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Uno de los primeros esquemas del monumental edificio, de 1961. (Foto: Ramírez Vázquez y Asociados/Miguel Ángel Porrúa Editor)
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iudad Juárez, Chihuahua. 17 de septiembre de 2014. (RanchoNEWS).- De su puño y letra se pueden leer las indicaciones en los primeros bocetos que del Museo Nacional de Antropología (MNA) trazó en 1961 Pedro Ramírez Vázquez. Son documentos en los que se puede ver cómo el arquitecto concebía e imaginaba el gran recinto. Una nota de Leticia Sánchez Medel para Milenio:
El boceto con la firma de Ramírez Vázquez señala el principio básico de integración del museo en el bosque y a las salas en el exterior, además de mostrar «vistas frecuentes al exterior o al patio para evitar saturar el inmueble». Esos primeros trazos tienen fecha de noviembre de 1961.
Un año después, con medidas de 82 por 54 metros de largo y ancho, el arquitecto diseñaría su emblemático paraguas, «solución a un espacio protegido, no abierto ni descubierto», donde se aprecia la gran sombrilla, con la indicación de la caída libre de agua y una cisterna. Es un espacio protegido, que fue concebido como fundamental para el museo.
Javier Ramírez Campuzano, hijo del gran arquitecto mexicano, facilitó este invaluable documento, del que Ramírez Vázquez y Asociados y Miguel Ángel Porrúa, librero-editor, realizaron 500 copias facsimilares.
Hoy, a 50 años de que se inaugurara el MNA, se espera la asistencia del presidente Enrique Peña Nieto para conmemorar la apertura del recinto, considerado entre los 10 mejores del mundo, y que recibe entre 1.3 millones y 2.3 millones de visitantes al año, lo que lo convierte en el más visitado de nuestro país.
Resguarda un acervo de cerca de 60 mil piezas, entre las que destaca la Piedra del Sol. A través de sus 24 espacios se expone la historia del hombre y en especial de los primeros pobladores de América con 12 mil años de antigüedad.
Es el inmuble que hoy cuenta con los mejores sistemas de seguridad del país, porque su historia también ha estado marcada por ciertos hechos delictivos, como el que se registró el 25 de diciembre de 1985.
El robo del siglo
La madrugada de 25 de diciembre de 1985, dos sujetos cometiron un robo en el MNA. La historia de este ilícito fue increíble: por más de 50 ocasiones visitaron el recinto con la finalidad de realizar un croquis, tomar fotografías de las piezas y planear el saqueo.
Nadie daba crédito de que el museo, con un acervo de más de 60 mil piezas, que resguarda parte fundamental de la memoria y la identidad de México, se encontrara tan indefenso, ya que la puerta principal se cerraba con un candado y contaba con muy pocos vigilantes.
Entre las 139 piezas sustraídas estaba la máscara de jade de la tumba del rey Pakal, de Palenque, Chiapas. Las especulaciones sobre el móvil y los posibles autores intelectuales fueron diversas y hasta inverosímiles. Fue una época en la que el número de visitantes se incrementó, pues todos querían saber más del robo, recordó Mónica Guadalupe Eugenia Amaya, guía del Museo desde hace 32 años.
Según las versiones oficiales, los ladrones fueron Carlos y Luis Perches, quienes, apoyados por Ramón Sardina, salieron del edificio con una bolsa de lona, en la cual guardaron el botín, e inmediatamente se trasladaron hacia Jardines de San Mateo, en el Estado de México.
La historia atrapó a Gabriel García Márquez, quien acudió al MNA cuatro años después del robo, cuando 90 por ciento de las piezas fueron recuperadas por la Procuraduría General de la República y exhibida en la Sala de Exposiciones Temporales.
El viaje de Tláloc
Además de ese hecho insólito, existen otros dos momentos significativos que han marcado la historia del museo más visitado de nuestro país: la travesía del monolito de Tláloc, dios de la lluvia, que fue trasladado desde Coatlinchan, en el Estado de México, y la visita al MNA por parte de Donald Johanson, el descubridor en 1974 de Lucy, una australopithecus afarensis, reconocida en su momento como la abuela de la humanidad y que se reproduce en una de las 25 salas del recinto.
