Amigos, familiares y expertos describen la obra del escritor, traductor, ensayista y, además, músico. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 11 de junio de 2017. (RanchoNEWS).- El domingo 28 de febrero de 2010, a las 03:35 am —recién se vislumbraba el alba—, murió Carlos Montemayor Aceves. Escritor, traductor, académico, investigador, ensayista, músico, experto en el tema de la guerrilla en México y, ante todo, poeta, Montemayor fue un creador poliédrico. Nacido en Parral, Chihuahua, el 13 de junio de 1947, fue autor de novelas como Guerra en el paraíso, Los informes secretos y Las mujeres del alba, así como de libros de poesía: Abril y otros poemas y Apuntes del exilio, además fue creador del libro antropológico Tarahumaras. Pueblo de estrellas y barrancas, exhaustiva investigación sobre la cosmogonía tarahumara, entre muchos otros registros artísticos. Mario Alberto Medrano González escribe para Excélsior.
En el marco del 70 aniversario del natalicio de Montemayor, que se cumplirá este martes, un conjunto de voces trazan para Excélsior su legado intelectual.
Martha Elena Montemayor (doctorado en Letras Clásicas en la UNAM y hermana de Carlos): «Mi trato con Carlos fue el de la hermana menor con el mayor, él era seis años más grande, por lo que era protector conmigo. Realmente, me intimidaba por su inteligencia, le tuve una gran admiración. A Carlos, nuestro padre lo ponía a leer el Quijote antes de salir a jugar. Lo contaba con mucho gusto, porque así le daba el crédito a mi padre sobre la práctica que le inculcó para que se dedicara a las letras».
Susana de la Garza (viuda de Montemayor). «A Carlos lo conocí entre 95 y 96, cuando él ya había hecho un nombre. Yo vengo también del norte, por lo que teníamos la misma cultura, el mismo amor por el campesino y la tierra, fueron cosas que nos unieron. Teníamos una misma lectura de la cuestión social. Eso nos ayudó a caminar unidos. Nos tocó vivir juntos situaciones difíciles debido a su trabajo, el cual implicaba presión y riesgo, sobre todo al final. Por ejemplo, el hecho de que nuestros teléfonos estuvieran intervenidos por el Cisen y el Ejército, como bien lo apuntó en Los informes secretos, donde lo menciona».
José del Val (antropólogo): «Carlos fue un gran amigo. Pudimos hacer muchas cosas juntos, así como un hombre de una cultura extraordinaria, políglota, además comprometido a nivel social Alguna vez platicando con él, le dije: ‘¿cómo es posible que un bárbaro del norte como tú hable tantas lenguas? ¿Cuántas lenguas hablas?’. Él me respondió: ‘Lenguas que pueda manejar, no más de 35’. Su carácter como políglota le permitió entrar y manejar el náhuatl, el maya, el tzeltal, el ñañú, tzotzil y el tarahumara. Era un hombre de enorme sabiduría. Lo que sorprende es el ser humano que cargaba todo este conocimiento al servicio de los pueblos indígenas. Fue uno de nuestros verdaderos renacentistas del siglo XX».
Antonio Bravo (músico y pianista): «Yo trabajaba en el programa (radiofónico) Abracadabra, de Héctor Anaya, en 1999, coordinado por Ricardo Rocha. Por supuesto, yo hacía la música. Anaya le propuso hacer un programa de dos horas dedicado a él, a lo que Montemayor aceptó, con una petición: un pianista. Anaya pensó en mí. Así fue como nos conocimos. Recuerdo que yo le llamé antes del programa, nos pusimos de acuerdo en las piezas que podría tocar, nos vimos dos horas antes. Cuando nos conocimos en persona, me dijo, ‘maestro Bravo, yo lo hacía más grande’; por aquel entonces yo tenía 31 años. Le respondí: ‘espero que mis manos y mis talentos no sean tan adolescentes como me veo’».
Joaquín Armando Chacón (escritor): «Lo conocí en México, no en Chihuahua. En ese entonces él era director de Difusión Cultural de la UAM. Descubrió, viendo los libros publicados, que había varios escritores de Chihuahua en la Ciudad de México. La primera vez que nos vimos fue un restaurante, en una reunión que él organizó con autores del norte. Estábamos Sebastian, Jesús Gardea, Carlos y yo. Poco a poco nos unimos, como amigos, otros tantos, entre ellos Víctor Hugo Rascón Banda e Ignacio Solares. Víctor Hugo llegó a decir que no era un grupo, sino un cártel. Nos juntábamos para charlar, para recordar».
