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El arquitecto japonés en Madrid. (Foto: Saint Burgos)
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iudad Juárez, Chihuahua. 10 de abril de 2013. (RanchoNEWS).- El decano de la Escuela de Arquitectura del IE (Instituto Empresa) de Madrid lo explicó con claridad. El arquitecto Sou Fujimoto (Hokkaido, 1971) estaba en Madrid porque su perfil ayuda a ampliar los límites de la arquitectura con iniciativas innovadoras que abren nuevas vías para la profesión. La propia arquitectura fue una incorporación en esta escuela española de negocios —que, de acuerdo con el Financial Times,ha desbancado a la HEC parisiense como la mejor de Europa— para ampliar otros límites: los de la mentalidad de los empresarios. El decano Javier Quintana está convencido de que solo reforzando las humanidades y mezclando las disciplinas podrá construirse un mañana mejor. Y puede que ese mañana tenga algo que ver con el futuro primitivo del que habla Fujimoto asegurando que la arquitectura debe recuperar los valores fundamentales (la relación entre el cuerpo y el espacio o entre lo construido y la naturaleza) para empezar de nuevo, de otra manera. Una nota de Anatxu Zabalbescoa para El País:
Este arquitecto se lo planteó así cuando comenzó. Entre buscar trabajo en un gran despacho o lanzarse en solitario, eligió la vía lenta: proyectos pequeños. «Quería pensar con calma qué tipo de arquitectura quería hacer. No pasar de la escuela al ritmo frenético de la construcción sin hacerme preguntas», explica. Hoy 30 personas trabajan para él. Las necesita. Ha ganado el primer premio para levantar un rascacielos en Taiwan y hará el pabellón de la Serpentine Gallery que el próximo junio (y hasta septiembre) podrá visitarse en los jardines de Kennsington, en Londres.
Fujimoto señala que hoy valora el diálogo con quienes trabajan con él, «más de la mitad extranjeros, gente muy distinta a mí». Pero asegura que todavía mantiene la calma. «La idea fue empezar de cero, no quedarse en cero», bromea aunque apunta que el crecimiento tiene un límite: participar en todo lo que hace.
Cuando uno ve las viviendas que le han hecho famoso —menos de 70 metros despiezadas en 20 niveles, como la casa NA de Tokio— se pregunta si todos los encargos provienen de sacrificados familiares dispuestos a permitir el lucimiento del pariente. «Claro que mi familia me hizo pequeños encargos. Pero cuando se publicaron los clientes comenzaron a llegar porque les gustaban». Explica que los dueños de la casa NA no tenían un lugar fijo para las funciones domésticas. «Ahora disfrutan trabajando hoy abajo y mañana en la azotea. La idea la saqué de su forma de vida».
¿No resulta confuso perpetuar la autoría única en la arquitectura? «Es cierto que la arquitectura es un trabajo en equipo, pero no funciona sin un director. Más gente amplía el diálogo. Pero eso sucede cuando trabajas con empleados que son mejores que tú, como es mi caso», dice sonriendo. Fujimoto, que el verano pasado consiguió el León de Oro de la Bienal de Venecia por el proyecto colectivo House-for-All, cuenta que por querer participar en todo el proceso de diseño temió no poder hacer más que viviendas, pero se le quitó el miedo dibujando la Biblioteca de la Universidad Musahino, en Tokio. Para participar en ese concurso tuvo que trabajar con más gente. «Me di cuenta que eso me permitía crecer. La diversidad siempre suma, aunque debes partir de un pensamiento común».
Ese pensamiento común trabaja el espacio intermedio: ni dentro ni fuera, ni mueble ni arquitectura, ni arquitectura ni paisaje. Es un hacer cartesiano que, sin embargo, tiene espacio para lo inesperado. Sorprende. ¿Es contenido por miedo a las burbujas? «Veo los riesgos. Ahora trabajo en China, donde viven una burbuja económica. Están abiertos al espectáculo, pero no solo no va con mi carácter, me falta el talento. Se necesita genio para hacer espectáculo. Yo no lo tengo. Estoy más preparado para hacer arquitectura seria que para levantar edificios espectaculares».
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