Fue el presidente Adolfo López Mateos quien le dijo al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez que había un monolito muy grande, cerca de Chapingo, en Coatlinchán, y que era de la escala que se necesitaba para que diera la bienvenida a los visitantes a lo que sería el MNA.
Lo consultó con Alfonso Caso y Ricardo Robina, y se dirigió entonces al poblado, que no tenía más de 70 familias, a las cuales les explicó el objeto de llevar el monolito de 165 toneladas al nuevo museo. Hubo oposición y llegó a ser un problema mediático.
El presidente López Mateos, contaba Ramírez Vázquez, dio instrucciones de no insistir si el traslado representaba un problema social. «Tuvimos entonces una reunión con el pueblo y con don Plácido, un maestro nahua, quien los convenció para poder llevarnos la pieza».
En reciprocidad, al pueblo se le construyó una carretera, se le dotó de luz y teléfono, se edificó un aula, un consultorio médico y se le ofreció que entrarían gratuitamente al MNA.
El día del traslado del dios Tláloc llovió como nunca; los encabezados de los diarios lo adjudicaban como una señal de la deidad mexica de la lluvia.
Madre de la humanidad
De visita en México, Donald Johanson (Chicago, Estados Unidos, 1943) descubrió que en el MNA su Lucy, antecesora del hombre, recibe a todos los visitantes.
De inmediato pidió ir a la sala donde se exhibe la reproducción de los restos y una reconstrucción que realizaron antropólogos físicos. Una vez que abrieron la sala para él, no daba crédito: le alegró verla, «aunque un poco más gordita», en la sala Fundación de la Antropología.
Se tomó fotografías ante las vitrinas que muestran la posible apariencia física de Lucy, conocida en el mundo científico como australophitecus afarensi, cuyos restos óseos fósiles encontró el experto mientras caminaba en medio de un calor insoportable el 30 de noviembre de hace 40 años, al norte de Addis Abbeba, en Etiopía. Se trataba de una mujer de un metro de estatura y de 3.2 millones de años, y que por años fue considerada «la madre de la humanidad».
Observó detenidamente la figura de Lucy, reconstruida con las más avanzadas técnicas utilizadas por la antropología forense, la anatomía, la fisiología, la biomecánica y la biología evolutiva.
Posó frente a ella e hizo varias bromas acerca del parecido entre él y Lucy, a la que considera su hija.
«¡Ya se nos hizo el museíto!»
«¡Ya se nos hizo el museíto!», fueron las palabras que escuchó Pedro Ramírez Vázquez de boca de Adolfo López Mateos una vez que éste fue designado presidente electo de México, en 1958. Para él significó cristalizar su sueño.
En una entrevista con MILENIO con motivo del 40 aniversario del museo, el arquitecto narró que cada ocho días se reunía con Jaime Torres Bodet, entonces titular de la SEP, y que, de vez en cuando, algún domingo, recibían la visita de López Mateos.
Reconoció que el MNA se edificó en 19 meses, un tiempo récord. Cerca de mil obreros de la construcción y alrededor de 200 arqueólogos, ingenieros, historiadores, museógrafos y artistas trabajaron día y noche para terminar el recinto; pero aclaró a sus detractores que le cuestionaron la deforestación de ocho hectáreas del Bosque de Chapultepec, que hubo trabajo previo de dos años de planeación.
Sus palabras también fueron recuperadas del videohomenaje a Pedro Ramírez Vázquez, producido por la SEP y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
«En el MNA quisimos siempre tener presente que estaba en el Bosque de Chapultepec, por eso es que es tan abierto: todas las salas se abren hacia el exterior y la gente se siente dentro del bosque, libre, sin estar encerradas. El paraguas mismo, por la altura e inclinación de su cubierta, permite ver el cielo; el visitante nunca se siente atrapado en el espacio. En realidad queríamos actuar como actuaría un arquitecto prehispánico si hubiera tenido el mármol, el aluminio, el acero, el concreto, el plástico y los materiales actuales», explica el arquitecto en el documental mencionado.
A 50 años de la inauguración del MNA, su voz cobra vigencia.
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