Rancho Las Voces: Música / México: Entrevista con el barítono Jesús Suaste
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martes, febrero 13, 2007

Música / México: Entrevista con el barítono Jesús Suaste

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El cantante. (Foto: Archivo)

M éxico, 13 de Febrero 2007. (Juan Solís/ El Universal).- El 18 de junio de 1984, al tiempo que festejaba su primer aniversario de boda, el sociólogo Jesús Suaste tomó una decisión que cambió el rumbo de su vida: dejó la sociología y se dedicó al canto.

Dos años antes ya había cantado una ópera completa en la Escuela Nacional de Música, donde estudiaba, pero sólo hasta esa fecha se decidió a darle rienda suelta a la vocación que lo persiguió desde niño.

Un cuarto de siglo después de su debut operístico, el barítono Jesús Suaste es uno de los pocos cantantes mexicanos que ha tenido una actividad constante en el país.

Suaste festejará trabajando. Comenzó la celebración hace dos semanas tras cantar Las canciones del viajero, de Mahler, con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. También participa desde hoy en el montaje de la ópera Marina, de Emilio Arrieta, con la que abre temporada la Compañía Nacional de Ópera en Bellas Artes.

Su agenda en 2007 está llena, y se lo debe al talento, al trabajo y a la capacidad camaleónica de su voz, que lo mismo encaja en el repertorio italiano que en el alemán, que es igual de efectiva en el oratorio que en el lieder.

Este año de festejo, Suaste pretende desarrollar un proyecto que tiene que ver con la música popular, género ligado de manera gozosamente irremediable a su infancia en la colonia Molino de las Rosas, en el DF.

Unos momentos antes de vocalizar, previo a un ensayo, Suaste se da tiempo para hacer un repaso fugaz por sus 25 años de carrera, instalado en el vestíbulo de la Sala Silvestre Revueltas del Conjunto Cultural Ollin Yoliztli.

¿Qué hay del joven que debutó hace 25 años en el barítono consolidado de hoy?

Hay mucho trabajo, búsqueda, un constante estudio y desde luego la experiencia de los tantos papeles que me ha dado este país. Hay un compromiso cada vez más fuerte para con la música, el público. Hay una gran ilusión de seguir cantando. También un gran agradecimiento a Dios, al público, a los directores de orquesta y músicos, a los administradores de la cultura que me han mantenido vigente.

¿Siempre supo que se dedicaría al canto?

Sí, yo canto desde niño. Soy originario de la ciudad de México, de la calle Rosa Amarilla en la colonia Molino de Rosas, rumbo al Olivar. Tengo vívidos recuerdos de que cuando cantaba sentía un enorme gozo. Ese gozo no se ha apagado, el día que lo pierda me retiro.

Cantaba música popular, que es lo que cantaba mi familia. Nací en el seno de una familia enormemente sensible a la música. Es un privilegio. No sólo papá y mamá gozaban de la música, también los tíos y los sobrinos. Al calor de las reuniones familiares, todos ellos me ayudaron a descubrir que cantar me producía un enorme gozo. Con el tiempo me di cuenta de que se trataba de una profunda vocación. Seguramente hay otros con mucha mejor voz que yo, pero tengo una gran vocación.

¿Hay antecedentes artísticos en su familia?

No, salvo un bisabuelo que al parecer ejercía la música como director de una banda de pueblo.

¿Cuándo decidió dedicarse profesionalmente a la música?

Estudié la carrera de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Yo ya trabajaba en un centro de investigación como sociólogo, pero por esa época descubrí que mi gran vocación, el canto, debía transformarla en una profesión para vivir de ello. El 18 de junio de 1984, en mi primer aniversario de bodas, dije: hasta aquí termina la sociología y me dediqué a la música. Ya tenía dos años estudiando música en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, y ya había hecho mi debut como cantante, siendo todavía sociólogo. Para ese momento había cantado tres óperas: Amahl y los visitantes nocturnos, de Menotti; Dido y Eneas, de Purcell, y El hijo pródigo, una cantata de Debussy.

¿Recuerda su debut?

Fue con Amahl y los visitantes nocturnos en la Escuela Nacional de Música. Fue un momento de gran emoción porque iba a cantar una ópera completa por fin. Recuerdo que cuando terminó pensé que ya podía pasar lo que fuera porque ya había cantado una ópera.

¿Cómo llegó a la ópera?

La música popular me fue llevando poco a poco a una música más elaborada. En alguna ocasión alguien me escuchó y me llevó con un coro masculino, el Orfeón de la Ciudad de México. El director del coro me llevó con el profesor Humberto Lagren Aranzubia, quien fue mi primer maestro de canto. Mi primera clase fue el 2 de agosto de 1978. Desde muy pequeño fui solista.

