Javier Peñafiel: Tragedia de las corporaciones, 2000. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de junio de 2017. (RanchoNEWS).-Especulamos sobre la pronta desaparición de bibliotecas y libros físicos trasladados a la nube digital. Mientras que, por motivos ecológicos, estamos alcanzando el límite de impresión en papel. Y bibliotecas, libros y archivos siguen multiplicándose a ritmo exponencial. Nunca habíamos almacenado tanto. En ferias y librerías comprobamos el éxito del libro objeto que, además de su atractivo comercial, es un redoble de su valor material. Y proliferan otras ferias y archivos con fanzines y toda clase de ediciones, algunas artesanales y únicas, que alientan a nuevos coleccionistas. Escribe Rocío de la Villa para El Cultural.
En este siglo XXI, en el abismo abierto entre clases sociales y generaciones, lectores analógicos y analfabetos digitales todavía dirigen la cultura, defendiendo sus instituciones y canales de transmisión tradicionales, entre los que se encuentran, de manera privilegiada, el libro y la experiencia enriquecedora -individual y colectivamente- de la lectura, frente al flash informativo, fragmentador y amnésico. De hecho, el arte contemporáneo se ha convertido en las últimas décadas en uno de sus principales adalides, desplegando innumerables estrategias formales.
Puesto que el campo es casi ilimitado, la excelente exposición Bibliotecas insólitas se limita a marcar la inflexión en la que el libro se convierte en un medio propio de expresión artística, y a mostrar un selecto abanico del estado actual de la cuestión a través de una docena de artistas españoles y latinoamericanos que vienen creando sus propias bibliotecas, insólitas.
Sin desmerecer sus propuestas, a las que nos referiremos más adelante, lo más satisfactorio en esta exposición es la plasmación del proyecto curatorial que, desde un planteamiento teórico de claridad analítica, ha desarrollado a fondo todas las vertientes implicadas, además de las habituales actividades. Comisariada por Glòria Picazo, antes directora de La Panera y editora de la importante colección de ensayos Impasse sobre estados de la cuestión en el arte español, en esta exposición -que coincide con la siempre interesante convocatoria Inéditos para jóvenes comisarios- brilla su maestría curatorial.
Para empezar, el cuidadísimo catálogo recoge dos maravillosos textos de Rodrigo Fresán y Alberto Nanclares que exploran la historia, simbolismo, modalidades y largo imaginario de libro y bibliotecas. Y puesto que ninguna biblioteca ni lectura están completas -muertas-, esto se ha subrayado con obras en proceso, alguna con la necesaria participación del público lector y usuario, y que desembocarán en la itinerancia de esta exposición al Centro Arts Santa Mònica de Barcelona. También se ha trabajado la colaboración con los fondos de la Fundación Montemadrid y con la biblioteca de La Casa Encendida hasta donde se extiende esta muestra, así como a la cercana biblioteca del Museo Reina Sofía, la más importante para arte contemporáneo en la ciudad.
Vista de sala
En el propio montaje de la exposición, en el corazón del recorrido, se exhibe a manera de «sala de reserva» -donde las mejores bibliotecas aíslan ediciones especiales-, la tesis de la que se parte. Se incluyen ejemplares de libros de artistas a partir del giro conceptual de los años sesenta, cedidos por el Museo Reina Sofía y MACBA, de Ed Ruscha, Marcel Broodthaers, Sol Lewitt y los españoles Muntadas, Valcárcel Medina, Concha Jerez o Eugènia Balcells, entre otros. Porque si la relación entre arte y libro, arquitectura y biblioteca, siempre ha existido, estrechándose con la representación bajo el dictado humanista en el Renacimiento e incluso generando tensiones con la polémica ut pictura poiesis, a partir de la que prolifera la literatura artística de teóricos y creadores; sin embargo, es -como afirma Picazo-, a partir de las consecuencias de la autonomía del arte visual extraídas en el giro conceptual cuando los artistas se apropian del formato libro y de la noción de biblioteca.
Como se muestra aquí, hoy podemos encontrar casi tantas variantes como artistas. Los seleccionados, salvo Ignasi Aballí todos nacidos a partir de los años sesenta, conforman una posible tipología. Así, el proyecto editorial Alias creado por el mexicano Damián Ortega en 2006 para difundir en español los textos imprescindibles de literatura artística contemporánea, ejemplifica la legión de artistas actualmente implicados en diversos proyectos editoriales. De igual modo, la que podemos considerar ya biblioteca de Dora García tipifica la imbricación entre performance y edición.
Javier Peñafiel, Juan Pérez Agirregoikoa y Oriol Vilanova trabajan sobre desplegables y dispositivos de exhibición y archivo. Y es en la investigación de esos archivos, en los fondos de hemerotecas y bibliotecas donde el peruano Fernando Bryce halla sus materiales para redibujar la historia. Que, con sarcástica crítica poscolonial y perspectiva de género, muestra en La biblioteca de los hombres calvos del mexicano Iñaki Bonillas. La Biblioteca en blanco de Antònia del Río nos conduce hasta la biblioteca de La Casa Encendida, donde podemos conseguir ejemplares «expurgados». Allí, Francesc Ruiz ha creado a partir de sus publicaciones una refrescante zona verde. Otro enlace, de la mano de Enric Farrés Duran, nos llevaría a los estantes con los cantos de los libros dispuestos al revés (como en la biblioteca de El Escorial) en la biblioteca del Reina Sofía. Pero antes de salir, en esta exposición no podía faltar el link a la nube, con el impactante proyecto en proceso de Clara Boj y Diego Díaz.
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