C iudad Juárez, Chihuahua. 22 de mayo de 2017. (RanchoNEWS).- Piense en tres escritores de lengua española contemporáneos. Es casi imposible que no surja en su mente alguno de los tres protagonistas de estas páginas. Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte y Javier Marías son, probablemente, nuestros tres autores más universales. Por eso, nada como reunirlos para celebrar el inminente inicio de la Feria del Libro. Pasión, memoria y sabiduría conviven en esta conversación única entre tres grandes de las letras españolas, informa la Redacción de ABC.
Si, en lugar de leerla, pudiera usted escuchar esta conversación entre estos tres escritores, no lo dude, en su mente quedaría fijada para siempre la risa de Mario Vargas Llosa. El Nobel de Literatura celebra a carcajadas contagiosas, vitales, clave quizá de su lucidez a los 81 años, los comentarios maliciosamente cariñosos que Arturo Pérez-Reverte le lanza a su amigo y colega Javier Marías y la elegancia con la que este los recibe. Palabras como complicidad y respeto, totalmente mutuo, sobrevuelan al aperitivo por el comedor privado de El 38 de Larumbe, el restaurante madrileño donde estos tres académicos de la RAE –sillas L, T y R– se disponen a almorzar. Dos palabras omnipresentes que van dejando espacio, de forma progresiva, a otras como pasión, trabajo, lecturas, memoria, infancia, educación, machismo, elitismo, pesimismo y otros ‘-ismos’; o a nombres como Flaubert, Stendhal, Hitchcock, John Ford e incluso Pokémon, por adelantar algunos. Surgida a modo de celebración previa de la Feria del Libro –arranca el próximo viernes en Madrid–, esta cita única es, de algún modo, un homenaje a quienes aman la lengua, la literatura y, al igual que Vargas Llosa, Marías y Pérez-Reverte, entienden el placer de leer como «una experiencia privilegiada» sin la cual nuestra sensibilidad y nuestra fantasía quedarían gravemente dañadas. De la mano de la colombiana Pilar Reyes, editora de Alfaguara y, a la sazón, una de las personas que mejor conoce la intimidad literaria de estos tres autores de novelas, relatos, ensayos, artículos, obras de teatro y otros artefactos literarios, la conversación arranca inquiriendo sobre sus respectivos hábitos de escritura. Toma la palabra Mario Vargas Llosa.
Mario Vargas Llosa. Bueno, yo escribo a mano, siempre. Incluso los artículos, fíjate. El ritmo ese de la mano es el que más me conviene. Escribo en la mañana, y en la tarde paso a la computadora, pero todo a mano. Hay días en que uno trabaja muchísimo, diez páginas quizá, aunque quedes muy extenuado, y otros en que la cosa sale a regañadientes. No importa, yo me siento y, aunque tenga como náuseas, ahí estoy.
Arturo Pérez-Reverte. ¡Claro, somos profesionales! Yo, de hecho, me lo tomo como ir a la oficina. Me levanto y, tenga o no ganas, me siento al ordenador.
Javier Marías. Yo siempre escribo a máquina y, además, página a página. Trabajo cada una hasta la extenuación, hasta darla por buena, aunque eso me obligue a teclear cada una cinco veces. Pero me funciona. Me voy acostumbrando a ella, la voy asimilando y, además, no releo nada hasta que he finalizado la novela.
Vargas Llosa. ¡Escribes a máquina! Y tendrás una buena reserva de cintas, porque…
Marías. Bueno, hay una papelería cerca de casa que me las trae. Siete cada vez.
Pilar Reyes. ¿Y cómo son sus rutinas?
Pérez-Reverte. Yo me levanto y estoy hasta las dos, dos y media. Por la tarde reviso y lo dejo listo para el día siguiente. Escribo seis horas cada día…
Marías. ¿Tú? ¡Qué va, qué va! ¡Pero si viajas casi todos los días de tu vida!
Pérez-Reverte. ¿Qué quieres decir, que las novelas me las hace un negro? [Se ríen a carcajadas]. Lo que pasa es que me disciplino mucho, no como tú. Es que Javier se acuesta tardísimo. Le llamas a las doce y no existe, no es persona. ¡Es un vegetal!
