Obviamente, varía el precio, pero en ambos sentidos. Un filme recién nacido puede resultar más barato por el riesgo o más caro porque aún no ha tenido tiempo de empeorar.
Hay más variables que afectan al precio. «La selección para un festival o un premio en Cannes pueden cambiar la vida de un filme», asegura Iervolino. Aunque tanto la agencia como el distribuidor también están pendientes de las críticas. Las revistas diarias son, sostiene Blanco, «obligadas».
Cuando las incógnitas se despejan, se firma un acuerdo. Normalmente, según Glen Basner, de FilmNation, el llamado mínimo garantizado: una parte ahora, pase lo que pase, y otra según el éxito de la distribución nacional. Menos frecuente es un precio definitivo desde el principio. «Puedes adquirir los derechos para salas, DVD, Internet y televisiones. Normalmente compro todo», afirma Enrique González Kühn. Aunque los vendedores relatan que empieza a ser más frecuente la compra solo para la Red.
Sea como fuere, los varios soportes sirven para tutelar el riesgo del distribuidor. «De 10 películas normalmente una o dos te salvan del fracaso de las otras», remata el dueño de Caramel. Él, en este Cannes, ha visto unas 30 películas. Ha comprado Refugiado, del argentino Diego Lerman. Y The president. Bueno, casi.
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