¿Ser cantante en México es distinto a serlo en otra parte del mundo?

Presenta la misma dificultad. En cualquier sociedad la oferta de trabajo en este campo no es tan grande como en otras actividades. Uno tiene que estar permanentemente mostrando a la gente que estás vigente.

Una vez me dijeron que yo tenía el mérito de mantenerme vigente sin ser tenor. Es una gran verdad. Se puede facilitar la actividad en el canto para el que es tenor. Se complica para el que no lo es. Ha sido todo un reto mantener esa vigencia a través de presentar a las orquestas y a los administradores de la cultura proyectos válidos y originales.

¿Le costó trabajo incrustarse en el medio musical nacional?

Es difícil ingresar en el círculo de cantantes, pero es más difícil mantenerse. Uno entra al principio por méritos, y una vez que estás adentro te promueven porque eres la novedad. Lo difícil es seguir.

Usted ha cantado en el extranjero, ¿pensó en establecerse fuera?

No. Mi carrera se ha desarrollado fundamentalmente en México y hay varias razones por las que opté quedarme. Me ha ido muy bien cantando afuera, pero este país me ha dado más de 80 primeros papeles. Tengo un enorme compromiso con México.

¿Deseó en algún momento tener otra tesitura?

Yo fui niño soprano y, por supuesto, quería ser tenor. Cuando me dijeron que era barítono me retiré como un año y me dediqué de lleno a la universidad. Con el tiempo me fui recuperando.

¿Hay algún papel de todos los que ha hecho con el que se identifique más?

El Conde, de Las Bodas de Fígaro; el Germont, de La Traviatta; Don Alfonso, de Cosi fan Tute; el Marcello, de La Bohème... hay muchos. En general toda la obra de Mahler me gusta muchísimo. Cantar Las Pasiones de Bach ha sido una de las mejores experiencias en mi vida, o los oratorios de Haydn.

Hay papeles a los que se llega con los años, ¿cuáles tiene en la mira?

Hay varios que están esperando a que la voz siga evolucionando. Debo darme prisa. Me encantaría cantar el Rodrigo, de Don Carlo; el Falstaff, Macbeth, Simón Bocanegra. Estoy absolutamente listo para el Don Giovanni.

¿Ha caído en la tentación de grabar música popular?

No. Respeto mucho el género y creo que ya me gané el derecho de hacerlo por todas las cosas extravagantes que he cantado. No tendría que dar explicaciones si de repente tomara la decisión de grabar música popular. De ahí provengo. Quisiera que fuera este año. Hay un proyecto muy interesante.

¿Por dónde andan sus gustos musicales más mundanos?

Andan mucho por lo que fue el canto latinoamericano de los 70 y 80. Soy admirador de muchas grabaciones de Mercedes Sosa, de Joan Manuel Serrat. Sigo consumiendo cotidianamente piezas de Alberto Cortez.

¿Comparte la ideología que se maneja en la trova latinoamericana?

-Claro que sí. En su momento eso no se daba en el aire, era un grito que respondía a la militarización del Cono Sur. Cuando llega Zitarrosa, cuando se exilia la misma Mercedes, era porque estaban viviendo situaciones de una violencia brutal en sus países.

Cuando estaba en la UNAM, ¿fue un estudiante combativo?

Sí, y además creo que era bueno.

La voz caduca, ¿qué va a pasar cuando llegue ese momento?

Vislumbro una actividad inmediata que puede ser la docencia, que ya ejerzo en Cuernavaca, donde vivo. Hay que planearlo y estoy trabajando en eso. No pretendo regresar a la sociología. Te empolvas de tal manera que es como querer cantar Rigoletto después de 30 años de no vocalizar. Decir que dejé la sociología es un poco pretencioso, nunca alcancé a engancharme bien en la carrera, y lo pude haber hecho. Son decisiones que marcan un rumbo.

¿Sus hijos se dedican al arte?

Se están dedicando a descubrir la vida. Dos de ellos se dedican al arte y otro estudia Ciencias Políticas en la UNAM. Yo he tratado de fomentar que ellos mismos descubran su vocación.

¿Qué implica ser cantante en un país sin actividad operística respetable?

Ha sido muy complicado. La única certeza que tenemos los cantantes que no pertenecemos a una institución es la incertidumbre. No ha sido fácil. Tienes que pagar un costo por las opciones de vida, y no solamente en el canto. Ha habido un riesgo y un costo.

¿Se arrepiente?

No, estoy en la lucha, sigo en ella.


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