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La historia del mal llamado Códice Chimalpáhin —pues ni es códice como se le bautizó en Estados Unidos ni Domingo Chimalpáhin (1579-1660) redactó la mayor parte— está llena de avatares. Ahora, después de su rescate, parece haber encontrado por fin reposo después de 187 años de haber salido. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 25 de septiembre de 2014. (RanchoNEWS).- Dos volúmenes con las obras completas de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1578-1650), y un tercer libro misceláneo que contiene 40 documentos diferentes, incluido el original de la Crónica Mexicáyotl de Hernando de Alvarado Tezozómoc donde se describe la historia del pueblo mexica desde su salida de Aztlán, en el año 1064 de nuestra era, hasta la llegada de los españoles en 1519, conforman el llamado Códice Chimalpáhin, que el gobierno mexicano salvó de ser subastado en Londres. Una nota de para Excélsior:
Erróneamente llamado códice en Estados Unidos y ambiguamente atribuido completamente a Domingo Chimalpáhin (1579-1660), el documento de finales del siglo XVI y principios del XVII contiene una historia tan intensa como los mismos acontecimientos que describe. Su historia, llena de avatares, parece haber encontrado por fin reposo después de 187 años de haber salido de México.
El 20 de mayo pasado el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), concretó la «compra directa» por 650 mil libras esterlinas (14 millones 553 mil 500 pesos) del documento a la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (SBBE) en Londres que pretendía venderlo a través de la casa subastadora Christie’s. El Códice Chimalpáhin llegó a México el 18 de agosto y desde el 17 de septiembre, abre la exposición Códices mexicanos. Memorias y saberes, que se exhibe como parte del 50 aniversario del Museo Nacional de Antropología (MNA).
La importancia de recuperar el manuscrito «consiste en que estos documentos se hicieron aquí, por personas de aquí y son sobre la historia antigua de México, forman parte del patrimonio nacional como objetos, pero también por su contenido», considera Rafael Tena, investigador de la Dirección de Etnohistoria del INAH, quien en 2012 publicó Tres crónicas mexicanas. Textos recopilados por Domingo Chimalpáhin (Conaculta, colección Cien de México), habiéndolos estudiado y traducido del náhuatl al español.
Ambigüedades
Los tres volúmenes que integran el documento fueron bautizados como Códice Chimalpáhin en Estados Unidos, por la investigadora Susan Schroeder y su maestro Arthur J. O. Anderson, quienes hicieron la paleografía y traducción al inglés del tercer volumen, exceptuando un texto en tarasco. «Ahí empieza la ambigüedad, porque como los estadunidenses no tienen libros con pictografías, le llaman códice a cualquier libro antiguo; por una especie de convención se ha decidido conservar el término, pero en realidad son manuscritos», dice el especialista.
Una segunda vaguedad es distinguida por el paleógrafo en la definición con el nombre Chimalpáhin que se da al documento completo. Si bien el tercer libro contiene textos del historiador indígena, el primero y el segundo están integrados por las obras de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Tena cree que el tercer libro fue integrado por Domingo Chimalpáhin con diferentes hojas sueltas «que había ido reuniendo y quizás pensaba utilizar o quizás había copiado de otro lado» y que en realidad fue Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) quien habría encuadernado así los escritos.
Pero hasta ese momento los documentos ya contaban con una larga y complicada historia. Rafael Tena sostiene que el mismo Chimalpáhin habría entregado «como regalo» su Diario (una de las tres obras fundamentales del historiador junto con las Relaciones y las Crónicas mexicanas) a Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, quien era su contemporáneo. A la muerte de este último, su hijo Juan de Alva rescató las obras de Domingo
Chimalpáhin, junto con las «hojas sueltas» del tercer volumen y las entregó a De Sigüenza y Góngora, a quien nombró su albacea testamentario.
Aunque sin demérito de las obras de Ixtlilxóchitl contenidas en los dos primeros volúmenes, entre las hojas sueltas —integradas por 40 documentos diferentes, «uno más extensos otros más breves, otros más importantes, otros simples apuntes y la mayoría escritos en náhuatl con la letra de Chimalpáhin»— había tres tesoros: la Crónica mexicana en español, la Crónica mexicana en náhuatl de Chimalpáhin y la Crónica Mexicáyotl de Alvarado Tezozómoc, que el mismo historiador indígena copió y que se considera como la original.
Salida a Europa
Los tres volúmenes del manuscrito salieron de México en 1827 en las manos de James Thompson, quien era agente de la SBBE y había llegado a México tras recorrer diferentes países de Sudamérica. Aquí estableció amistad con José María Luis Mora (1794-1850), quien entonces tenía 33 años y era bibliotecario del Colegio de San Ildefonso. «De alguna manera sentía que era dueño de esos tres volúmenes, no sabemos si los había adquirido antes y de qué forma, el caso es que se los obsequió a Thompson», dice Tena.
