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Ilustración de Alejandra Acosta. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 28 de septiembre de 2014. (RanchoNEWS).- Reinventar y reescribir algunos cuentos clásicos de Charles Perrault fue un ejercicio que la escritora inglesa Angela Carter (1940-1992) llevó a buen puerto en La cámara sangrienta, en el que historias clásicas como Caperucita roja, El gato con botas o La bella y la bestia fueron transformadas en cuentos con un carácter más tenebroso, gótico y cargados de erotismo. Una nota de Juan Carlos Talavera para Excélsior:
Originalmente escrito en 1979, para esta nueva edición Sexto Piso seleccionó a la ilustradora chilena Alejandra Acosta, influida por el trabajo y la técnica de los artistas Max Ernst y de los estudios con niñas del también polaco Balthasar Klossowski de Rola, conocido como Balthus.
«Para mí este libro es un rescate muy acertado, porque sucede, al menos a mí y a muchas personas de mi generación, que no conocíamos a Carter como autora. Sin embargo, tiene un montón de cuentos fantásticos y me parece muy interesante que la reinterpretación que hace de estas historias, ese punto de vista más erótico y feminista es muy potente», explica Acosta en entrevista con Excélsior.
El libro cuenta con diez relatos: La cámara sangrienta, El cortejo del señor león, La novia del tigre, El gato con botas, El rey de los trasgos, La niña de nieve, La dama de la casa del amor, El hombre lobo, La compañía de los lobos y Lobalicia.
«Me agradó trabajar con estos textos, pues, aunque están inspirados en cuentos clásicos, tienen muchos elementos que durante mucho tiempo han estado contenidos en mi obra gráfica. En el fondo me sentí un poco en casa trabajando con elementos con los que me siento muy identificada, como el bosque, los niños, las mujeres y los lobos, sobre todo ese tema tan potente de la mujer como personaje reivindicado, como la heroína», detalla la ilustradora.
Arte y emoción
Para Acosta, lo más importante fue trabajar a partir del contraste entre las historias y sus ilustraciones, «pues el ilustrador funciona como una especie de intérprete y en términos generales mi forma de abordar los textos es bastante emocional».
Trabajar a partir de elementos opuestos dentro de la trama visual, como la luz y la sombra, la bondad y la perversión, «me permite hacer una reinterpretación alejada de lo textual».
¿Por qué la figura humana es el centro de su trabajo?, se le cuestiona a la también artista. «La mujer es la protagonista de mis ilustraciones y para este trabajo quise convertirlas en heroínas, en el tema principal donde enfoca la luz, el punto de color o ponerlas simplemente al centro, esa mezcla de la mujer como un animal perverso, sin perder elegancia y feminidad».
¿Cuál es el fondo de su trabajo como ilustradora?, se le inquiere. «Mi ilustración tiene como característica una fuerza silenciosa, una especie de hablar desde el símbolo y la sugerencia. Me gusta entregar respuestas simbólicas, es decir, no busco entregar solución terminadas, sino sugerir algunas respuestas o emociones que el lector interprete».
¿Con qué historias se sintió más cercana? «Soy fanática de Alicia y Caperucita. Con ambos personajes trabajé muy rápido, sobre todo con Alicia fluyó y fluyeron todas las respuestas de forma muy rápida».
¿Es la ilustración el complemento en las historias de Carter? «Más bien pienso que en los libros ilustrados habitan dos autores: el del texto y de la ilustración. En ese sentido, siempre he pensado que ambos se complementan, pero desde un punto de vista muy diferente, porque cada uno tiene un discurso muy distinto y eso me parece que tiene un gran valor. Y aunque siempre hay conexiones entre los dos, siempre intento reinterpretar desde un punto de vista personal para que se aleje de la carga del texto. Es como si convivieran dos historias diferentes en un mismo libro».
Dentro de las 16 ilustraciones que acompañan La cámara sangrienta, se puede apreciar una serie compleja de paisajes fantásticos con espejos, sangre, cuchillos, aves, conejos y flores. Sin embargo, la ilustradora asegura que su fuente de inspiración no está precisamente en la literatura fantástica, sino en la poesía.
«Yo leo más poesía y me gusta mucho Alejandra Pizarnik, pero también me gusta ver la obra de Frida Kahlo y de Leonora Carrington. Pero en general soy lectora de poetas y de una cuentista chilena llamada María Luisa Bombal, que tiene unos cuentos catalogados como surrealistas», expresa.
Por último, Acosta habla sobre la técnica que utilizó para este trabajo. «Es un trabajo muy lento. Primero me planteo una idea central que trato de plasmar con un dibujo rápido, el cual me sirve de referencia para comprender los elementos que debo reunir para armar esta imagen».
Después comienza la búsqueda de los elementos, por ejemplo el bosque o determinado animal, una niña con ciertas características, el cordero, un cuchillo… y así arma la escena como un collage hasta que consigue el último elemento.
Esto le permitió establecer una conexión emocional con Angela Carter, para obtener una interpretación distinta a la literal. «Como estas historias están inspiradas en ‘cuentos clásicos’ me parecía necesario trabajar con una técnica clásica, así recopilé distintos grabados de los siglos XVIII y XIX, con los que fui armando cada collage».
Se trata de un trabajo inspirado en la técnica que utilizó Max Ernst, uno de los referentes para la artista en el terreno visual. «Sabemos que su trabajo es muy respetado, pero le cuesta mucho al público comprender la importancia del collage como arte. Entonces muchas personas le quitan mérito al trabajo, pero a mí me parece súper interesante trabajar en el rescate de imágenes olvidadas, que me han permitido rearmar escenarios con una obra nueva», concluye.
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