Marías. Pero bueno, ¿qué mérito hay en madrugar? Yo duermo lo mismo -de cuatro a once o un poco más- y trabajo por las tardes.
Vargas Llosa. ¡Te acuestas a las cuatro! Yo no, yo siempre me levanté muy temprano, desde chico. Duermo cinco horas y media lo más y me voy al gimnasio. Una hora. Todos los días.
Pérez-Reverte. Así está como está el tío [se ríen]. Por cierto, Mario, de Javier ya lo sé, pero tú, cuando estás con una novela, ¿te vitaminas con libros, con autores que te crean estado de ánimo?
Marías. ¿Te refieres a lo que dijo Faulkner en aquella entrevista a la Paris Review, que lo primero que hacía era leer unas páginas de la Biblia para ponerse a tono?
Pérez-Reverte. Sí. A mí me pasa con Conrad. Cuando estoy que necesito, no inspiración: vitaminas, energía, ganas de trabajar, por la tarde leo una o dos horas de Conrad y me dan ganas de seguir siendo escritor.
Vargas Llosa. Dirás que es algo un poco perverso, pero ¿tú sabes qué me levanta el ánimo? Cuando estoy desmoralizado leo el suicidio de Madame Bovary, que se toma el arsénico en el cafarnaum y hay esa descripción absolutamente genial donde se le va descomponiendo la cara, ¡hasta que le salta la lengua! La perfección de esa escena atroz, la belleza de la descripción tan precisa…
Marías. A mí Shakespeare me resulta realmente fértil. Abres algo al azar y encuentras frases enigmáticas que ves que deben de tener un recorrido…
Pérez-Reverte. Es que hay autores que te dejan puertas entornadas que tú tienes que abrir. Por eso releer es tan importante. Tu corazón y tu cabeza han cambiado y el libro es nuevo.
Vargas Llosa. Y, de pronto, descubres cosas que se te pasaron… En todas las obras maestras encuentras más cosas de las que viste en la primera lectura.
Pilar Reyes. Tú decías, Javier, que no podrías volver a leer a Faulkner.
Marías. Sí, le tengo un poco de miedo…
Vargas Llosa. Yo nunca he podido releer la trilogía de Los tres mosqueteros. No me he atrevido, fíjate, porque fue una lectura tan fundamental que tengo miedo de que no sea ya lo que fue para mí. ¡Me cambió la vida!
Marías. Pues es tan buena que, incluso literariamente, es mejor de lo que probablemente crees que es.
Pérez-Reverte. Para un joven lector es EL libro. Lo he leído varias veces. La última hará unos cinco años. Aún me emociono y se me moja el lagrimal con la muerte de Portos en la gruta de Locmaria, cuando dice: «Es demasiado peso».
Vargas Llosa. ¡Oh, sí! Y lo que dice el narrador. «Es la primera vez que pensó en lo que ocurriría si él no corría. Y eso lo dejó paralizado». ¡Maravilloso!
Marías. ¿De verdad no la has releído?
Vargas Llosa. No, desde niño. ¡A mí me marcó la infancia! Soñé y soñé con la historia de los mosqueteros.
Pilar Reyes. Recuerdo el artículo por tu 80 cumpleaños donde decías que, de tu infancia, te acordabas más de personajes de ficción que de personas reales…
Vargas Llosa. Sí, claro. Esos personajes están mucho más vivos en la memoria que mis compañeros de colegio.
Marías. Pero es natural, porque en las novelas asistes a la vida de alguien…
Pilar Reyes. Ésa es la riqueza del niño lector, que vive dos vidas: la de su día a día y la de los libros, que es tener otra memoria.
Pérez-Reverte. Sí, multiplicas la vida por todos los libros que lees. Por eso la infancia de un niño lector es tan rica, porque vive mil vidas, hace mil viajes y llega a la adolescencia con mil mundos visitados y con mil amigos con los cuales ha vivido, ha luchado y ha viajado. Un niño lector tiene una riqueza que…
Marías. Y un aprendizaje de la naturaleza humana que nunca alcanzas en la vida real. Además de una pérdida de la ingenuidad; y a salvo, ya que no vive, en realidad, las situaciones de peligro de las novelas.
