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lunes, junio 05, 2017

Fotografía / España: PHotoEspaña 2017. Los caminos de la fotografía y sus públicos

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Carlos Saura
Carlos Saura: De la serie Cuenca, 1950. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de junio de 2017. (RanchoNEWS).- PHotoEspaña cumple 20 años y, como todos los veranos, la fotografía toma las salas de exposiciones de Madrid y de otras sedes fuera de la ciudad. Hacemos repaso de la programación de este año y de la situación actual que atraviesa la fotografía: el mercado, su visibilidad pública, sus vertientes y la pertinencia de este tipo de festivales. Y destacamos algunas de las mejores exposiciones de esta edición. Elena Vozmediano reporta para El Cultural.

¿Somos hoy todos fotógrafos, pero unos más que otros, como reza el lema oficioso de la edición de PHotoEspaña que se ha inaugurado esta semana? Apenas hay quien no fotografíe con frecuencia, y muchos lo hacen de manera compulsiva. La mayoría, con los teléfonos móviles. Esta actividad cotidiana (también profesional) que compartimos es un grandísimo negocio global: el analista de mercados Zion ha publicado recientemente un informe en el que augura que el mercado de la fotografía digital, incluyendo cámaras, software y equipamiento de procesado, crecerá hasta superar los 110.000 millones de dólares en cinco años, con un incremento anual del 6,1% y especial intensidad en la región de Asia/Pacífico. Pero los artistas, especialmente los jóvenes, ¿le dan al disparador con el mismo frenesí? ¿Son «más» fotógrafos que «todos»?

A juzgar por el programa expositivo de esta edición del festival, cabría deducir que la fotografía está entre ellos de capa caída. Vuelven los mismos de siempre (García-Alix, Madoz, Vilariño, García Rodero o, desde otros países, Erwitt, Basilico, Nozolino, Ballen...), con otros menos conocidos pero casi siempre de más de 50 o 60 años. Esa generación de referentes «clásicos» domina por entero la programación; apenas hay este año fotografía histórica, exceptuando la magnífica muestra de Carleton Watkins o, ya en el siglo XX, las de Minor White o Pierre Molinier (también muy visto), ni encontraremos apuestas por nuevos valores. Hay varias colectivas con artistas más o menos jóvenes en el festival, pero buena parte de ellas derivan de la actividad en años anteriores de La Fábrica, empresa que lo organiza: en Casa de América, una que celebra los diez años del programa Trasatlántica, en el Centro Cultural de la Villa, otra con los resultados de esos mismos visionados en Dakar, y en el Centro Cultural Anabel Segura de Alcobendas se muestran los proyectos de fin de curso de los alumnos del Máster PHotoEspaña 2016-2017. Además, algunos de los debutantes participan en virtud de su vinculación al festival: Andrés Durán (Centro de Arte Alcobendas) es el ganador del Premio Descubrimientos PHotoEspaña 2016 y Rafael Milani (Casa de América) lo es del Premio Acciona de Fotografía «Medio ambiente y sostenibilidad» de Trasatlántica 2016. Sí hay una mirada más independiente a la «fotografía de autor actual en Un cierto panorama, comisariada por Jesús Micó en la sala de Canal de Isabel II, y puede ser interesante escudriñar la selección de artistas en las exposiciones del Premio Enaire de Fotografía (Instituto Cervantes) y del Premio Internacional de Fotografía Banca March (Calcografía Nacional). Poco más.

Lo más recomendable

La muestra colectiva que seguramente arrojará luz sobre las prácticas más actuales es una aún no inaugurada, Upload/ Download, en el Convento de Santa María la Rica en Alcalá de Henares, sobre la circulación y apropiación de las imágenes en Internet y las redes sociales. Así que, visto el panorama, la colectiva que se antoja más atractiva es A la pata coja (Museo Lázaro Galdiano), la selección de la colección de fotografías anónimas del pintor Eduardo Arroyo en base a un motivo caprichoso: el pie en el aire.

