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El poeta niño, a los seis años, en Irapuato, el 9 de julio de 1920 (Efrén Huerta Romo, su nombre original), en imagen incluida en la muestra Efraín Huerta: un poeta del alba, cien años, que hoy se inaugura a las 19 horas en el Centro Cultural Bella Época. (Foto: Cortesía Familia Huerta)
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iudad Juárez, Chihuahua. 5 de junio de 2014. (RanchoNEWS).- Con casi un centenar de piezas provenientes del legado de los hijos del poeta y fotografías sobre su recorrido vital, se inaugurará este jueves la exposición conmemorativa Efraín Huerta: un poeta del alba, cien años, en el Centro Cultural Bella Época. Una nota de Reyes Martínez Torrijos para La Jornada:
Titulado en alusión al poemario Los hombres del alba, que este año cumple 70 años, el conjunto integra cartas, primeras ediciones, manuscritos y cocodrilos, entre otros materiales; destaca la bala que en el funeral de Huerta (Silao, 1914-DF, 1982) una mujer muy bella depositó sobre el féretro sin dar ninguna explicación; además, una foto del ataúd con el objeto encima, explican Eugenia Huerta (DF, 1945), vía telefónica, y su hermana Andrea (DF, 1943) a La Jornada; las hermanas son las curadoras de la muestra.
Eugenia menciona que el eje son las fotos que se incluyen en la iconografía que el Fondo de Cultura Económica publica este año sobre El Gran Cocodrilo; además, objetos que ilustran o que acompañaron al también periodista a lo largo de su existencia, por ejemplo, dos carteles de sus años de militancia: uno, de un encuentro realizado en Mérida por una organización juvenil socialista, con 78 años de antigüedad; y otro, de homenaje al Nobel chileno Pablo Neruda.
Dos damas negras
La exposición incluye otras piezas curiosas como «dos de las libretas que Efraín llamaba ‘damas negras’, algunas cartas en las que se aprecia su excelente caligrafía que adornaba muy bien» a Mireya Bravo y la invitación a la boda de ambos, continúa Eugenia Huerta. Además, se muestra la foto tomada, luego del fallecimiento del poeta el 3 de febrero de 1982, por Rafael López Castro, con la tumba cubierta de flores, el Iztaccíhuatl atrás y el cielo azul.
«Lo enterramos en un panteón que está de camino de Xochimilco a Oaxtepec. Durante el entierro, mi hermano David leyó haciendo un esfuerzo sobrehumano el poema Borrador para un testamento, que a sus 50 años Efraín dedicó a Octavio Paz y a todos su compañeros de generación; en él hace un balance de su vida, sus compañeros y sus amigos».
La propuesta incorporará, según Eugenia Huerta, una «instalación provista de un sillón al pie de la conocida foto de Efraín Huerta tomada por Lola Álvarez Bravo, un escritorio y sobre él los libros que el poeta recomendaba como indispensables; textos que él aclaró no eran los clásicos, como Cervantes, sino Darwin, Bernal Díaz del Castillo, para que las personas se acerquen a la literatura».
En esa área se agregará un tazón con el escudo del Atlante, ya que ella afirma: «Efraín era un ser humano normal, común y corriente, salvo que le iba al Atlante, porque le gustaba mucho el futbol, así como los toros, la vida diaria, de la ciudad, cotidiana, lo disfrutaba todo.
«A pesar de ese amor por las expresiones de lo popular, el autor de Los hombres del alba desde muy jovencito leía todo: los poetas franceses, españoles, mexicanos. Ramón López Velarde de alguna manera fue su gran maestro», dice Andrea Huerta.
Este junio se realizan mesas y conferencias en torno a Efraín Huerta, rodeadas por rediciones y nuevos libros sobre él y su obra. El miércoles 18, el día exacto de arribo al centenario del poeta, habrá múltiples actividades por la efeméride.
Dos vidas
Efraín Huerta estudió en León y Querétaro, luego en la capital del país cursó la preparatoria y los primeros años de la carrera de leyes. Desde 1936 se dedicó al periodismo, oficio en el que ejerció la crítica cinematográfica.
En lo literario, perteneció a la generación de Taller, revista que agrupó a Octavio Paz (DF, 1914-1998) y Rafael Solana (Veracruz, 1915-DF, 1992), entre otros. El gobierno francés le otorgó en 1945 las Palmas Académicas.
David Huerta (DF, 1949), también poeta, dijo a este diario que su padre «era un hombre muy cordial, lleno de sentido del humor, aunque en su vida hubo momentos en que fue recatado, callado y quizás con un puntito de sombra en su carácter; retraído. Esa personalidad suya cambió con el tiempo, de modo que vivió dos vidas: una de cierta gravedad y una mirada trágica sobre el mundo; la otra, mucho más ligera y juguetona.
«Los hombres del alba es uno de los poemas distintivos en la obra de Huerta en cuanto autor moderno, porque la ciudad se empezó a bocetar con esas características en la época de la Revolución; en los años 30 y 40 era una metrópoli en la que había mucha pobreza pero ya se veían los efectos del desarrollo económico de lo que se solía llamar la modernidad, y Efraín Huerta fue testigo.
«El género más notable de nuestra época es la novela, en ese sentido La región más transparente, de Carlos Fuentes (Panamá, 1928-DF, 2012), es una obra que corresponde muchos lustros después a Los hombres del alba, un libro sobre la ciudad, sus habitantes pero también sobre la experiencia de un joven enamorado ahí».
Años más tarde, el narrador, ensayista y poeta Carlos Montemayor (Parral, 1947-DF, 2010) remite a ese libro con su novela Las mujeres del alba. «Estuvo muy cercano a la poesía de mi padre, la estudió, la leyó con mucha atención. Yo lo extraño mucho, pero no sólo por eso sino porque era una persona con la que había mucha comunicación, y uno de los temas de la conversación con él era la poesía de mi padre».
La exposición Efraín Huerta: un poeta del alba, cien años se inaugura hoy a las 19 horas en la Galería Luis Cardoza y Aragón de la Librería Rosario Castellanos del Centro Cultural Bella Época, ubicada en la avenida Tamaulipas 202, esquina Benjamín Hill, colonia Condesa.
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