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El escritor revela a un Centauro del Norte a través de un monólogo interior (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 14 de octubre de 2014. (RanchoNEWS).- Pancho Villa suponía que lo iban a matar. Así que antes de morir realiza un ajuste de cuentas y, mediante un monólogo interior, repasa los momentos más intensos de su vida, desde la persecución que vivió en su primera juventud, hasta su trabajo en Canutillo, sus mujeres, la guerra, el cine, el odio que sentía por el alcohol, las traiciones como lo escribe Pedro Ángel Palou (1966) en No me dejen morir así, su más reciente novela. Una nota de Juan Carlos Talavera para Excélsior:
«Yo no quería a un Villa arrepentido ni culpable, no quise retratar a un Villa que dijera ‘¡Ay!, la regué’, sino a un hombre que se diera cuenta quién lo traicionó y cómo lo hizo para que hiciera un ajuste de cuentas consigo mismo», comenta en entrevista el escritor poblano.
Porque la idea era ir más allá de las grandes biografías en torno al Centauro del Norte, escritas por Friedrich Katz y Paco Ignacio Taibo II. Por esa razón, lo importante de esta novela era mostrar al Villa íntimo y humano; no detallar las razones del héroe, porque éste es un invento de la historiografía, sino del ser humano que combatió en la historia y no en la historiografía, explica.
Sin embargo, hoy el mayor problema, reconoce Palou es que la historia oficial aún muestra a Villa como un bandido, un pistolero desalmado que se comportaba como una bestia.
«Es una historia que fue escrita por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, los enemigos de Villa que resultaron ganadores de la guerra, aunque lo cierto es que ellos fueron los bandidos originales que relegaron a este demócrata maderista.»
Esa idea del Villa bandolero, reconoce el también autor de Pobre Patria mía, comenzó a desaparecer en 1970, cuando de forma irónica el gobernador Jesús Lozoya –descendiente de quien organizó a los conspiradores para asesinar al Centauro del Norte– colocó una estatua dedicada al caudillo en Chihuahua.
En ese momento el presidente Adolfo Ruiz Cortines buscó a Lozoya y le dijo que no era coherente ese acto, porque era una afrenta a su propia familia. Pero la respuesta del gobernador fue la siguiente: «Mal haría el gobernador si las razones por las que gobernara fueran familiares y no sociales, pues sin Villa no estaríamos donde estamos».
En No me dejen morir así, Palou plantea una recreación histórica y documentada, donde coloca un pensamiento que resume la idea que Villa tenía de la Revolución Mexicana: «¿Qué no tiene uno derecho a soñar con una revolución limpia, sin traiciones, donde se consigan los objetivos de la lucha y se lleve a la República a la felicidad?»
«Justo esa frase es un ejemplo del villismo en estado puro, y para llegar a eso me ayudó la relectura de la literatura que escribieron Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz y Nellie Campobello sobre Villa, así como las películas que se hicieron sobre este personaje. Pero, en mi apreciación, todos habían hecho una cierta traición, porque no era posible reconocer al villismo en estado puro, salvo en el caso de Jorge Aguilar Mora», comenta.
Para este libro, Palou reconoce que le interesaba la microhistoria, pues, aunque Villa es un revolucionario nacional, nace desde la historia local. «Además, cuando lees la historia desde la microhistoria –como nos enseñó Luis González y González– los hechos históricos adquieren otra perspectiva.»
Cabe señalar que el planteamiento principal del autor para esta novela, fue la apropiación de las Memorias de ultratumba de François-René de Chateaubriand, porque el texto partía de una serie de recuerdos póstumos.
De paso, Palou intenta desmitificar al caudillo, al recordar que no sólo era un convencido de la educación física, de la higiene y de la salud por el deporte, sino que ante todo era abstemio y odiaba el alcohol.
«Ésa fue una de sus luchas de juventud. Él decía que después del catolicismo, el alcohol es lo que había acabado con México, por eso es muy contradictorio que siempre nos pinten a un Villa borracho, con sus villistas en la fiesta perpetua.»
Incluso, en la narración, Pedro Palou recuerda que lo único que él quería era que todos los mexicanos fueran felices. «Y al menos eso lo cumplió en Canutillo, un espacio donde Villa se dedicó a la paz y consiguió que más de 600 niños de todas las rancherías estudiaran, con maestros rurales bien pagados. Sin pensarlo, Villa descubrió la clave de un mundo mejor: educación y maestros bien pagados, pero lo hizo en pleno año de 1923.»
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