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Foto: Carlos Furman
A rgentina, 7 de Febrero 2007. (Alina Mazzaferro/Página/12).- Desde hace un tiempo, para los realizadores y seguidores de la danza contemporánea local, los años se dividen en pares o impares, años de festivales para los artistas de la ciudad porteña los primeros, años de festivales internacionales y encuentros de asociaciones de danza independiente los segundos. Pero 2006 pasó sin novedades respecto del evento bienal metropolitano que jerarquiza, apoya y difunde las producciones de coreógrafos y compañías independientes de Buenos Aires. “Con el cambio de gobierno, cuando la Secretaría de Cultura devino ministerio, todo se atrasó”, se excusan los involucrados. Tratando de resarcir el retraso y evitar que la danza local quede postergada hasta 2008, el Gobierno de la Ciudad organizó, en una carrera contrarreloj, el IV Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, desde hoy y hasta el 18 de febrero en el marco de las actividades gratuitas de Verano 07.
“Se aceptó la fecha de febrero para no perder continuidad –explica la directora artística Ana Kamien–, pero fue terrible porque coincidió con la preparación del festival internacional que será en septiembre.” Para que los tiempos y el trabajo no se superpusieran, todo debió ser organizado a grandes velocidades: en noviembre se confirmó su realización, se convocó a Kamien, quien conformó un comité de selección compuesto por la coreógrafa María José Goldín y el ex integrante del Ballet Contemporáneo del San Martín Sandro Nunziata, para tener “la mirada de una joven creadora con mucha experiencia y la de una persona mayor que conoce perfectamente el medio”, resume la coordinadora. El jurado debió evaluar más de 70 proyectos, mediante carpetas, videos y recorridos por los ensayos. Por primera vez, el Festival abrió su convocatoria a espectáculos no subsidiados por Prodanza, estrenados entre 2005 y 2006 o a estrenar, y destinó dos escenarios al aire libre –el Planetario y el Botánico–, para volver masivo un evento que ya tiene su pequeña multitud de seguidores.
Según Kamien, la selección se realizó mediante una premisa: “Evitar el dogmatismo de lenguaje y estéticas” y las modas, buscando la pluralidad y los cruces estilísticos. Otra consigna fue “mezclar obras de generaciones muy jóvenes con creadores de edad mediana que nunca tuvieron acceso al Festival, y de gente que está dando sus primeros pasos”. “Constituir la programación es difícil, un desafío, aun en condiciones favorables. Cuando no las tenés hay que apostar el doble”, dice. El Festival contará con siete estrenos –de Miguel Robles, Edgardo Mercado, Mariana Bellotto, Luis Garay, Mariela Ruggeri, Melanie Alfil/Alejandro Awada y Fabián Gandini–, 23 reposiciones, una intervención performática de danza butoh (de Carina do Brito y Lorna Lawrie), una muestra fotográfica de Carlos Furman y un seminario de composición instantánea de danza dirigido por Fabiana Capriotti, todos con entrada gratuita.
“En la danza como en las creencias, cada espectador o feligrés busca su portavoz, alguien que lo represente”, dice Kamien. Por eso, en esta edición habrá para todos los gustos: cruces con nuevas tecnologías propias de Edgardo Mercado (que estrenará Plano difuso) y Gabily Anadon (Karo Vertical); cruces con la palabra hablada en La garza sobre el agua de Fabián Gandini (que pone a un bailarín a “decir” lo que baila), Asociación ilícita de Liliana Cepeda y Bajo el péndulo de Melanie Alfil y Alejandro Awada; cruces con la palabra poética en Umbrales ilícitos, de Daniela Lieban, y con la palabra cantada en Las que me habitan, de Valeria Pagola, y Vivita de Vivian Luz. Estarán las piezas nacidas de una exploración conceptual (Aireempaq, de Valeria Cuesta, que partió de una pregunta existencialista acerca de la libertad y el poder de elección; Slogans, de Mariana Bellotto, una reflexión acerca de la influencia de la iconografía publicitaria; Desolado de Miguel Robles, metáfora sobre la muerte y la resurrección) y otras que surgieron como producto de la intuición, el juego, la investigación en la experimentación escénica, proponiendo al cuerpo como territorio a descubrir y al movimiento como un lenguaje que expresa lo que la palabra no puede (A punto de ebullición, de Mabel Dai Chee Chang, Arida o estepa, de Lucía Russo).