Vargas Llosa. ¿Y qué pasa con los niños de hoy que no leen? Es una experiencia privilegiada y si no la tienes, de alguna manera por lo menos, tu sensibilidad y tu fantasía son menos ricas. La relación con la imagen jamás puede ser tan rica para un niño como la que establece con un personaje de ficción, esa historia que al niño lo deslumbra, lo hechiza, que envuelve sus sueños…
Pérez-Reverte. Estamos de acuerdo. Aunque el mundo que viene es muy distinto al nuestro y habrá que estar adiestrado para sobrevivir en él.
Vargas Llosa. Bueno, claro, pero no estoy seguro de que sea mejor para la formación de la personalidad que el mundo en el que la literatura era un ingrediente fundamental.
Pérez-Reverte. Sin duda. Pero estando de acuerdo con eso diré que, aunque yo no sé encontrarle la épica a Pokémon, a lo mejor un chico de doce años sí. No sé, los grandes mitos ya no llegan por la literatura a los jóvenes, llegan por los videojuegos. Ojo, no es que juzgue si es bueno o malo, pero me pregunto qué va a salir de ahí. Mi curiosidad es cómo será el joven culto del año 2050. No será como el de 1950, desde luego.
Marías. Yo veo que se ha perdido estructura, tempo, pausa, expectativa… Las novelas podían ser más trepidantes o más pausadas, pero siempre había eso. Y en el cine también. Eso sí que me parece una pérdida, porque la verdadera vida sí tiene eso: condensación, pausa, espera, amenaza…
Pilar Reyes. ¿En breve la novela será un género para unos pocos?
Vargas Llosa. La literatura no va a desaparecer, pero será cada vez más marginal. La poesía, la novela, los ensayos… Será un margen muy grande, numeroso, pero ya no representará, de ninguna manera, la orientación central de la cultura, de la vida creativa.
Pérez-Reverte. Mario, ¡es que somos los últimos pistoleros! [Se ríen a carcajadas].
Vargas Llosa. A propósito, anoche estuve con Fernando Savater y contó una cosa que me dejó muy intrigado. Había dado una vuelta por la universidad en San Sebastián y se había quedado impresionado con la cantidad de carteles que había contra el amor romántico…
Pérez-Reverte. Porque es machista…
Vargas Llosa. Sí, el amor romántico como ingrediente fundamental de la explotación, la discriminación y la violencia de género; la fuente de todo lo que anda mal en la sociedad. Pero si el amor no es romántico, ¿qué cosa es? Es que sin amor romántico, simplemente, ¡ya no hay amor!
Marías. Ortega decía: «El español se caracteriza por tomar al rábano por las hojas» [se ríen a carcajadas].
Vargas Llosa. Pero es que el mundo entero está tomando el rábano por las hojas. Es francamente inquietante.
Pérez-Reverte. Mirad, cuando salió Falcó, mi novela, que ya sabéis que es un espía torturador, asesino, sin escrúpulos…, una periodista me dijo: «Oiga, pero este personaje es que no respeta el no de una mujer». Fíjate: lo que le llamaba la atención de un torturador y un asesino es que no respete el no de una mujer. Es un síntoma significativo de lo que viene.
Marías. Bueno, y ya si es un narrador en primera persona, como en mis novelas. «Es que usted dice…». Oiga, que yo no digo nada, lo dice el narrador que es tan personaje como los demás. Y se quedan así, como diciendo. «Ya, pero lo ha escrito usted…».
Pérez-Reverte. Lo cargan todo a tu cuenta personal. Te hacen responsable de lo que piensa cada uno de ellos.
Pilar Reyes.¿ Y les ha pasado de gente que se acerque y les cuente historias de vida para que ustedes las escriban?
Marías. Sí, sí. A esos les digo: «Bueno, ¡pero escríbala usted!» [se ríe].
Pérez-Reverte. Escribí un artículo sobre eso, ¿te acuerdas, Javier? De una vez que me vino uno que me dijo: «Ah, don Arturo tal y tal. Pues es que yo quiero escribir una novela». «¿Sobre qué?», le pregunté. «Ah, no sé, quiero escribir una novela» [empiezan a reírse]. Y le dije: «¿Y por qué no compone usted una canción?». «No, no, una canción es muy difícil» [se ríen más]. En fin…
Marías. ¡Con lo difícil que es escribir una novela!