Habría sido muy, muy interesante traer a España la exposición Diapositivas. La historia de la fotografía proyectada, que «forma parte» del festival en una de las sedes asociadas a él para celebrar su vigésimo aniversario, el Musée de l'Elysée en Lausana. ¿Por qué las anteriores comillas? Porque si visitan ustedes las páginas web de las exposiciones que otorgan supuestamente a esta edición categoría internacional, comprobarán que, como en este caso, no se hace ninguna mención a PHotoEspaña. Y lo mismo ocurre con las muestras en los museos españoles: el MACBA (Akram Zaatari), el Guggenheim Bilbao (Pierre Huyghe), Es Baluard (Shirin Neshat) y el IVAM (Joana Hadjithomas / Khalil Joreige), que concentran los nombres más sonados en el ámbito artístico (y no estrictamente fotográfico).

Manuel Vilariño

Manuel Vilariño: La deshabitada (detalle), 2016

En el Festival Off, que integra a las galerías comerciales que se adhieren al festival previo pago de una módica cantidad (350 euros), va bajando año a año el número de las relevantes: se mantienen las consagradas al medio fotográfico, como Camara Oscura (que destaca en esta sección, con Roger Ballen), Blanca Berlín, Juan Naranjo o la propia galería de los organizadores, La Fábrica, pero se cuentan casi con los dedos de una mano las no especializadas y aún convencidas de las bondades del festival: Juana de Aizpuru, con una muestra del protagonista de esta edición Alberto García-Alix (comisario de La exaltación del ser, conjunto de muestras en la sección oficial y representado por esta galería), La Caja Negra (Lake Verea), Pilar Serra (Marina Núñez), Ivory Press (Mariana Cook), Ponce+Robles (con la propuesta más juvenil, de Raúl Kalesnik) y, con menos trayectoria pero importante artista, Puxa (Manuel Vilariño). Y no me resisto a citar la muestra del exministro Pío Cabanillas en Materna y Herencia, con las más acabadas fotografías de calendario (y reciente libro editado por La Fábrica).

Fotógrafos y artistas

¿Tendríamos que plantearnos si tiene aún sentido un festival de fotografía en Madrid (y alrededores)? Al margen de la necesaria actualización de contenidos, lo cierto es que la fotografía tiene su propio público. Seguro que conocen (o son ustedes uno/a de ellas) a personas que visitan con gran interés y entusiasmo las exposiciones de fotografía pero ven poco arte de otro tipo en museos y galerías. Quizá guiados por su propia afición al medio («hoy todos somos fotógrafos») o por dedicación profesional, o por afán de leer en imágenes lo que ocurre en el mundo cuando se trata de fotoperiodismo o de reportaje documental... No solo PHotoEspaña tiene un público específico; ocurre en los muchos festivales de fotografía que hay en los cinco continentes, en los que no es nada infrecuente que predominen las diferentes vertientes de la «fotografía-fotografía» sobre la «fotografía-arte».

Quizá muchos de ustedes piensen que hoy ya no tiene sentido diferenciar ambos ámbitos, y es cierto que son esferas muy permeables, pero se siguen percibiendo dos vías paralelas de actividad creativa fotográfica, con sus propios circuitos de formación, distribución y profesionalización. He aquí una simplificación algo grosera, pero puede servir a quienes no se hayan parado a discernirlas. De un lado, el artista formado en bellas artes (los grados universitarios en fotografía son muy recientes) que utiliza la fotografía cuando le viene bien al proyecto que traiga entre manos (o siempre), produce obras únicas o ediciones limitadas, las vende en galerías donde se expone un poco de todo, participa en colectivas que no son exclusivamente de fotografía y aspira a estar en las mejores colecciones generalistas y en los museos. De otro, el artista (no forzosamente se considerará así, pero a menudo sí) con una formación más técnica (escuelas de fotografía), o periodística, que, aunque tenga también como objetivo exponer su obra en galerías o museos, publica cuando puede sus fotografías en revistas (especializadas o no) y no desprecia los trabajos comerciales por encargo, es muy dado al fotolibro y tiene acceso más fácil (si es bueno) a los festivales y a las galerías de fotografía. Todo esto, como he dicho, es poroso, y hay características que migran libremente, según los individuos, de una esfera a otra.