Alejandra Montemayor (hija de Carlos Montemayor): «La relación con mi padre fue muy cercana. Estaba muy involucrado en la vida de nosotros cuatro (Emilio, Victoria, Jimena y yo). Fue un hombre generoso y amoroso. Siempre lo escuchábamos cantar, lo cual de niñas nos daba pena, pero de mayores nos agradaba. Siempre que tenía oportunidad se ponía a cantar».
Hermanado
Los registros de Carlos Montemayor van desde el periodismo hasta los estudios clásicos. En las letras mexicanas, actualmente, no tiene un parangón. Sin embargo, sí lo tiene en el universo de nuestras letras escritores hermanados: Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Rubén Bonifaz Nuño y su entrañable Alí Chumacero, quien era un asiduo visitante en casa del autor de Cuentos gnósticos, Las llaves de Urgell y La tormenta y otras historias. Pero ceñirse al idioma español es edificar un muro invisible, ya que Carlos era un traductor disciplinado. Su diálogo con otras lenguas lo condujo a conocer la poesía de Catulo, de Pessoa, de Virgilio, de Lêdo Ivo, quien lo reconoció como su descubridor al español. Además, son significativas las múltiples traducciones: italiano, francés, griego –realizada por Dimitris Kufontanis, quien fue preso político al momento de hacerla— y alemán, entre otros.
De todos los géneros por los que incursionó, la poesía es el que lo define mejor. En palabras de Vicente Quirarte, su poesía «exige la sustancia de la tierra y renuncian a la adjetivación estéril». Asimismo, su trabajo como humanista y novelista es sobresaliente, sin dejar de lado su primera pasión: la música.
Joaquín Armando Chacón: «A mí me interesan todos los escritos de Montemayor. Como ensayista es estupendo, además era un gran orador, un platicador de la literatura. Su novela Guerra en el paraíso me parece formidable, todas las cosas que cuenta son brutales. Era un poeta muy alegre, pero de una alegría muy triste. Incluso le publiqué algunos de sus poemas cuando fui director de la Revista de Bellas Artes. A mí, pero esto a gusto personal, lo que menos me atraía eran sus cuentos.»
Martha Elena Montemayor: «Carlos fue admirador de Virgilio, el poeta de la Eneida, de las Bucólicas y las Geórgicas. Cada que leo sus poemas he encontrado muchos rasgos del poeta romano. En Apuntes de exilio, su libro póstumo, hay muchos rasgos de Virgilio, sobre todo la idea del personaje que baja al inframundo a buscar a su amada; asimismo trata el tema de las puertas del sueño, aquellas que Virgilio catalogó como de marfil, de madera, del sueño verdadero y del sueño falso. Mi hermano plasma lo mismo, sólo que él habla de las puertas de música y viento. Carlos, al escribir este poemario, tenía la intención de encontrarse a sí mismo y encontrar la verdad que todos buscamos, el sueño verdadero, que en Apuntes del exilio es el amor.
«Además, me gustaba mucho Finisterra y Los poemas de Tsin Pau, porque habla de nuestra familia, de la infancia y de la juventud de mis padres. Ésa es una faceta, la del poeta, que me llega al corazón. Ahí refleja nuestra vida familiar. En cuanto a sus novelas, destaco Las armas del alba, Las mujeres del alba y La fuga, pero no puedo dejar de mencionar Encuentros de Oaxaca, un trabajo sobre los indígenas. En este libro se ve su labor como impulsor de la poesía indígena, una lírica un tanto diferente, ya que ellos tienen otra manera de decir las cosas. Eso le encantaba a mi hermano: la tonalidad de las vocales y el cómo se pronunciaban las palabras».
Alejandra Montemayor: «Su obra es muy vigente y necesaria. Mi padre fue muy disciplinado; además de su labor como escritor, también se ocupó de la traducción, la academia, la poesía y la música. No se puede olvidar su aportación a la historia de las guerrillas mexicanas. Actualmente falta este involucramiento en temas sociales, que siguen sin resolverse y, poco a poco, se agudizan más. Faltan personas inmiscuidas en movimientos sociales con los estudios e interlocución con estos grupos, como los tuvo mi padre».
Antonio Bravo: «Su primera pasión fue la música, antes que la literatura. Estudió guitarra clásica en Parral, con un maestro llamado Rito Jurado, que trabajaba en las minas. Carlos lo recordaba como un hombre grande, de manos ajadas, ennegrecidas por el carbón. Carlos era tenor lírico, muy parecido al lírico de la voz de José Carreras. Es muy importante destacar la cultura general y el cuidado que observaba al pronunciar las canciones. En ciertos cantantes, por ponderar la emisión, es inentendible lo que dicen. Montemayor era un cuidadoso intérprete del texto.
