Portada del libro. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de mayo de 2017. (RanchoNEWS).- Víctor L. Ochoa, periodista e inventor, fue el primer mexicano-estadunidense de El Paso que en 1893 emprendió desde esta ciudad una rebelión en contra de Porfirio Díaz. Y Carmelita Torres fue una mexicana de 17 años que, en 1917, se negó a bajarse del tranvía El Paso-Juárez para que los agentes migratorios la despiojaran, la bañaran con queroseno y le raparan la cabeza. Virginia Bautista reporta para Excélsior.
Personajes como estos, que forman parte de «una excéntrica serie de individuos» que estuvieron en las urbes fronterizas de El Paso (Texas) y Ciudad Juárez (Chihuahua) durante el proceso de la Revolución Mexicana, conforman las distintas caras de la frontera, la gran protagonista del libro de David Dorado Romo que acaba de publicar en español editorial Era.
Con la figura del líder revolucionario Pancho Villa como guía, el historiador estadunidense, descendiente de mexicanos, recorrió durante cuatro años las calles y los barrios de estas urbes para confeccionar Historias desconocidas de la Revolución Mexicana en El Paso y Ciudad Juárez, que aborda la insurrección «desde el punto de vista de aquellos a quienes las historias oficiales han considerado marginales».
En entrevista, el doctor en Historia de la Frontera por la Universidad de Texas en El Paso detalla que se interesó, por ejemplo, en los músicos de banda militar que tocaban óperas de Verdi durante las ejecuciones en Juárez; en los cineastas que fueron a hacer películas mudas, como La venganza de los greasers; en las mujeres toreras, los músicos de jazz durante la prohibición, espías con cámaras Gráflex, chinos ilegales, contrabandistas de armas y, por supuesto, revolucionarios.
«Este libro trata tanto sobre la efervescencia cultural como sobre la Revolución. Es sobre una visión de la historia que ha quedado clavada al subsuelo, enterrada bajo las mitologías racistas», afirma.
Tras investigar en diversos archivos de ambos países, el también ensayista y músico hizo un «mapa sicogeográfico» de los personajes que desde hace cien años defienden su identidad y su cultura en esta área: curanderas místicas, periodistas subversivos, inventores iluminados, desertores del Ejército y fotógrafos aventureros.
«Es una frontera subversiva. Y quienes viven aquí son híbridos inclasificables… son gente de las orillas: ni verdaderos estadunidenses, ni verdaderos mexicanos», añade.
Quien estudió además en las universidades Hebrea de Jerusalén y de Stanford explica que empezó escribiendo este volumen como parte de un proyecto de la cultura underground de la frontera. «Pero terminé encontrándome a Villa en todas partes: gente que se parece a él o los lugares donde estuvo, donde vivió, donde compró bicicletas para su tropa, donde resguardaba las armas. Entonces, descubrí qué tan importante es su figura como símbolo de la Revolución Mexicana y permití que me guiara en el recorrido».
Publicado en inglés en 2005, el autor empezó a trabajar en este título en 2001 y ahora, 12 años después, sigue deambulando por ambas ciudades, en las que creció, y confirma la vigencia y la complejidad que conserva esa cultura subterránea.
«Ahorita estoy involucrado en una lucha barrial, de un barrio que se llama Duranguito, ubicado al sur de El Paso. Ahí tenemos la casa subterránea clandestina donde vivía Pancho Villa y su hermano Hipólito. Ahí guardaban armamento. Ahora quieren destruir este barrio, que son como nueve acres, quieren hacer campos deportivos», cuenta.
En su opinión, está ganando la lógica del comercio, del dinero. «Quieren hacer un Walmart donde supuestamente se escribió la novela Los de abajo, de Mariano Azuela. Quieren sacar las raíces históricas de México del suelo estadunidense, para decir que ellos siempre han sido migrantes, transitorios, que no pertenecen ahí», agrega.
Por esta razón, el estudioso rescata la microhistoria, «la historia de los de abajo, la no oficialista, lo que cantan los corridos, lo que dicen los periódicos, la perspectiva, la propaganda afectiva».
Señala que una gran cantidad de acontecimientos vinculados a la Revolución tuvo lugar dentro de los 13 kilómetros cuadrados del área comprendida entre el centro de El Paso y la aduana de Juárez.
«La microhistoria tiene que ver más con los rasgos pequeños y los detalles inesperados que con las grandes explicaciones. Es un método de estudio que se centra más en lo misterioso y lo poético que en lo esquemático», destaca quien, siguiendo estas reglas, narra de manera amena la infinidad de vidas que fue encontrando.
«Estoy tratando de mostrar que en la Revolución Mexicana el margen es el centro, que este movimiento comenzó en la frontera, que la cultura subterránea también forma parte de un terreno de lucha, que la cultura en sí es un arma», indica el historiador.
Cruzar fronteras
A partir de este libro, el también traductor comprendió que la Historia no debe detenerse en la frontera, por eso, siguió a Teresa Urrea, La Santa de Cábora, una mujer que hacía milagros, por El Paso, Arizona, San Francisco y Nueva York.
«Me enamoré de Teresita. Consulté cinco diferentes archivos en México y Estados Unidos para seguirle los pasos. Esto hice con cada uno de los personajes que estudié. No es un libro de teoría ni análisis, sino del efecto social que tiene la cultura», añade.
Quien nació en San José California en 1961 cruzó varias veces la frontera para recorrer los lugares entrañables de ambas ciudades: los tugurios Tex-Mex, los cementerios abandonados, el puente internacional Santa Fe, los concurridos bares de la avenida Juárez y los edificios abandonados que encierran múltiples secretos.
Al llevar a cabo estos recorridos, prosigue, se dio cuenta de que era peligroso tomar notas y sacar fotografías, pues los policías y algunos habitantes se le acercaban y le pedían que no lo hiciera.
«Doce años después veo lo mismo: la gente le teme al extranjero, que te acerques a sus vidas, te consideran ‘el otro’. No obstante, me parece que esa actitud está cambiando poco a poco, o al menos eso espero. La historia de ambos lados empieza a adquirir tintes mezclados, de bronce, tonalidades sepia», apunta.
El historiador no piensa abandonar este terreno de estudio. Adelanta que ya está haciendo un segundo libro sobre cómo la frontera era un punto central para la derecha extrema mexicana.
«Esta investigación me ha llevado a Berlín, a Londres, a los archivos de Washington y México, para ver el papel que jugó el espionaje y la propaganda durante los años 30 y 40 de la pasada centuria, poco antes y durante la Segunda Guerra Mundial», detalla.
Romo concluye que este volumen de 430 páginas permite comprender lo que sucede actualmente en la frontera, que ha enfrentado durante décadas una geografía racial en la que han aprendido a convivir mexicanos, anglos, chinos, indios y negros.
«La fotografía es algo integral de la investigación. No sólo ilustra, sino que es parte del documento primario, por eso no van separadas al centro del libro, sino en la parte de la narración que les corresponde».
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