Pilar Reyes. Quería preguntarles. ¿Han aprendido algo para el arte de narrar de alguna secuencia cinematográfica?
Vargas Llosa. Yo aprendí una cosa del cine: la velocidad. En la novela antes había descripciones muy largas. La novela moderna ha cambiado totalmente por la influencia del cine.
Pérez-Reverte. Sí, el cine nos ahorra mucho trabajo, porque apelas a esa memoria audiovisual del lector y no tienes que describir tanto. En mi caso, John Ford es fundamental en mi vida como escritor. Con él aprendí que un secundario sólido te garantiza un buen hilo narrativo. Esos sargentos de Ford fueron decisivos para mí. Y hay escenas que aún me ponen la piel… En Fort Apache, que sale la caballería y las esposas ven irse a los héroes; en mis tiempos de reportero, yo vi salir a los hombres a luchar y a las mujeres mirándolos, como en aquella película que vi de niño… «No puedo verle. Sólo veo las banderas». ¿Te acuerdas? O cuando John Wayne le quita del cuello el pañuelo a Constance Towers [en Misión de audaces]…
Marías. Son detalles mínimos, pero te enseñan que los detalles en las novelas son sumamente importantes. A veces, es una sola línea la que provoca la emoción. Yo del que más he aprendido para la narración es de Hitchcock. Tiene una técnica narrativa extraordinaria. Hay una escena de Marnie la ladrona en que la protagonista abre una caja fuerte mientras, en planos alternos, hay una señora de la limpieza en el pasillo que se va acercando hacia donde está ella. No la ve. Y se acerca y se acerca… La va a pillar. Y, de pronto, a Tippi Hedren se le cae el bolso, hace ruido y, entonces, resulta que la mujer es sorda [se ríen].
Pérez-Reverte. ¡Era un maldito genio!
Vargas Llosa. Hombre, pero de las novelas también recuerdo episodios imborrables. En Esplendores y miseria de las cortesanas [de Balzac] hay una escena con el protagonista sentado en una diligencia frente a una señora que, percibe de pronto, cada vez que hay un bache se toca la rodilla. ¡El viaje entero él lo pasa concentrado en la rodilla! Es de una delicadeza, de una inteligencia…
Pérez-Reverte. ¡Qué maravilla!
Pilar Reyes. Los tres son académicos y escritores. ¿Hay discusiones en la RAE entre escritores y lingüistas?
Pérez-Reverte. El problema que se da más a menudo deriva de que ellos tienen una visión fría de la lengua, como ladrillos de una pared; les da igual lo que escriba Vargas Llosa o el prospecto de un medicamento, mientras que nosotros tenemos cada mañana 20 problemas por resolver en forma de frases, tildes, punto y coma… Ahí sí que tenemos ásperas discusiones.
Marías. Nosotros tenemos algo que, a menudo, filólogos, lexicógrafos y lingüistas no tienen, que es, no sé cómo definirlo: un sentido de la lengua, del matiz de las palabras.
Vargas Llosa. Claro, una cosa es trabajar con la lengua viva y otra con la lengua inmovilizada por la ciencia.
Pérez-Reverte. Tenemos oído, como el músico. La experiencia y el adiestramiento te generan un sentido del ritmo que no está en las reglas. Detectas si algo va mal… En literatura, todo aquello que funciona es válido y lo que no funciona no es válido. Venga de la ley que venga.
Vargas Llosa. ¡Absolutamente! Ésa es la gran frontera con ellos; que tenemos una intuición instantánea de la incorrección. Una música. Sientes que falta o que sobra algo. Es muy subjetivo y si algo te chirría en una frase eso determinará, finalmente, que la consideres correcta o incorrecta.
