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El autor de la novela Hijos de la medianoche, ayer en Veracruz. (Foto: Jaime Boites)
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iudad Juárez, Chihuahua. 5 de octubre de 2014. (RanchoNEWS).- La palabra escrita sobre una hoja de papel y su significado puede ser muy poderosa, como sucede con la poesía de Federico García Lorca, que demostró serlo, tanto como la literatura de los autores soviéticos, que fue mucho más entrañable que la propia Unión Soviética, aseveró el escritor angloindio Salman Rushdie (1947), quien ayer visitó Xalapa para anunciar que hoy a mediodía ofrecerá una charla en el Museo de la Ciudad de México, con motivo del XV Aniversario de la Casa Refugio Citlaltépetl, donde conversará con Carmen Boullosa, Vicente Rojo y Philippe Ollé-Laprune. Reporta desde Xalapa Vercruz Juan Carlos Talavera para Excélsior:
El autor de Los versos satánicos e Hijos de la medianoche reconoció que la literatura no es una solución segura para ningún tipo de mal.«No es la literatura la que va a resolver los problemas del mundo, no puede hacerlo directamente, pero en casos muy raros hay libros que tienen una influencia directa de la vida de la gente. La literatura no funciona así, pero lo que sí creo es que la literatura puede modificar la actitud y la mentalidad de los lectores».
Lo cierto es que el poder de la novela radica en que no necesita mucha tecnología para conseguir un mensaje: basta escritorio, pluma y papel, y con eso es más que suficiente, añadió durante la conferencia de prensa que ofreció en el Hay Festival Xalapa 2014.
Esto significa que cuando un libro te encanta, éste se convierte en parte de tu manera del mundo. «En ese momento el lector no sabe en qué momento del libro sucederá este milagro y el escrito tampoco sabe en qué lectores producirá ese efecto, aunque sí es verdad que algunos libros conmueven profundamente a algunos lectores y modifican su forma de ver el mundo», dijo.
¿Qué tan difícil le resulta contarle historias a las nuevas generaciones?, se le cuestionó al narrador que fue condenado a muerte en los años 90 del siglo XX por el ayatolá Jomeini, «Contar y transmitir una historia es muy difícil», atajó.
¿Qué opinión tiene de la literatura latinoamericana en nuestros días? «No estoy del todo actualizado, pero desde los años 50 sigo pensando que tiene una influencia enorme en el mundo entero. Y la sigue teniendo, y creo que lo que viene será muy trascendente. Hasta hace algunas décadas la literatura estadunidense tenía una gran influencia en el mundo literario, pero ahora ha sido superada por lo que se crea en Latinoamérica. Desde mi punto particular de vista todavía esperamos grandes acontecimientos en el futuro literario».
¿Considera usted que la magia o la fantasía están por desaparecer?, se le cuestionó a Rushdie. «Todos soñamos y cuando dormimos pasan cosas sumamente raras en nuestro cerebro. Pero pienso que mientras tengamos la capacidad de soñar seguiremos teniendo la de inventar historias».
Desde tiempos inmemoriales el ser humano cuenta historias y lo ha hecho para entenderse a sí mismo.
Por eso, «cuando un niño nace, una vez que es alimentado, está calientito y se le ha bañado, lo que viene es que se le cuente un cuento. Casi siempre, lo primero que dice un niño es: ‘Cuéntame un cuento’».
¿Cómo sobrevive después de la fatwa emitida por el ayatola Jomeini (que ordena matarlo)? «Con buena comida, sexo, viajes al extranjero. Por si no lo sabían… el ayatola ya murió».
Gigantes de Latinoamérica
Momentos antes de la conferencia, Rushdie tuvo una charla pública con la periodista Gaby Wood, en el Teatro del Estado, en el centro de Xalapa, dentro de las actividades del Hay Festival, donde se refirió a su amistad y cercanía con los escritores latinoamericanos, como Carlos Fuentes, quien le mostró el camino para comprender la literatura latinoamericana.
«Fuentes fue un gran amigo, mucho más que cualquier otro escritor, aunque también conocí a Mario Vargas Llosa, cuando era joven, porque entonces él estaba viviendo en Londres y cierto día me invitó a cenar porque leyó un comentario que escribí sobre el libro Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante».
