.
La escritora y dramaturga. (Foto: EFE)
C
iudad Juárez, Chihuahua. 16 de septiembre de 2014. (RanchoNEWS).- La mujer que siguió durante un año a Nicolas Sarkozy, convencida de que, más que un político, ha sido y es un personaje, no permite que la fotografíen y es capaz de crear líneas de diálogo tan ácidas como las que siguen: «Las parejas me dan asco. Su acartonamiento, su connivencia retrógada. Nada me gusta de esa estructura ambulante que atraviesa el tiempo en las barbas de los aislados. Las dos partes me inspiran desprecio y sólo aspiro a destruirlos». Una nota de Laura Fernández para El Mundo:
La responsable del exultante, trepidante y tormentoso guión de Un dios salvaje, de Roman Polanski, Yasmina Reza, ha vuelto. Y lo ha hecho con una novela coral que ella entiende como una serie de televisión paginada poblada de personajes neuróticos: Felices los felices (Anagrama), título que es también un homenaje, en absoluto velado, a los míticos versos de Jorge Luis Borges («Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor. Felices los felices»). «Creo firmemente que la felicidad es una predisposición, que no depende de las circunstancias. Podemos ser morenos, guapos, feos, y podemos ser felices. O no», dice la autora.
Si la felicidad es una predisposición, ¿están sus personajes predispuestos a todo lo contrario? Porque a ninguno de ellos les sale nada bien. Y todos parecen infelices, a su manera. Unos discuten y casi se lían a puñetazos por no haber comprado el queso correcto en el supermercado, otros se creen Céline Dion, aunque son niños de siete años, y los hay que desean, cueste lo que cueste, sufrir por amor. «No creo que sean infelices. De hecho, creo que en la novela hay muchos momentos de felicidad», contesta la autora. Los hay, pero son como pequeñas islas. De hecho, el aislamiento es una de las claves de la historia, o de cómo está construida (capítulos que llevan por título el nombre del personaje que toma la palabra). «Las situaciones que relato son en realidad muy trágicas, pero cuando las aíslas se convierten en algo absurdo y divertido. Me interesan muchísimo esos momentos de locura que vivimos a diario y que son absolutamente delirantes», confiesa.
Pero si algo es Felices los felices es una diatriba contra el mundo de la pareja. «No es una diatriba, es una reflexión», asegura Reza, una reflexión pesimista que ella no considera pesimista. «Todo parte de preguntarse si la pareja es una buena estructura para el amor y la respuesta es que no. No lo es. O lo es hasta cierto punto. Cuando se añaden la convivencia y los niños, la estructura pesa demasiado para que el amor pueda existir. De ahí que el adulterio se convierta en algo clave. Porque el adulterio es a veces necesario para que un matrimonio funcione», dice. O dicho de otra manera, «el matrimonio es una construcción perfecta para la práctica del adulterio». Lo dice y a continuación se arrepiente de haberlo hecho porque no le gusta sonar tan lapidaria. «Los escritores no sabemos nada en realidad, no somos sociólogos», añade.
Quizá por eso nunca planea nada. Ni cuando escribe para el teatro ni cuando escribe novela. «Los personajes son quienes construyen la historia». ¿Y están basados esos personajes en personajes reales? Niega con la cabeza, pero al poco rato asegura que el chico que cree ser Céline Dion (y que firma autógrafos en el manicomio con su nombre) está ligeramente basado en su propio hijo, que a los siete años jugaba a ser Céline Dion. También dice que ella suele jugar al bridge, como uno de sus personajes, pero que «nunca se ha comido una carta», como sí hace él. ¿Es demasiado cruel con sus personajes? «No, para nada, ¿acaso he matado a alguno alguna vez?».
La irrealidad de la clase política
Del año que pasó siguiendo a Sarkozy salió un libro, una especie de crónica-diario, titulado El alba, la tarde o la noche, que jamás habría existido de haberse propuesto seguir a Hollande, el actual presidente de la República Francesa. «No estoy en absoluto interesada en él. No creo que sea un personaje, aunque le pasen cosas de novela», sentencia la escritora, que sí ve interesante, sin embargo, a Marine Le Pen, aunque no moverá un dedo en esa dirección porque «todo lo que la rodea me deprime». En cualquier caso, es cierto, dice, que la clase política francesa goza de unos privilegios que la hace «flotar» por encima de lo real. «Quizá es por eso que están tan descentrados sentimentalmente. Viven en una especie de irrealidad, en un mundo de una ligereza moral indescriptible. Quizá es por eso que en muchos casos tienen una relación compulsiva con las mujeres. No importa si son de izquierdas o de derechas. A todos les ocurre lo mismo. Y es todo cosa de los privilegios que espero que se acaben algún día», apunta
REGRESAR A LA REVISTA