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Portada del libro. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de febrero de 2016. (RanchoNEWS).- Cada año, miles de rarámuris serranos emigran de su tierra natal a la capital de Chihuahua. Algunos se convierten en residentes; otros, sólo se quedan durante temporadas. Sin embargo, quienes se quedan a vivir en la urbe no siempre renuncian a sus cosmovisiones y prácticas sociales. Sobre este tema, Arturo Mario Herrera Bautista, antropólogo, investigador y docente de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México, presentó su libro titulado La vida en los intersticios: Estrategias identitarias de los rarámuri en la ciudad de Chihuahua, informa la oficina de prensa de la Feria.
Quiénes son los rarámuri en la ciudad, cuáles son sus pautas sociales, cómo viven y, sobre todo, cómo forman su identidad, son algunas de las preguntas a las que el antropólogo da respuesta en el libro, fruto de su tesis de maestría.
Presentado por la doctora Cristina Oehmichen, investigadora, antropóloga y asesora del proyecto, el libro reconoce a la identidad de este pueblo indígena como un producto de negociaciones sociales debido al racismo, la inferiorización y estigmatización por parte de la sociedad «mestiza».
Los rarámuri han desarrollado estrategias identitarias que sólo utilizan dependiendo de la intensidad del «dispositivo racista» al que se enfrenten. Este dispositivo está formado por las instituciones, las leyes, las empresas y otros organismos que ignoran la opinión de los pueblos tarahumaras, y los despojan de tierra, agua e incluso de su privacidad. Herrera Bautista pone como ejemplo que, a pesar de que algunos rarámuri ya estén acostumbrados a vestir «como mestizos», con zapatos y pantalones, si tienen que pedir algún préstamo gubernamental, llevan huaraches, porque saben que así es más probable que se lo otorguen.
Otro ejemplo de este despojo es el proyecto turístico «Barrancas del Cobre», con el que hace algunos años se planeó la construcción de un teleférico y un aeropuerto, obra denunciada por varias comunidades tarahumaras ante la ONU, acción con la cual lograron su cancelación y la promulgación de una ley que antepone la aprobación de los pueblos indígenas antes de que el gobierno dé luz verde a proyectos que los afectan.
El estudio de Herrera Bautista se centró en los rarámuri quienes, al llegar a la ciudad, se establecen en casas multifamiliares asignadas por la iglesia y otras organizaciones, y que él llama asentamientos tarahumaras. Dichos asentamientos son cerrados para que se pueda mantener el orden en la comunidad.
A pesar de esto, quienes llegan a vivir ahí lo hacen en una situación precaria: hay pocos nichos laborales para los indígenas. Lo más comunes son la limpieza para las mujeres y la construcción para los hombres.
Pero, ¿qué pasa con su identidad? El antropólogo responde a esta pregunta al decir que ningún tarahumara es «amestizado» (enchabochado de chabochi-mestizo, que significa «sin alma») en la ciudad, debido a sus estrategias identitarias, las cuales fungen como mecanismo de adaptación.
De ahí el título La vida en los intersticios: los rarámuri que viven en la ciudad están ubicados en un intersticio cultural, «fluyen entre las clasificaciones sociales; su identidad se vuelve líquida y a veces un poco vaporosa», acota Herrera Bautista.
Por último, el autor e investigador invita a no generalizar a los pueblos indígenas y su comportamiento. Más bien «es necesario tratar de comprender la lógica cultural de los pueblos» para que haya una mayor apertura.
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