Marías. La cuestión del ritmo de la prosa es esencial. Me puedo estar equivocando, pero percibo esa música y soy capaz de rehacer una página entera, y a máquina, porque necesito una esdrújula, ese adjetivo…
Vargas Llosa. Sí, yo rehago mucho, corrijo mucho, y hay que ser implacable. Es Flaubert puro. cortar, corregir, cortar; no ser complaciente con uno mismo respecto a las palabras. Hay que meter el hacha. Aunque también el exceso de autocrítica puede ser muy destructor. Si insistes en corregir y en rehacer, puedes estropear lo que estaba bien. Hay que saber cuál es el límite.
Pilar Reyes. Los personajes de Mario, por ejemplo, tienen una especificidad de habla muy clara, muy trabajada…
Vargas Llosa. Es que un personaje se define por su manera de hablar. Hay ciertas expresiones que sólo las puede decir una persona de un cierto sector social y que otro no diría jamás.
Marías. Yo no hago eso.
Pérez-Reverte. Porque la franja social de tus personajes es muy homogénea. Todos, pijos [carcajadas].
Marías. No, no son pijos [siguen riéndose los demás]. Es gente normal, más o menos cultivada… Si miras a la literatura española eso casi no ha existido.
Pérez-Reverte. ¡Estoy de coña, Javier! Oye, otra pregunta: ¿qué palabra de la lengua española es la que más os gusta?
Vargas Llosa. ‘Libertad’. Es maravillosa. Es una palabra rica, positiva, a pesar de estar manoseada, tan mal usada.
Pérez-Reverte. La mía es ‘ultramarinos’. Lo tiene todo. Tiene latín, tiene historia, tiene mar, tiene América, tiene hasta aroma; huele a las tiendas de ultramarinos. Es una novela de palabra. Me encanta.
Marías. La mía es una palabra muy literaria. ‘Remembranza’, que es una palabra preciosa.
Pérez-Reverte. Hermosísima. Y te va mucho. Las tres que hemos dicho corresponden a nuestra literatura.
Vargas Llosa. Bonita pregunta, sí.
Pilar Reyes. Quería preguntarles por la distinción entre escribir novelas y artículos de opinión, que los tres escriben y que son ejercicios tan distintos.
Vargas Llosa. Pero complementarios, porque es muy peligroso que la literatura se corte de la vida, de la calle…
Marías. A mí me choca que soy mucho más sincero y brutal en las novelas que en las columnas, porque con éstas tienes más presión. Antes decíamos que la gente te confunde con tus personajes o tus narradores, pero aquí lo digo yo y lo opino yo. Y muchas veces piensas: «Bueno, voy a decir algo que no caerá muy bien, pero tampoco voy a amargarles el domingo con algo terrible y pesimista».
Pilar Reyes. Hay una columna de Arturo, la que ganó el Premio Don Quijote de Periodismo, que me pareció especialmente deprimente.
Pérez-Reverte. Los godos del emperador Valente. Sí, pretendía decir que todo el sustrato sobre el cual se han cimentado los grandes avances de libertades, de los derechos del hombre, la idea de Europa como faro del mundo se está yendo al carajo. Soy muy pesimista respecto al futuro de ese mundo, desde Homero hasta hoy; todo eso se está desmoronando.
Vargas Llosa. Pero eres tan pesimista de verdad o es un rato de mal humor que…?
Pérez-Reverte. Lo soy de verdad. Voltaire, Montesquieu, Montaigne, Cervantes… están condenados a muerte.
Vargas Llosa. Pero es un pesimismo que no tiene justificación. El mundo entero está mucho peor que Europa.
Pérez-Reverte. Pero Europa era el faro y su luz está parpadeando.
Vargas Llosa. Yo creo que es imposible que una persona como Arturo tenga pesimismo. Tú eres la negación del pesimismo. El trabajo que tienes, cómo enfrentas tu vocación…, hay una postura optimista en la base de todo eso.
Pérez-Reverte. Sí, pero desconfío de la condición humana. Todo se estrella en el mismo escollo.
Vargas Llosa. Ah, bueno. Está bien, esa vigilancia me parece justa, pero que no creas en este mundo…
Pérez-Reverte. Ahora te lo digo al revés. Lo raro es que un tío con tu experiencia, tu cultura y con lo que sabes del ser humano y del mundo en que vivimos siga siendo optimista [se ríen].
Vargas Llosa. No hay alternativa, viejo. Si no, te mueres.