En aquella conversación Fuentes le dijo: «¿Por qué no vienes a cenar y te reúnes con Cabrera Infante aquí en Londres?» Pero aquella noche, cuando llegó, «estaba como loco porque alguien cometió el error de mencionar a Fidel Castro. Así que el autor cubano empezó a hablar durante una hora sobre los abusos sobre Fidel, casi como si fuera una conferencia del mismo Castro, pero en Londres».
Por aquella época, Rushdie también conoció a Gabriel García Márquez, por mediación de Fuentes. “Por entonces estaba en la Ciudad de México, pero García Márquez estaba en La Habana y Carlos le dijo que era una locura que hasta entonces ambos no hubieran conversado.
Así que Fuentes se fue a la habitación donde estaba hospedado, hizo una llamada, regresó y le dijo: «Alguien quiere hablar contigo». «Entonces tuve una extraordinaria conversación con Márquez, a quien no le gustaba hablar inglés, aunque sí entendía más de lo que podía hablar, claro que mi español era terrible, y luego hablamos el francés y tuvimos una conversación trilingüe».
Aquella conversación duró cerca de 45 minutos, donde hablaron sobre los autores que les gustaba leer. «Pero en aquella ocasión, Gabo decía que no le gustaba leer tanto fuera del idioma español. Entonces pensé que quizá no conocía mi literatura, pero me equivoqué.»
Respecto de aquellos años, Rushdie recordó que entre los años 50 y 70 comenzó un florecimiento de la literatura en Latinoamérica, «donde surgieron varias figuras gigantes, como García Márquez, Italo Calvino y Jorge Luis Borges, entre otros más, quienes fueron importantes para mí y me enseñaron cosas que yo hubiese querido intentar a mi manera».
Por último, el autor de Luka y el fuego de la vida y La encantadora de Florencia reconoció el descubrimiento que tuvo al leer la literatura de Jorge Luis Borges, quien hasta hoy le sigue mostrando nuevas posibilidades de escritura, sin olvidar que el segundo shock para él llegó al visitar su biblioteca.
«A mediados de los años 90 estaba en Buenos Aires, en donde su esposa me mostró que la conservaba como la ocupó antes de morir. Esa habitación para leer y escribir era como el alma de un monje donde había una pequeña mesita, una lamparita, un cuarto de lectura casi vacío y los muros llenos de libros, cientos de libros en inglés, de Robert Louis Stevenson y Allan Poe».
Así que fue sensacional ver todo esto, dijo, «pero lo que más disfruté fue descubrir que la habitación guardaba cientos de enciclopedias sobre beisbol, arte y enciclopedias de enciclopedias. Nunca conocía al hombre, pero pude tener esta experiencia sensacional de dedicar tiempo a sus libros».
También habló sobre su conocimiento de Juan Rulfo, el cual llegó de forma tardía por culpa de las malas traducciones. «Eran los años 80 y yo era un joven escritor cuando escuché hablar de Pedro Páramo. Sabía que debía leerlo y lo intenté, pero su traducción al inglés no era buena, sino literal, y no me encantó, pero 25 años después fue retraducida, volví a leerla y quedé impresionado por cada una de sus páginas».
Al final de la conversación, el público pudo hacer algunas preguntas:
¿La fatwa lo cambió? «Sí, algo. Me convirtió en alguien más obstinado y descubrí que cuando alguien te hace callar no debes hacerlo, sino hacer oír tu voz más fuerte. Me dio formación, me guió en otra dirección y me obligó a ser uno de los primeros en indignarse por este fenómeno».
¿Qué opina de la literatura estadunidense? «La literatura norteamericana siempre ha sido de migrantes, pero generalmente migrantes judíos, italianos, pero ahora tienes a Gary Shteyngart, que trae la comedia rusa a la literatura norteamericana, o Junot Díaz, que muestra una sensibilidad caribeña».
¿Cómo afectó al mundo el 11-S? «Estaba viviendo en Nueva York cuando sucedió el 11-S. Ese día ya no podía platicar la historia de esa ciudad sin contar la del mundo musulmán. Ambas historias chocaron físicamente y eso tuvo un efecto catastrófico. Así que ahora para explicar Nueva York debes explicar lo demás. Pienso que vivimos en un mundo donde las historias chocan y nos hacen plantear nuevas preguntas a nosotros los escritores».
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