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Ensayo de Livietta y Tracollo, de Giovanni Battista Pergolesi, una de las dos propuestas que serán escenificadas en el Lunario del recinto de Reforma y Campo Marte, Bosque de Chapultepec. (Foto: Cortesía de Arpegio Producciones)
C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de julio de 2015. (RanchoNEWS).- Para nadie es un secreto que hacer ópera en México es una labor titánica, pero realizarla para niños es una empresa casi imposible, quijotesca. Reporta desde la ciudad de México Ángel Vargas para La Jornada.
De allí el mérito del proyecto de Arpegio Producciones Arte y Entretenimiento AC, que en 2015 cumple 10 años ininterrumpidos de difundir la ópera entre el público infantil, siempre al margen del apoyo oficial.
Su directora, Sylvia Rittner, resume que todo ha sido cuestión de persistencia y compromiso, y también de amor y mucha terquedad de aquellos que a lo largo de este decenio han logrado configurar y sostener la compañía, desde personal administrativo y técnico hasta cantantes, diseñadores y directores escénicos.
El baluarte de esa propuesta, según la promotora cultural, es el respeto hacia la inteligencia y la sensibilidad de los infantes y, así, ofrecerles propuestas de calidad que los emocionen y conmuevan, entretengan y diviertan, los hagan soñar y sentir, pensar y reflexionar.
Respecto de los festejos todavía no hay algo definido. Rittner desconoce si podrán ser este año o tendrán que dejarse hasta el próximo. De lo que ya tiene noción es que serán con una gran gala, integrada por una selección de los 14 títulos que han montado hasta la fecha, todos del repertorio clásico.
La compañía está lista para la temporada anual que desde hace seis años realiza en el Lunario del Auditorio Nacional, con el nombre Ópera para niños, la cual comenzará este domingo. Se trata de una buena alternativa para estas vacaciones de verano.
Dos son los títulos incluidos en este ciclo y se presentarán los domingos de julio. El primero es el estreno en México de Livietta y Tracollo, de Giovanni Battista Pergolesi, que marca la incursión de ese agrupamiento independiente en la ópera barroca.
El otro es Bastián y Bastiana, de Wolfgang Amadeus Mozart, que por vez primera es escenificado por el grupo artístico de Arpegio, con una propuesta que traerá esa historia al mundo contemporáneo.
Afición de infancia
La idea de escenificar ópera para niños surgió en Sylvia Rittner a partir de una afición de infancia por ese género y los dibujos animados. «Era algo que me hubiera gustado ver cuando era niña, la combinación de óperas con caricaturas, pero como no existía decidí hacerlo ya de adulta».
Según relata a La Jornada, jamás imaginó que esa iniciativa alcanzaría las dimensiones que hoy tiene, para lo cual han sido determinante la participación, las observaciones y las propuestas de los integrantes de la compañía.
Destaca la colaboración del creador escénico Jaime Matarredona, director adjunto de la agrupación desde hace cuatro años, quien hizo ver que la ópera no sólo es arte, sino entretenimiento.
A partir de eso han buscado presentarse no sólo en centros culturales, sino tener cartel en espacios de tipo comercial. Así llegaron al Lunario del Auditorio Nacional, gracias a la invitación de su responsable, Francisco Serrano.
La compañía no sólo ha logrado mantenerse durante seis años ahí, sino que de forma paulatina se ha abierto paso en otros recintos, como el Centro Cultural Helénico, donde recientemente concluyó temporada de El barbero de Sevilla, y el Foro Shakespeare (ahí montó Hansel y Grettel, el pasado abril).
Cumplir su cometido artístico y social de «transformar con arte la vida de los niños» no ha sido fácil para Arpegio. De acuerdo con Rittner, el escollo principal es de índole económica.
Para mantener a flote el proyecto han debido invertir de su bolsillo, como en 2014, cuando por vez primera una de sus propuestas no resultó autofinanciable.
La decisión es ser una compañía sin dueño; «estamos conscientes de que trabajamos para mantener vigente el proyecto y así seguiremos. Somos la única propuesta de esta naturaleza en el país», dice la promotora cultural.
Las propuestas escénicas predominantes en el ámbito infantil mexicano, señala, dejan mucho qué desear; son sosas, sin imaginación y carentes de calidad.
«Hay una idea de que la opera para niños es hacer cualquier cosa. Es decir, “espectaculitos’, como hacer teatrito, sin esta visión global que exige el género como arte total. No hay interés por considerar las condiciones sicológicas, auditivas y físicas de los niños», destaca.
«Algo que hemos aprendido es a crear una partitura de atención, es decir, cómo mantener la atención de los infantes y de sus papás; a hacer montajes entretenidos y de calidad, sin traicionar la naturaleza de las obras. Nuestro fin es tratar a los niños como lo que son: seres inteligentes, pensantes y sensibles.»
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