Rancho Las Voces: Textos / Élmer Mendoza: Celebrar a Rulfo
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

martes, mayo 23, 2017

Textos / Élmer Mendoza: Celebrar a Rulfo

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El autor de Pedro Páramo. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de mayo de 2017. (RanchoNEWS).- Rulfo cumplió 100 años y está más vivo que nunca. Sigue en la polémica, las preguntas y en los estudios universitarios. También en las cantinas, las carreteras y en los ojos de mujeres hermosas. El bato tenía lo suyo. Vivió para que lo contáramos y hay un buen número de autores mexicanos y del mundo que disfruta sus textos lo mismo que especular sobre sus misteriosos laberintos de tiempo. Autores que reconocen sus enseñanzas, su leyenda y esa manera tan propia de vivir y convivir con un asedio que siempre manejó con maestría. Saludos al tío Celerino.

Entre las instituciones que organizaron homenajes está la Universidad de Guadalajara. Así, invitado por Patricia Córdoba y autoridades de los Centros Universitarios de Ciencias Sociales y Humanidades, y del Sur, el 16 de mayo pude compartir mi admiración por el maestro jalisciense, mi relación con su fantasma y con la tremenda secuela entre quienes cuidan y descuidan su nombre, que es más espesa que su sombra. Hijos de la rechintola. La inauguración de este homenaje académico realizado en la Facultad de Literatura corrió a cargo de Fernando del Paso, quien tomaba café y fumaba con Rulfo cada vez que se encontraban en el Centro Mexicano de Escritores. Don Fernando nos contó de un Rulfo conversador, lector compulsivo y dueño absoluto de sus emociones. Al final de su intervención, preguntó al fantasma de don Juan si le apetecía un café y un cigarrito, hubo amorosas risas, luego, los dos abandonaron el recinto como si tal cosa.

Escuchar a Fernando del Paso hablar de Juan Rulfo es un enorme privilegio, y así lo entendimos los que colmamos el auditorio de la Facultad de Literatura. Luego los invité a ver recorrer lomas a Juan Preciado con Abundio Martínez hasta llegar a Comala, donde el arriero aconsejó al hijo de Doloritas buscar a Eduviges Dyada para que le diera alojamiento. Esta escena de Pedro Páramo es la puerta de entrada a una obra maestra. Les conté a los presentes lo difícil que fue detectarla y reconocerla, el ejercicio superior de escuchar las múltiples voces y adjudicarlas a los personajes que igual entraban que salían. A los mexicanos nos cuesta reconocer las virtudes de otros mexicanos. Y no era el tema, la vida rural era y es una herida abierta en este país, era la forma: capítulos breves, poesía, personajes en el filo de la navaja, el monólogo interior, la eliminación de la línea épica, el lenguaje como instrumento de identificación de una región y de una época, la que nos traía otros sueños. Pedro Páramo se convirtió en una marca en la literatura hispanoamericana. No fue algo inusitado, fue algo que ocurrió poco a poco y la huella que iba dejando era como la que la venganza del cacique dejó en Comala.

En los 70, la fama de la novela y del libro de cuentos El Llano en Llamas era absoluta. En la UNAM hablábamos de Pedro Páramo como ahora hablan de futbol. Mis amigos que iban a otras universidades, al Poli o al Tec, no temían confesar la manera en que una novela tan mexicana les había sacudido su forma de leer. Los lectores de Russell, Marcuse, Chardin, Sartre, Borges, Carmichael y Bernal intentaron descubrir la matrix de pensamiento del autor y llegaron a la conclusión de que la literatura es un reino de reglas móviles pero no tanto, y que el universo del placer de leer sin condicionamientos es como acariciar los labios abullonados de Susana San Juan y encontrar que son los de la mujer de nuestros sueños.

Al concluir mi conferencia, siete jóvenes me confesaron que querían ser tan seductores como Miguel Páramo. Tres chicas prometieron amar el agua tanto como Susana San Juan y un par de cosas más. Un afilador de cuchillos tocó el silbato pero nadie se le acercó. Juan Rulfo nos convoca cada que le da la gana a recordarlo. Eduardo Antonio Parra y yo lo encontramos horas después en El Farallón de Culiacán; le preguntamos, ¿Cómo está, maestro? Dijo que bien. Lo hacía con Fernando del Paso bebiendo café y fumando cigarritos. Estuve bebiendo café pero no fue con él, fue con Campbell, Del Paso tardará mucho en llegar. En ese momento arribó Leonor para responder: Y nosotros tardaremos aún más, maestro, don Juan hizo un gesto afirmativo y agradeció al mesero que en ese momento le sirvió su bebida favorita. Nosotros continuamos conversando de Fulgor Sedano, Emanuel Carballo, Damiana Cisneros, Alí Chumacero, Inés Villalpando y de las piedras que hace unos años recogió Nick Pureco del patio frontal de la Media Luna. Ahora digamos salud por el maestro; vamos, no digan que después porque les cae el ánima de Sayula.

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