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El director europeo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de octubre de 2012. (RanchoNEWS).- Cuando el cineasta suizo Manuel von Stürler y su familia viajaron para pasar un año entero (2005) en la tierra del tango, vivieron una experiencia inolvidable, sobre todo en la montaña, donde tuvieron una aventura un tanto «nómade», con un vehículo que los transportaba por distintas geografías. Pero el click para hacer su documental Nómades del invierno lo tuvo no bien regresó a su país. Y de la manera más sencilla. Una vez llegado el invierno, comenzó a mirar por la ventana de su casa y observó un verdadero «espectáculo de las ovejas y los pastores nómades que pasaban delante de mi ventana», comenta el director, recién llegado a la Argentina para presentar su film hoy, a las 14.30, en la sala Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530), que integra la programación del 12º Doc Buenos Aires. «Cada noche me acostaba y pensaba todo el tiempo en estos nómades y, entonces, comencé a ir a verlos. Para mí, fue un nuevo modo de mirar mi propio país, un punto de vista completamente diferente, y empecé a reflexionar acerca de qué es lo que vivimos, cómo vivimos con el confort. Fue incluso una reflexión sobre mi propia vida. Y muy rápidamente me dije: ‘Es necesario que yo cuente esta historia’», según relata en la entrevista a Oscar Ranzani de Página/12.
Nómades del invierno –nominado a los European Film Awards que se entregarán el 1º de diciembre– está estructurado como una road movie rural por el viaje que emprenden los pastores Pascal y Carole durante cuatro meses en los que recorren 600 kilómetros por zonas francesas y suizas junto a un grupo de burros, perros y un rebaño de ovejas. A lo largo del recorrido –que implica una verdadera aventura– se topan con las inclemencias del tiempo, dificultades propias de lo imprevisible, pero también atraviesan un paisaje nevado bellísimo que contrasta con la dureza de un oficio que tiene sus complicaciones. «Para mí fue increíble que exista hoy esto en Occidente», explica Von Stürler.
Claro, porque es un oficio en extinción...
Encuentro el mismo tipo de problema y de realidad en toda Europa. Están los problemas concretos como las rutas, los nuevos barrios con casas. Pero lo más importante es que no hay nuevas generaciones que quieran hacer este trabajo.
¿No se transmite a nivel familiar?
Hay muchos jóvenes utópicos que quieren volver a la tierra, pero después de dos semanas de experiencia, es tan duro que renuncian.
El pastoreo, a diferencia de lo que se supone, ¿es una tarea que requiere estar muy atento, muy concentrado?
Una de las cosas importantes es que estas tradiciones ancestrales, tanto en nuestro imaginario como en la representación que se hace de esto, parecen como un tema de tipo bucólico. Uno asocia las imágenes a una cuestión romántica. Pero realmente hay ahí un oficio, un conocimiento específico. También es un compromiso gigantesco para hacer eso. Es una combinación de pasión, conocimiento y especificidad de un saber. Esto no es muy bien entendido por el público en general. Somos sedentarios, urbanos y decimos: «¡Ay, qué lindo, qué lindo!». Pero yo quería representar el compromiso de esta vida tan difícil de la manera más cercana posible.
¿Cuánto de planificado y cuánto de improvisado tiene este oficio?
Hay improvisación todos los días, porque hay que entender que ellos tienen un territorio por el que pueden ir, pero cada año ese territorio cambia. Por ejemplo, si un año un agricultor pone cereales, ya no se pueden desplazar los animales hacia esa zona. Cada día, el pastor va y observa. Va a mirar por dónde pueden ir. Es una adaptación. A lo mejor, un día camina dos kilómetros y, al otro, se encuentra con una dificultad y tiene que caminar quince.
Los pastores Pascal y Carole están acostumbrados a este tipo de trabajo, pero, ¿cómo vivió usted esta experiencia? Es de suponer que debe haber sido un rodaje difícil. ¿Fue así?
Eso es lo interesante. Por supuesto que el rodaje fue muy difícil, pero yo quería representar la riqueza de esta dificultad y la pasión por hacer esto. Entonces, las dificultades que encontramos a lo largo del rodaje las compartimos con ellos. Por ejemplo, un día hubo una lluvia terrible con viento. Los pastores sufrieron y nosotros también, pero siempre en el contexto de querer representar esa realidad. Y eso es lo interesante en el documental.
¿Su idea fue también mostrar la relación del hombre con la naturaleza en su estado más puro?
Sí, eso es parte del tema. Y cómo nosotros vivimos desconectados de la naturaleza. También de la producción de la carne, digamos. Para mí éste es un ejemplo concreto que tiene que interrogarnos.
En la relación de los pastores con los animales se ven rasgos de autoridad pero también de cariño. ¿Usted también lo observó así?
Hay dos grupos. Los burros, los perros y las ovejas guía son un grupo que tiene una relación muy fuerte con los pastores. Trabajan junto con los pastores. Son esenciales. Y el otro grupo son las ovejas del rebaño. Ahí, la relación es distinta. Pero todos los días pude ver que Pascal se inquietaba por la salud de todas las ovejas del rebaño. En realidad, se preocupaba por la salud de esos animales, por más que fuera una relación más distante que la del otro grupo.
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