Pérez-Reverte. A lo mejor eso te mantiene joven, precisamente. Tu vitalidad, tu actividad, tu vigor quizá tengan mucho que ver con que sigues teniendo fe en esas cosas.
Vargas Llosa. Es importante mantener vivos los ideales, actuar como si la muerte fuera un accidente.
Marías. ¿Sabes lo que pasa? La gente, en términos generales, cada vez sabe menos de Historia, cómo fue el mundo antes de que nacieran; hay desinterés y es muy difícil apreciar lo que tienen ahora.
Pérez-Reverte. Es que hoy, cuando un niño brilla desde el colegio todo el sistema está creado para machacar cualquier destello de brillantez, de inteligencia o de independencia, para que no deje a los torpes atrás. ¿Os dais cuenta del descrédito que la élite tiene y del acoso que hay? Es una de las peores amenazas que tenemos. Nos están dejando sin élites. ¡Es el triunfo de los torpes!
Vargas Llosa. Que haya una diferenciación de acuerdo con tu talento, tu capacidad de trabajo, tu contribución al bienestar general. Oye, si no hay eso, es que…
Marías. Junto con racista, machista y sexista, elitista es hoy el peor insulto. Hay una cicatería generalizada que no entiendo.
Pilar Reyes. Sólo una última pregunta. Los tres están ahora terminando libros. ¿Cómo es ese estado final?
Pérez-Reverte. Te voy a hacer yo una interpretación de Javier. En cuanto Javier tiene una novela es una delicia de Javier. Es para llevárselo a casa. Pero cuando la empieza es insoportable. Dice: «No sé si la acabaré. Es malísima. No sé si la publicaré». ¡Que eres un agonías! [Se ríen].
Marías. No, no…
Pérez-Reverte. ¿Cómo que no? Aquí está un testigo [señala a Pilar Reyes]. Ahora bien, cuando está a punto de terminarla y ya la ve, se relaja y es feliz, encantador, sonriente [se ríen]. ¿Es o no es así, Javier Marías?
Marías. No es así, porque yo procuro ser agradable en todo momento [carcajadas]. Cuando cierro la máquina, no doy la lata. Si tú me preguntas, pues te digo: «Lo que estoy escribiendo es una porquería». Es verdad.
Pérez-Reverte. «No sé si la terminaré, no sé si esta novela…».
Marías. «Debería tirarla, es una porquería» [se ríe]. Mi inseguridad es irremediable y empeora con los años. Y luego también hay el cansancio y el temor a que por las prisas estropees el final: «Aquí me tengo que calmar, aplacar las prisas, mantener el tempo, el ritmo; no puedo, de pronto, abreviar». Y es una tentación.
Pérez-Reverte. Lo mío es un proceso continuo. Termino una novela y ya tengo en la cabeza la siguiente.
Marías. ¡Es intolerable! [Se ríe]. ¿Acabas una y tienes la siguiente?
Pérez-Reverte. A la semana yo ya estoy escribiendo otra. Una novela que estás terminando no te aburre, pero ya es demasiada convivencia. Te apetece cambiar, sentir otra vez ese estado de expectación, dormirte cada día pensando en lo que escribirás por la mañana. Levantarme y decir: «¡Me toca novela nueva!». En vez de: «¡Maldita sea, me toca artículo!» [se ríen todos a carcajadas].
Pilar Reyes. ¿Tú sabes que Javier lleva la lista de cuántas páginas escribe cada mes?
Pérez-Reverte. Es un psicópata [se ríen]. Te debes a tu leyenda.
Marías. Y también la lista de cuántos días he podido trabajar. El año pasado fueron 161 días que no pude hacer nada. Cuando hago una interrupción de cuatro, cinco, siete días, vuelvo –me cuesta, pero vuelvo– y a menudo me digo: « ¿Y quiénes son estos? ¿Qué es lo que les está pasando? Si ya no me acuerdo de nada» [se ríe].
Vargas Llosa. Como la historia de Balzac, que escribía tres novelas a la vez y las historias se le confundían y los personajes se le cruzaban. Y al final encontró la manera maravillosa esa de hacer saltar a los personajes de las historias. ¡Pero es que le ocurría en la vida real! ¡Fantástico!
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