En la Sociedad Bíblica, que había sido fundada en 1803, los documentos mexicanos se fueron integrando a lo largo de más de siglo y medio a una colección de casi 500 libros antiguos. Ante su valor, la SBBE los depositó en 1982 en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, donde se aprovechó para realizar un nuevo catálogo. El Códice Chimalpáhin fue identificado como «Manuscrito 374, Volúmenes I, II y III» y fue allí donde el bibliotecario californiano Wayne Ruwet, quien buscaba obras de Bernardino de Sahagún, identificó la obra e informó a Schroeder y Anderson de su existencia. Ellos bautizaron el documento.
Los dos volúmenes de Alva Ixtlilxóchitl contienen el texto completo de las llamadas Relaciones e Historia de la nación chichimeca en una nueva versión establecida con el cotejo de los manuscritos más antiguos que se conocen y de acuerdo con el historiador Salvador Méndez Reyes, estas obras, «dieron el cimiento para que la conciencia criolla encontrara en el pasado indígena un pasado clásico propio».
En tanto el volumen de Chimalpáhin, además de incluir las crónicas que relatan la historia mexica, contiene más de 30 textos que aún siguen inéditos al español. Tena, sin embargo, identifica en la Crónica mexicana y la Crónica en náhuatl, así como en la Crónica Mexicáyotl los documentos más relevantes. Estos textos fueron escritos a manera de anales históricos, «mantienen la forma tradicional de la historiografía prehispánica, de ir enumerando los años de acuerdo con el calendario nahau-mexica, consecutivamente e ir diciendo los acontecimientos principales que sucedían en cada uno de esos años».
En resumidas cuentas se trata de la memoria mexicana, no sólo por lo que contienen sino también porque sus autores, «daban mucha importancia a la memorización para después hacer relatos orales, se ejercitaban y tenían mucha capacidad para memorizar textos largos, en la época prehispánica era la manera de hacer historia: a través de códices y de memorización», cuenta Tena.
Crónica Mexicáyotl
Fragmento de la crónica, traducido por Rafael Tena.
Aquí se refiere, se dice cómo llegaron y entraron
los antiguos llamados teochichimec axtlantacas
mexitin chicomoztocas
quienes vinieron a buscar y merecer tierras
en esta gran ciudad de México [ Tenoctitlan,
lugar señalado y famoso,
donde crece el nopal enmedio de las aguas,
donde el águila reposa y grita,
donde despliega sus alas al sol y come,
donde bufa la serpiente y nada el pez,
donde se mezclan el agua azul y el agua [ amarilla,
donde se incendian las aguas,
donde se conoce la fatiga,
entre los tules y las cañas,
donde se aguardan y se encuentran
los hombres de los cuatro rumbos,
adonde llegaron a establecerse los trece teochichimecas,
los cuales cuando llegaron
se asentaron aquí con grandes trabajos.
Será memoria digitalizada
Como el resto de los más de 200 documentos de tradición prehispánica que resguarda la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), el Códice Chimalpáhin también será digitalizado para que pueda ser consultado por investigadores y público interesado, informó Baltazar Brito, director del espacio.
«Es difícil entrar a la bóveda, sólo se le permite el acceso a especialistas que acreditan interés de publicar o de investigar; tenemos digitalizados los documentos y están disponibles para el público. Ahora tenemos la idea de digitalizar este códice, pues creemos que al digitalizarlo en una sola etapa se permitirá ponerlo al alcance de todos los investigadores que estén interesados y además permite conservar el original», señaló.
Brito aún no tiene una fecha exacta para llevar a cabo el trabajo, pero podría comenzar después de que concluya la exposición Códices mexicanos. Memorias y saberes, donde el documento es la pieza estelar hasta el 11 de enero de 2015.
Una vez concluida la muestra, el ejemplar regresará, junto con los otros 44 códices que se exhiben, a la bóveda bancaria con que cuenta la BNAH.
En esa bóveda, dice Brito, «damos énfasis a varios aspectos: uno es la humedad, que se mantiene en un porcentaje permanente y continuo; otro es la temperatura, que permite que el documento no sufra ningún daño, pero además de eso desde el momento en que se cierra la bóveda queda completamente a oscuras, porque la luz es lo que afecta los documentos».
«Para exhibirlos lo que hicimos fue replicar las condiciones de esa bóveda y trasplantarlo por así decirlo a la sala de exposición, cada uno de los códices que se están exhibiendo tienen un control especifico de la temperatura, la humedad y la luz no genera rayos UV y por consiguiente no hay calor. Se cambió el aire acondicionado y se le puso filtros para que no exista ningún daño, además de que se monitorea 24 horas al día durante todos los días que estará la exposición.»
El Códice Chimalpáhin, agregó, «llegó en muy buen estado a México, tiene algunos detalles que el tiempo no perdona, pero cuando llegó —embalado por una compañía— se estabilizo en la bóveda, se le hicieron guardas de primer nivel que consisten en ponerlo en un papel fabriano libre de ácido y se realizaron, por los compañeros de conservación de la biblioteca, unas cajas especiales para cada uno de los tres documentos».
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