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Esta profesión «no se puede acabar porque la música no se va a acabar». (Foto: Jesús Quintanar)
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iudad Juárez, Chihuahua. 12 de julio de 2014. (RanchoNEWS).- Diariamente, Karina Torres González se levanta muy temprano para ir a la Escuela de Laudería del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), que es la única que existe en el país y una de las tres que hay en Latinoamérica. Se baña, desayuna, prepara sus cosas y se dirige a su primera clase a las 7 de la mañana. Tiene 21 años. Inició su carrera hace tres. Actualmente cursa el sexto semestre; decidió dedicarse a esta profesión debido a que estudió la preparatoria en una de las escuelas de Iniciación Artística del INBA en la Ciudad de México. Una nota de Emiliano Ballerini Casal para Milenio;
En esa institución tomó las materias de modelo en barro, arcilla y escultura. Al concluir sus estudios básicos conoció la Escuela de Laudería en Querétaro y decidió postular para ingresar a ella, pues, según cuenta, conjuntan al mismo tiempo teoría y práctica.
Con el apoyo familiar, Karina se fue a vivir a Querétaro un tiempo antes de entrar a la carrera. Concluyó la preparatoria en esta entidad, lo cual le facilitó el ingreso para estudiar el violín en una escuela con 27 años de historia en la música mexicana.
Entrevistada por MILENIO en una de las salas de trabajo aledañas a la oficina de la dirección, Karina —delgada, risueña, vestida completamente de negro— asegura que la clase que más le gusta es la de Taller de Laudería, a pesar de que en el sexto semestre que cursa actualmente lleva física acústica, acústica de la madera y conjuntos instrumentales.
Su obra favorita para violín es Caprice 24, de Niccolò Paganini. Dedica cinco horas diarias a la escuela, y una más a ensayar el violín. Tiene un pequeño taller de laudería en su casa y ya ha platicado con algunos de sus compañeros para tener algún proyecto laboral en conjunto cuando concluyan la carrera.
¿Qué es lo más complicado de estudiar esta carrera?
Ser constante y tener paciencia. Hay procesos que necesitan un tiempo específico, y que solo te dediques a eso. No los puedes dejar a la mitad, porque si lo haces el trabajo no queda bien. Debes ser muy paciente y constante con el trabajo.
¿Cuándo decidiste ingresar a la escuela pensaste en el mercado laboral al que podrías acceder?
Al principio me preocupaba porque la gente te suele preguntar en qué vas a trabajar, qué vas a hacer. En realidad puedes hacer muchas cosas: trabajar con los músicos o estar en un taller, entre otras cosas.
Si bien la laudería es un oficio antiguo en México, como profesión es relativamente nuevo. ¿Qué futuro le ves a esta carrera?
Tiene mucho futuro porque la música nunca va a dejar de existir. Siempre van a existir músicos y buenos instrumentos, y somos nosotros quienes los podemos hacer.
Pasión por el violín
El maestro José Antonio Ontiveros Torres le da los últimos detalles de cómo arreglar un violín al alumno Humberto Nicasio. En uno de los salones de clase —iluminado de manera difusa con una sola lámpara para ver a detalle el trabajo que se está haciendo—, el profesor explica pacientemente el procedimiento que debe seguir para hacer el instrumento.
Al terminar dice que actualmente tiene cinco alumnos: tres de sexto semestre —entre los que se encuentra Karina— y dos de octavo. Y, a pesar de que ha trabajado de manera independiente mucho tiempo, cree que uno de los mejores lugares para aprender a ser laudero en América Latina es México.
Al cuestionarle sobre el futuro de los estudiantes, responde: «Las posibilidades laborales son variadas. Los estudiantes de laudería se pueden
dedicar a la docencia, a la restauración, a trabajar en colecciones de museos o tener un taller».
Como ejemplo del éxito que han obtenido algunos ex alumnos de la escuela, se encuentra el caso de Gabriela Guadalajara, quien desde hace algunos años vive en Nueva York, donde se dedica a arreglar violines, cellos y violas de gamba de la época barroca, destaca.
La escuela ha tenido tanto éxito que músicos como Robbie Lakatos, Erasmo Capilla, Román Revueltas y Samuel Máynez han acudido para ver cómo se trabaja con los instrumentos, dice, al tiempo que afirma que esto comprueba que esta profesión tiene mucho futuro: «A pesar de que el mercado chino es muy peligroso para nosotros, la laudería no se puede acabar porque la música no se va a acabar».
27 años de historia
Luis Gilberto Lavalle, director de la Escuela de Laudería y egresado de ella, explica que esa institución fue fundada en 1987 con la intención de formar un proyecto académico para la formación de lauderos en el país. Después de un curso a cargo del maestro Luthfi Becker Anz, realizado en el Conservatorio Nacional de Música en junio de 1985, se tuvo la necesidad de crear la licenciatura en Laudería.
«En 1992 se decidió trasladar la escuela a Querétaro, como parte del Programa de Descentralización de Dependencias Culturales», rememora. Casi al mismo tiempo dice que tienen un presupuesto de 470 mil pesos anuales.
Recuerda que cada año llegan entre 26 y 28 aspirantes, de los cuales solo aceptan a seis, pues no tienen más capacidad para aceptar gente interesada en la escuela.
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