Algunas invitarán a reflexionar sobre la realidad argentina (Bailarina finalmente cae del escenario, de Liliana Tasso, Insanas e impuras esas tierras, de Silvia Pritz y Mónica Weiss). Otras, en la fascinación por la imagen, darán forma a una obra plástica en movimiento (como la escultura viviente de Materia viva, de Yamila Uzorskis, u Origami, forma que se pliega, de Cecilia Buldain y Juan Pablo Sierra). Susana Szperling regresará con DDV Diario de viaje para público acostado en escena, una invitación a abandonar el pensamiento y privilegiar los sentidos, que cambia completamente la relación público-bailarines. Habrá solos (El armado, de Sebastián Scandroglio; LO, de Carolina Herman; Los jueves siempre me siento mal así como lunes es compacto, de Viviana Iasparra; La huella de la espuma, de Rhea Volij, principal exponente argentino de la danza butoh), dúos (Parto, de Luis Garay; Lo que nos sostiene, de Mariela Ruggeri), tríos (Retrato de la Señora X, de Julio Escudero) y creaciones colectivas (FYZ, del grupo JOB; Sin colores, de la compañía Quarks y Blanca Rizzo). Asimismo, participará la Compañía de Danza del Departamento de Artes del Movimiento del IUNA, dirigida por Roxana Grinstein, presentando Cuarto creciente, de Roberto Galván, Mio-pya, de Gerardo Litvak y Tres en un tiempo, de la misma Grinstein. Por último, el Ballet Contemporáneo del San Martín cerrará el encuentro con un programa compuesto por fragmentos de Cuatro estaciones de Buenos Aires, Travesías y 4 Janis for Joplin, del director de la compañía Mauricio Wainrot, al aire libre en el Planetario.
“Siempre es un desafío ver un espectáculo de danza contemporánea”, asegura Kamien. “Yo invito al público a que acepte este desafío de ver qué cosas están proponiendo los coreógrafos; es como ingresar en un camino laberíntico y hay que estar dispuesto a recorrerlo con los bailarines.” La coordinadora sabe que algunas obras se abren al espectador no especializado, mientras que otras parecen jeroglíficos. “Hay algunos espectáculos más herméticos que otros”, explica. “Esto sucede porque no hay un modelo o fórmula, no hay una verdad revelada en una biblia de cómo debe ser la danza contemporánea. Esta va siempre un paso adelante y por eso posiblemente no es tan popular en el sentido del ballet clásico, en el cual uno va a encontrar pasos conocidos, una estética de trajes, actitudes, poses, movimientos que emanan como de una enciclopedia.”
¿Predominan algunas técnicas, o es pura heterogeneidad?
No podría decir que está lleno de flying low o lleno de gente colgada; hay mucha mezcla, mucho cruce. No predomina un lenguaje. Lo nuevo responde a los chicos de hoy, que usan la tecnología si es que pueden conseguirla; pero el agua tibia está inventada y no lo digo de manera peyorativa. Generaciones mayores se reconocerán en coreógrafos mayores; generaciones nuevas van a estar contentísimas con la incorporación de la multimedia o con los cuerpos en libertad.
¿Hay una búsqueda de los rasgos nacionales de la danza contemporánea, cruces con el folklore o el tango?
Lo del tango ya pasó un poco. En una época, si no se usaba Piazzolla faltaba un ingrediente. La identidad nacional ya no es sólo eso. En este mundo del video, en el que encendemos la TV y vemos cómo estalla la bomba en Bagdad o se inunda Tucumán en el momento, la patria de uno es todo.
¿Cuál es la importancia de que el Festival perdure en el tiempo?
Los bailarines sienten que tienen una meta: ser los que representan a esta disciplina en la ciudad. Esto para ellos es un premio, un logro, una meta. También lo es poder sacar a un escenario importante el producto de sus búsquedas. En esta edición los artistas serán vistos por programadores de Francia, Brasil y otros países, y ser seleccionados para futuros festivales en el mundo. Esta es la única forma que tienen de adquirir visibilidad.
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