Antonio Vega Macotela, muestra su Molino de sangre. (Foto: Cortesía del artista)
C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de mayo de 2017. (RanchoNEWS).- Durante la colonia en Bolivia, las monedas se acuñaban con molinos de sangre. Máquinas impulsadas por indígenas, al creer que su fuerza y resistencia era mayor a la de los burros o bueyes. Una industria que edificó símbolos de poder, control y valor simbólico con la energía y el tiempo de los hombres. Dinero plata que a la vez delimitó territorios y definió instituciones. Monumentos de bolsillo, pues, que aún en el presente son la abstracción del trabajo humano. Sonia Ávila reporta para Excélsior.
El molino en Bolivia se encontraba a cuatro mil metros sobre el nivel del mar y dentro de una mina a 45 grados centígrados versus los menos dos grados al exterior. Condiciones climáticas que sorteaban los indígenas acostumbrados al entorno de la sierra. Entonces las máquinas se convertían en antropófagos al transformar la carne humana en moneda de plata. «La vida del colonizado estaba dedicada a plasmar la cara del rey en la moneda», apunta Antonio Vega Macotela (Cd. de México, 1980), artista que investiga desde 2010 esta industria monetaria.
La historia del molino en Bolivia sirve a Vega Macotela para analizar el valor simbólico del dinero en la actualidad. Lo hace con una réplica escala 1:1 de una de estas máquinas que llevará a la exposición Documenta 14, en junio próximo. Frente al castillo del Orangerie, en Kassel, Alemania, montará el molino que también producirá monedas. Pero en esta ocasión serán los espectadores quienes giren la manivela para dar fuerza y energía e imprimir el dinero. Construcción de un objeto para pensar sobre la abstracción de un acto: esfuerzo humano igual a valor simbólico.
«La moneda es un monumento de bolsillo que representa un Estado. Todas tienen dos caras; una que es nominal y otra que tiene los escudos, símbolos o leyendas que es lo que la sostiene. Se me hacía muy fuerte cómo la vida es transformada en este monumento que tiene un valor a partir de un acto de magia. Magia no en el sentido del espectáculo sino de cuando se logra que el mundo simbólico de una cultura coincida con el real. El dinero vale porque la gente creen en él», explica en entrevista sobre el proyecto Molino de sangre.
Vega Macotela, quien realizó una residencia en Rijksakademie Van beeldende kunsten, Ámsterdam, participa por primera vez en Documenta, una de las mayores muestras de arte contemporáneo internacional, que se celebra desde 1955 cada cinco años. En esta edición, la exposición con la curaduría de Adam Szymczyk, se realiza en dos sedes: Atenas (abril-julio) y Kassel (junio-septiembre) Con el título Aprender de Atenas, la muestra propone reflejar la situación actual en Europa y poner de relieve las tensiones entre el norte y el sur.
El molino de Vega Macotela producirá 25 mil monedas durante los 100 días de exposición. Llevarán en una cara la figura del molino de sangre que es la institución que la sostiene, y en la otra unos cuernos y una derivación de la palabra Téo, que en Bolivia refiere al protector de los mineros. Estas entrarán a un sistema de producción de dinero virtual llamado Bitcoin. Entonces cada vez que alguien gire la maquinaria, el metal que genere se quedará dentro, y en un sitio de internet ex profeso se creará una criptomoneda. El artista espera reunir un millón de estas, cuyo valor comercial está dentro del mercado digital pero representan, como todo dinero, esfuerzo de producción.
Al presentar la obra dentro de un sistema del arte que da valor simbólico a acciones humanas, el artista propuso que las monedas no se obsequiarán como souvenir, sino entraran a una comunidad virtual. Una Bitcoin cuesta en promedio mil 200 euros y en el mundo existen 21 millones de estas. Vega Macotela decidió también que antes de iniciar la muestra se reunirá con las personas involucradas en el proyecto para decidir quién será el dueño del valor simbólico de las mismas. Desde los mineros con quienes colaboró en la investigación, la galería Labor que lo representa en el mercado, los ingenieros en computación y él como artista.
«Me interesa la economía porque la economía y el arte tienen en común que trabajan en abstracciones. En la economía, el dinero es una abstracción del tiempo, de energía y trabajo. Hay que entender que todo es una representación y que no existe el dinero por sí mismo. Entonces sí hablo del dinero, pero es más importante hablar de la abstracción de la vida, pues olvidamos de dónde viene, olvidados que es un acuerdo social».
Y el arte, asegura, es un mercado especulativo aún más complicado que genera valor a partir de elementos tan simples cómo quién usó el objeto, dónde estaba, la cantidad de difusión en prensa. Y en este proyecto, Vega Macotela dice que el objeto artístico puede ser la maquinaria, la moneda, la producción de criptomonedas, o ninguno. La simple acción documental.
La propuesta de quien ha expuesto en la 12 Bienal de la Habana, SITE Santa Fe International Biennial y la 29 Biennial San Paulo tiene origen, en cierto sentido, en el proyecto Time divisa en el que intercambió favores con presos del penal de Santa Marta Acatitla. En este caso la moneda de cambio era el tiempo: la misma cantidad de horas que el artista dedicó a realizar algún favor en la calle a petición del recluso, fueron las mismas que el preso dedicó a una acción solicitada por Vega Macotela.
Más reciente, el proyecto Filipídicas: Estudios sobre el agotamiento en el que retoma al héroe ateneo Filípides, un personaje de la mitología griega experto en carreras de larga distancia y quien sirvió como mensajero de la victoria del maratón. Pero al llegar a los magistrados, con su último aliento, antes de morir de agotamiento dijo, «Alégrense, ganamos». «Todos somos como Filípides, pero nuestra carrera se limita a la continuidad, como la de alguien trabajando hasta el agotamiento en los molinos de sangre».
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