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El poeta argentino, (Foto: Archivo)
C
iudad Juárez, Chihuahua. 5 de junio de 2014. (RanchoNEWS).- Visor ha hecho realidad la última voluntad de Juan Gelman: publicar Hoy, el que fue su libro final, una suerte de testamento poético para fieles que esta tarde presentan en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, Luis García Montero, Joaquín Sabina, Caballero Bonald y la esposa del poeta argentino, Mara La Madrid. Entre la prosa poética y el poema desnudo, Gelman escribió estos textos durante los últimos tres años de su vida en Ciudad de México. En dicha ciudad se dejó crecer, a lo último, una fina y rota melena blanca mientras componía este balance de vida, mientras ajustaba cuentas con el mundo y consigo mismo: «La compasión tiene lotes estériles, necesitan que secuestro / tortura / asesinato / sean palabras sin materia, distraídas / retrocedentes / no pegadas a dictadura militar / a cuerpos vivos tirados al océano». Una nota de Alberto Gordo para El Mundo:
Gelman, aquí, resume, compendia. «Esta obra es una síntesis de todo lo demás, de todo lo que hizo y quiso hacer, y en ella se percibe muy bien, aunque no lo dice, que está ya muy débil, muy mal de salud», explica Chus Visor, editor al cargo de la obra. Hoy, que el poeta dejó dedicado a su esposa, se publica por expreso deseo de su autor, decimos, a diferencia de tanta obra póstuma sobrevenida a espaldas de los muertos. Chus Visor cuenta que Gelman, ganador del Premio Cervantes en 2007, le llamó el día antes de morir solo para pedirle que, a su muerte, publicara el libro en España. Antes, se publicó en Argentina. Los editores barajaron incluir, al principio, un poema que Gelman le entregó a Joaquín Sabina durante un encuentro que tuvieron en Ciudad de México; pero finalmente, dice Chus Visor, decidieron excluirlo, «porque no tenía nada que ver con el tono del resto del libro».
Total, ¿ante qué tipo de obra estamos? «Se trata de un conjunto de textos en su mayoría ásperos, complicados, difíciles para alguien que no esté acostumbrado a leer poesía», comenta el editor. Son sobre todo, nos dice, poemas «muy de él», cargados de pensamiento, con omisiones y sobreentendidos, con sus acostumbrados, libérrimos neologismos, en línea con esa concepción suya de la palabra como motor y fin de literatura, en sí mismo objeto poético.
Los hay anclados en el desengaño: «La vida se pareció a la vida alguna vez / ya la mentira ni siquiera vuela. Hay que barrer el mundo en sucio estado / otra vez ponen huevos de serpiente / viejos». Los hay en torno a ese sentimiento de final: «Prometeo nunca dijo cómo se roba el fuego / cómo la muerte al muerto / cómo las manos a recibir su nada. Los límites se ahogan en sus límites y nadie les da un pañuelo para que lloren de una buena vez». Y los hay, también, acerca del horror y las sombras, arraigados en su poesía, con la injusticia, desde que sufriera el drama del exilio, el asesinato y la desaparición de algunos miembros de su familia por la dictadura de Videla: «El temor normaliza el peligro cuando / el asesino recorre calle a calle / la lengua guarda todo lo que falta / mujer primera que apedrearon / la incertidumbre / las ideas en un lugar sin número. Hay voces de las que nadie sabe nada / una hoz las segó. Patrias en las que nacimos y no nacimos nos juntan con lo que siempre fueron / crueldad colgada del pavor».
XVII
Sirven un plato con porciones de belleza y veneno.
La locura ocupa muchas partes en límites del plato / la
deuda con lo que no somos / el tiempo fijo en su
pasar / odios sin ámbar que los sacie. Tienen ojos de
lince / violencias en su cultivo enfermo. Desean abrir
la maravilla a pie, apenas un chorrito de la noble
pasión, la que buscaba el blanco de un nenúfar en la
estación más breve / a tiros si es preciso.
XVIII
La pérdida de uno en su buscarse es mesmo amor por vía
natural, tanteos sin entendimiento, ceguera de alarmado.
La soledad sin demagogias tiene la transparencia del
secreto / malayerbas crecidas / tormentas del deseo.
Escupen sangre cuando se las golpea y nada cambia su
forma atravesada. Son frutos negros del cayado / hay
que mirarles cara a cara las entrañas prohibidas.
XIX
Raymond Roussel encontró impresiones de África en
un tambo francés de rubia arremangada / hay continentes
que arden aunque tengan cuatro rincones menos.
Son las acciones mudas del color. Una libreta guarda
anotaciones del coraje y muchas páginas vacías con la
oblicua fisura de tiempos que vendrán. Ahí se estacionan
tórtolas, las ignorancias del principio / un pequeño
lugar para lo que no fue. Un eclipse de vírgenes lo
cuida.
XX
¿Quién dijo que el tiempo petrifica las lágrimas? Se
esconderán por ahí, en las moradas del delirio. Los
huesos pura piel de un niño muerto de hambre
aumentan lodos del espanto. En el careo con la foto
nadie habla. La paridad de los extremos en estaciones
sórdidas crea proyectos de vacío y la desolación finge
ser una que no llora, se ladea el paisaje mental sin
reinvención posible.
XXI
La crisis de la edad de hierro no tiene traducción. Las
escrituras del cerebro siguen con su chaleco diagramático
/ abarcan inviernos de la niñez / despojos que
no renuncian a sí mismos / el árbol que se inclina
cuando pasan. El mundo tiene mal aliento y mancha
la unidad profunda de lo doble. En el buche secreto
de un jilguero vive lo que vendrá.
XXII
El capitalismo se olvidó de la fiesta. No se sienta frente
al fuego para hablarle, tirarle odios, guerras, maíz o
chocolate, los nudos del pecado. Prohíbe los caminos
de la amargura al dulzor, las desapariciones de la
angustia, un sueño brusco entre dos lunas. No cree en
el deseo que ve su imperfección. Se ampara en oro
ajeno y trabaja eternidades que no existen.
XXIII
El infinito mata seres no constituidos / ¿qué rebelión
lo enferma? / ¿cuánto tiene que esperar la esperanza?
Olas sentimentales ahogan la pregunta cuánto tiene
que esperar la esperanza. Los médicos de la melancolía
dan recetas / no sirven hay / necesidades / manos
vacías / desasosiegos del candor.
XXIV
Los descansos de la pasión no están cubiertos de ceniza.
Hay preguntas, regaños de la madre, otras declinaciones
para nombrar los patios del pasado. Opacidades de
la lengua recorren cada lluvia. Las dignidades del vacío
son animales de la tierra y el precio de su sacrificio
es humo. Un pedazo estelar calienta el agua donde
lavamos nuestro extremo, su reto imaginado. Deudas
abiertas, muebles del dolor, disfraces del cartílago.
La incertidumbre es reina y raspa las inversiones de la
luna. Estás ahí y no olvidás la ligereza de la gracia.
Cuándo descansarás.
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