No crean que la f-arte (voy a abreviar) tiene más facilidades o más relevancia social que la f-foto. Ésta tiene poderosos valedores ante los aficionados y el público, y es posible que tenga mejores perspectivas profesionales. Los medios de comunicación, tanto diarios y magazines como televisión, le dan mucha más cancha, sobre todo cuando tiene contenidos para-periodísticos; hay en algunas cabeceras editores gráficos y jefes de arte que mandan mucho y que dan difusión a las exposiciones o publicaciones que a ellos les interesan y, por otra parte, las agencias fotográficas apoyan a sus estrellas cuanto pueden. Piensen en la mítica Magnum, y de ahí para abajo. La fotografía «pura» es también privilegiada por prestigiosas fundaciones como Aperture e incluso por proyectos institucionales/empresariales, como la Fundación Mapfre o Foto Colectania.

La fotografía y el mercado

A la inversa, reconozcamos que la f-foto tiene más difícil entrada en las páginas de crítica de arte y que el f-fotógrafo con ambiciones artísticas va a tener que estar demostrando siempre que lo suyo es un «proyecto», que tiene una base conceptual, que resulta de una investigación... que no es solo una imagen seductora o una mirada más («todos somos fotógrafos») sobre lo que nos rodea.


Cristina García Rodero

Cristina García Rodero: De la serie Lalibela

En el mercado artístico primario (el de las galerías) a nadie le importa demasiado si un artista dibuja, pinta, fotografía o hace pajaritas de papel. Ni siquiera es muy importante que lo haga muy bien. Interesa más la idea, la actitud, el proceso, incluso el display, mientras que al f-fotógrafo no se le tolera la impericia técnica. Pero el mercado secundario sí marca diferencias. Los f-fotógrafos no acaban de poner el pie en él (salvo viejos-grandes maestros) y son muy pocos los f-artistas que alcanzan cifras millonarias (Gursky, Sherman, Sugimoto, Wall, Struth y tal): los coleccionistas que pagan esas cantidades quieren obras únicas y la fotografía a menudo no puede cumplir la exigencia. Se calcula que en el total internacional del mercado secundario del arte, las obras fotográficas subastadas alcanzan solo un dos por ciento.

La situación en España ha cambiado mucho, y para bien, desde que PHotoEspaña se celebró por primera vez hace veinte años pero seguimos sin tener un buen museo de fotografía, que quizá dejaría de ser necesario si las colecciones públicas con los fondos fotográficos más nutridos siguieran creciendo hacia el pasado y hacia el futuro, exhibiéndolos y difundiéndolos adecuadamente; además, no abundan las salas de exposiciones que apuesten de forma continuada por el medio. Fracasaron los intentos con mejores opciones para establecer una feria de fotografía en nuestro país, como dFoto (San Sebastián) o MadridFoto, y ahora no queda ninguna de estatura. ¿Y en las galerías? El último informe sobre el mercado español publicado es el de la Fundación Arte y Mecenazgo, con datos de 2014, y vemos que en él ni siquiera se menciona la palabra «fotografía». Pero la hay, claro, sin que sea sobreabundante, pues hoy las galerías siguen vendiendo, sobre todo, pintura. Y ello a pesar de que la fotografía sea una forma de arte por lo general más accesible que ésta o que la escultura, y no solo por el precio.

¿Y el aprecio? Me temo que entre los artistas más respetados y solicitados de nuestro país no abundan los fotógrafos. Y ocurre lo mismo en otros lares. Echemos un vistazo, que no será concluyente pero sí indicativo, a la Bienal de Venecia hace poco inaugurada, a la que los países llevan lo que mejor creen que representará su nacionalidad creativa. Solo Bélgica y Ucrania han apostado por un fotógrafo a secas, Dirk Braeckman y Boris Mikhailov respectivamente, aunque la fotografía tiene mucho peso en los pabellones de Australia (Tracey Moffatt) y Polonia (Sharon Lockhart), donde también vemos vídeos. Y ya. No me sorprende que haya poca fotografía en la Bienal, que se presta a las instalaciones y a la cosa inmersiva/experiencial, pero tan poca… Y brilla también por su ausencia en la desastrosa exposición central, Viva Arte Viva.

Así que, sí, tal vez aún viene bien que se organicen festivales de fotografía. Pero vendría aún mejor si fueran, este de Madrid y otros, más abiertos a lo nuevo y, sobre todo, a lo impuro.


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