«Grabamos cinco discos. Uno de ellos doble, que tiene canciones napolitanas e italianas; grabamos uno dedicado a María Grever; otro dedicado a la música mexicana, que tiene canciones de Esparza Oteo, Manuel M. Ponce y Agustín Lara; hicimos uno dedicado a las romanzas de zarzuela y, en ese mismo disco, a la canción española de concierto. El último romántico, el primero, lamentablemente quedó fuera la canción que da nombre al disco, porque tuvimos problemas para la edición de parte de Global Entertainment, ya que no pudimos tener injerencia en ellos, aunque la recuperamos para el último disco, el de zarzuela y cantos de España».
José del Val: «Hubo dos campos en los que pudimos laborar. Uno fue la elaboración del Diccionario del náhuatl en el español de México. Aquí buscamos que el náhuatl tuviera presencia en nuestro idioma. Ésa era una deuda que tenían los investigadores de esta lengua, ya que es una referencia constante en nuestros territorios, desde la topografía hasta las frutas. Sin duda, fue un trabajo extraordinario que le llevó cinco años, aproximadamente. Empezó con cinco gentes y terminó con cincuenta. Es una obra fundamental. El otro punto de enlace que tuvimos fue lograr que la lenguas fueran reconocidas nacionalmente, que dejaran de llamarlas dialectos. Creamos el Festival de las Lenguas de América, donde lo que hacíamos era poner en el mismo rango de importancia al francés, inglés, portugués y español con ocho lenguas indígenas. Este año fue el séptimo festival. Cuando murió Carlos, el festival cambió su nombre al de Festival de las Lenguas de América. Carlos Montemayor, en honor a él, por supuesto
«El libro que más me emociona por mi carácter de antropólogo es Tarahumara. Pueblo de estrellas y barrancas. No hay ningún archivo literario de la vida tarahumara, de su lengua y de por qué es así este pueblo indígena, como este libro. Es extraordinario. Asimismo, hay que destacar su labor como melómano. Se va a hacer todo un trabajo sobre la ópera y Carlos Montemayor. Se encargará Jorge Volpi, quien fue alumno de Carlos».
Susana de la Garza: «Yo no viví al Carlos clásico, pero sí al Carlos músico, poeta y cantante. El decidió escribir primero Guerra en el paraíso a pesar de que tenía información sobre lo ocurrido en Ciudad Madera, Chihuahua, que es el sitio donde ocurre la novela Las armas del alba. A Carlos le dolió muchísimo lo acontecido ahí, ya que se trataba de amigos suyos quienes fueron ejecutados. En la universidad ya no sabe de sus amigos, ya se habían radicalizado, y cuando los ve muertos es un gran golpe.
«Él ya traía todo el compromiso moral con su gente y se comprometió consigo mismo que lo escribiría. Entonces, primero escribió algo que no le afectó a sus emociones, como fue Guerra en el paraíso, sin dejar de sentirse conmocionado por lo ocurrido, por supuesto».
Interlocutor
Un punto que señalan todas estas voces es el compromiso social de Montemayor. Fue relevante su interlocución con las guerrillas, con el zapatismo y los pueblos indígenas, y cada uno de los entrevistados asegura que no hay nada comparable en las letras mexicanas con su obra. Jaime Labastida asegura que Guerra en el paraíso, «y eso puedo aplicarse a toda la narrativa de Carlos, es un texto en donde enlazan la realidad y la ficción: la realidad cruda, el relato de hechos duros, como si se tratara de un testimonio de datos fríos, con personajes ficticios, no por eso menos reales, de una novela trágica y terrible».
Tributo
Con motivo del 70 aniversario del natalicio de Carlos Montemayor, se llevarán a cabo homenajes en torno a su vida y obra. Aquí algunas de las mesas que se organizaron en diferentes sedes de la capital.
Homenaje a Carlos Montemayor. Lunes 12 de junio, 18:00 horas, ExCapilla del Palacio de Minería.
Carlos Montemayor. 70 años. Sala Manuel M. Ponce, Palacio de Bellas Artes, martes 20 de junio, 19:00 hrs. Evento del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural de la UNAM, en coordinación con la Dirección de Literatura del INBA.
Mesa de diálogo. En la Facultad de Economía con motivo del 80 aniversario de la Expropiación Petrolera. Conversación acerca del guión 1938: cuando el petróleo fue nuestro, de Carlos Montemayor.
Recital de poesía. A realizarse el 11 de octubre de 2018 en la Sala Nezahualcóyotl
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