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Stefan Hell. (Foto: Matthias Schrader)
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iudad Juárez, Chihuahua. 9 de octubre de 2014. (RanchoNEWS).- El Nobel de Química 2014 ha premiado el trabajo de dos estadunidenses y un alemán por sentar las bases de la nanoscopia. Informan DPA y EFE:
Los galardonados, por separado, lograron eludir la ecuación formulada en 1873 por Ernst Abbe, que demostraba los límites de la resolución microscópica debido a factores como la longitud de onda de la luz, por lo que se afirmaba nunca se podría observar objetos menores a 0.2 micrómetros.
Al inicio de su carrera batallaron para demostrar que lo que parecía imposible de lograr era solo cuestión de persistencia.
El saxofonista
El alemán de origen rumano Stefan Hell vive con su esposa y tres niños en Gotinga; si después de la investigación y la familia le queda tiempo, le gusta tocar el saxofón. Puede mostrar una larga lista de premios y distinciones, pero en el pasado luchó contra fuertes resistencias.
En el comienzo de su carrera científica era considerado exótico y marginado. «Tenía algunas ideas, pero nadie creía que algo así fuera posible», dijo Astrid Gräslund, secretaria del Comité Nobel en Estocolmo.
Al inicio de su trabajo como científico, su área de investigación no estaba de moda y sus ideas y teorías no eran escuchadas por la comunidad científica. Revistas renombradas como Nature y Science prácticamente no le prestaban atención.
«La óptica a la que me dedicaba, era en el fondo física del siglo XIX... se pensaba que ya se había estudiado todo sobre ese tema», dijo Hell en 2009.
Tras estudiar y graduarse en Heidelberg, entre 1993 y 1996 pasó algunas vicisitudes como becario en Finlandia y Oxford. Con 10 mil marcos alemanes que le regalaron sus abuelos como capital inicial tras presentar su tesis doctoral, Hell patentó su descubrimiento.
Este físico desarrolló un microscopio óptico que hace visibles estructuras con una resolución con la que se pueden ver detalles en las células vivas.
El «matado»
Desde que estaba en la escuela, William Moerner se perfilaba como un científico exitoso. En sus boletas de calificaciones solo figuraba la máxima nota.
Junto a su esposa Sharon, el investigador —que usa unos anteojos llamativamente grandes— vive en la coqueta ciudad Los Altos, cerca de San Francisco. La pareja tiene un hijo.
Casi 400 conferencias, más de 350 publicaciones, decenas de premios y patentes, además de puestos importantes en varias universidades de élite: para enumerar todos sus logros, el currículum vitae del estadunidense William Moerner, ganador del Premio Nobel de Química, debe tener más de 60 páginas.
Moerner, nacido en 1953 en Pleasanton (California) y criado en Texas, estudió primero física y matemáticas en la Universidad de Washington en St. Louis, en el estado de Missouri. Su tesis de doctorado estuvo centrada en el ámbito de la física y la hizo en la Universidad Cornell en Ihaca, en el estado de Nueva York.
Moerner centra sus estudios ante todo en las moléculas fluorescentes en cuerpos sólidos. En su grupo de investigación, conocido como The Moerner Lab, tiene a gran cantidad de científicos en formación.
En fotografías publicadas en internet Moerner se muestra con frecuencia sonriente rodeado por sus estudiantes.
El ex marido
El estadunidense Eric Betzig, galardonado hoy con el Nobel de Química por sentar las bases de la nanoscopia junto a otros dos colegas investigadores, se enteró de forma indirecta de su distinción después de que el comité de los premios llamara primero a su ex mujer.
«El comité solo tenía un número mío muy antiguo, por lo que llamaron a mi ex mujer», explicó el científico en el Centro Helmholtz de Oberschleissheim, un instituto de investigación a las afueras de Múnich (Alemania), donde había sido invitado a dictar ayer una conferencia.
Lo que sí tiene claro es que el galardón lo celebrará al estilo bávaro: «Nos iremos a una cervecería al aire libre.
«Todavía me parece un sueño, no parece real», señaló el estadunidense, recibido en el instituto con flores, champán y una gran ovación por parte del auditorio.
Fue su hijo quien recibió la feliz noticia, agregó Betzig, que dijo haber sentido «50 por ciento de alegría y 50 por ciento de miedo» al saber que le habían concedido el galardón.
«Quiero seguir con mi vida como hasta ahora», indicó el científico, algo preocupado ante los cambios a los que se tendrá que enfrentar, al recordar que «ya tenía mucho que hacer», incluso sin el Nobel.
Betzig, nacido en 1960, dirige el Campus de investigación Janelia Farm en el Instituto Médico Howard Hughes de Ashburn, EU.
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