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«He venido trabajando hace muchos años en silencio y en soledad», reconoce Pablo Montoya. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de junio de 2015. (RanchoNEWS).- Casi desconocido fuera de su país, y aun en el suyo, el colombiano obtuvo uno de los mayores premios literarios de habla hispana con su novela Tríptico de la infamia, que narra la historia de tres pintores protestantes del siglo XVI. Silvina Friera reporta para Página/12.
«Yo era el menos visible», reconoce con humildad el escritor colombiano Pablo Montoya, ganador de la XIX edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, dotado de 100 mil dólares, con Tríptico de la infamia (Literatura Random House). Por esas extrañas carambolas del destino está en la Argentina, como profesor invitado por la Universidad Nacional de La Plata, participando en el congreso de Teoría y Crítica Literaria Orbis Tertius. «Aquí, en un hotelito que se llama San Marcos, me agarró la noticia», cuenta el escritor a Página/12. «Estoy sorprendido por el premio desde todo punto de vista. Mis libros se consiguen sólo en Colombia, pero tampoco soy muy visible en mi país. Soy un escritor que ha venido trabajando hace muchos años en silencio y en soledad, pero poco a poco se han ido reconociendo mis libros.»
La novela premiada narra la historia de tres pintores protestantes que se convierten en testigos e intérpretes de los horrores que, en nombre de la religión y el afán de riqueza, se cometieron en Europa durante el siglo XVI y se extendieron a la América recién descubierta. Cada parte de Tríptico de la infamia está dedicada a los pintores Jacques Lemoine, Francois Dubois y Théodore de Bry. «Más que la figuración pública de los escritores de finalistas, esta vez el jurado apostó a cierta originalidad de una novela que trata aspectos poco frecuentados; es una recreación del siglo XVI a través de la mirada de tres pintores. En la literatura latinoamericana los pintores son figuras fantasmales, salvo excepciones. Y creo que apostó también a una escritura que está muy afincada en lo poético y en la reflexión ensayística. Es una novela histórica que tiene un trabajo de investigación muy sólido», explica Montoya (Barrancabermeja, 1963), docente en la Universidad de Antioquia en Medellín, la ciudad donde vive, que ahora integra la galería de ganadores del Rómulo Gallegos junto a Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Javier Marías, Roberto Bolaño, Enrique Vila-Matas, Elena Poniatowska y Ricardo Piglia, entre otros.
Una de las integrantes del jurado, la académica venezolana Mariana Libertad Suárez, fundamentó la elección de la novela ganadora por «la originalidad, la coherencia estructural y la calidad literaria de una obra que reconstruye la conquista del Caribe con una perspectiva renovadora y profunda». Montoya es el quinto colombiano en recibir el Rómulo Gallegos luego de William Ospina (2009) con El país de la canela, Fernando Vallejo (2003) con El desbarrancadero, Manuel Mejía Vallejo (1989) con La casa de las dos palmas y Gabriel García Márquez (1972) con Cien años de soledad. «Yo estudié en París y empecé a conocer a esos pintores muy poco conocidos y que tuvieron relación con las guerras de religión y con la conquista de América. Los tres eran protestantes y exiliados, con unas sensibilidades que trato de recrear en la novela. La pintura me ha inquietado siempre, la he abordado en mis libros de poesía y en mis reflexiones ensayísticas», plantea el escritor colombiano, autor de La sed del ojo (2004), Lejos de Roma (2008) y Los derrotados (2012), entre otros títulos. «Soy un escritor muy excéntrico, en el sentido de que no escribo sobre la violencia, el sicariato o el narcotráfico –advierte Montoya–. Como viví mucho tiempo en Francia, tengo una fuerte influencia de algunos escritores franceses como Marguerite Yourcenar o Pascal Guignard. Hay escritores colombianos que aprecio y también discuto, como (Gabriel) García Márquez o Fernando Vallejo; pero son universos literarios de los cuales me distancio voluntariamente, a pesar de que vivo en Medellín, la ciudad que recrea constantemente Vallejo.»
¿Qué es ser excéntrico hoy en el siglo XXI?
Lo que pasa es que vivo y escribo en un país muy céntrico como Colombia, que mira con muchas sospechas esas literaturas que no tratan lo nacional colombiano. Quizá en un país como Argentina, en donde el cosmopolitismo está aceptado en la literatura y no es mal visto como se mira en ciertos ámbitos de Colombia, de pronto lo excéntrico no parece tener mucha importancia. Mi primera novela se llama La sed del ojo y recrea los inicios de la fotografía erótica en el París del Segundo Imperio. ¿Eso qué tiene que ver con Colombia? Mi segunda novela es sobre el exilio del poeta romano Ovidio, Lejos de Roma. ¿Qué tiene que ver esa circunstancia aparentemente con la realidad colombiana? Te voy a dar una definición más precisa: yo soy un escritor raro (risas).
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