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Hermenegildo Contreras Cruz creó la maqueta con 28 personajes que representa la pasión y la muerte de Jesucristo, con la que ganó el primer lugar de Leyendas Vivientes. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de octubre de 2012. (RanchoNEWS).- Cinco de las decenas de artesanos premiados en el XXXVII Gran Premio Nacional de Arte Popular 2012 y del IX Concurso Nacional Grandes Obras Maestras relatan vivencias, su orgullo y su compromiso con las manifestaciones artísticas del país. Una nota de la redacción de El Universal:
Artesana por convicción e impulsora del rescate de la técnica purépecha del maque en jícaras y bateas
A Martina Navarro González le costó trabajo ser aceptada como artesana en un pueblo poco dado a la hechura del maque, pero además porque no es artesana por herencia; aunque ella habla purépecha, aprendió ese arte decorativo de origen prehispánico que consiste en la aplicación de tierra y aceites con la palma de la mano sobre jícaras y bateas. Con todo, ella ha volado muy lejos con empeño y con el apoyo de su marido, un francés que la conquistó en Uruapán, su pueblo.
«Me costó mucho trabajo para meterme en este medio de las artesanías, pero con la ayuda de mi esposo he logrando rescatar la técnica del maque», señala la artesana de 67 años.
La ganadora del Galardón Nacional de Leyendas Vivientes, por una batea redonda con decoración de flores, ha recorrido y viajado a Estados Unidos, Canadá, Francia y Puerto Rico. Martina es artesana de tiempo completo, ha querido inculcar a sus hijos este arte que descubrió a los 12 años, cuando sus padres la metieron a un internado.
«No tenemos tienda, pienso que si la pongo a lo mejor ya no voy a ser artesana de tiempo completo y yo soy feliz siendo artesana y haciendo lo que hago», señala Martina, mujer morena de gran sonrisa, quien levanta la palma de la mano y dice «sólo con esto trabajo».
Retratista de un pueblo que ha tejido su historia con finos hilos de algodón de colores
Celia López Alcántara es mazahua y tiene 42 años, de ellos 30 los ha dedicado al tejido fino, un arte ancestral en su comunidad de San Felipe Santiago, Villa de Allende, en el Estado de México. Ese oficio al que se dedica de cuerpo entero le ha rendido frutos: obtuvo el «Galardón Presidencial» Gran Premio Nacional de Arte Popular por una carpeta mazahua bordada que cuenta la vida cotidiana de su comunidad, aunque la verdad el trabajo es arduo, esta carpeta que está valuada en 30 mil pesos, le llevó dos años y medio.
Su obra es un relato hilado con fineza. «Quise hacer como un retrato del pueblo. Pensé: me voy a imaginar cómo vivo aquí, cómo vive la gente del pueblo; unos animales que van caminando, imaginé mi casa rodeada de árboles».
En su comunidad, todos bordan fino con hilo de algodón, han encontrado allí su manera de sobrevivir. Tejen los ancianos, las mujeres y los niños. Sus hijos ya comienzan a tejer sus propias historias en carpetas, cojines, tapetes y colchas.
«Estos bordados los hacían los antiguos, los abuelitos, las mamás y ahora me tocó hacerlo a mí y yo se los estoy enseñando a mis hijos para que no se pierda esa tradición», comenta la mazahua que está orgullosa de su arte, de su pueblo y de su lengua mazahua.
Las manos mágicas que trabajan con el totomoxtle sin tintas naturales
Hermenegildo Contreras Cruz es artesano de pura cepa a sus 59 años. En su casa de San Sebastián, Santiago Apóstol, Oaxaca, crea diversas artesanías, de madera, cera y latón, sin embargo en lo que sin duda es un maestro del más alto nivel es en las hojas de totomoxtle sin tintas naturales. Así creó la maqueta con 28 personajes que representa la pasión y la muerte de Jesucristo, con la que ganó el primer lugar de Leyendas Vivientes.
«Tengo 25 años trabajando el totomoxtle, me ayudan mi hija, mi hijo, mi esposa, cada quien tiene un trabajo, alguien puede estar sacando la hoja, otros seleccionándola, unos más poniendo las etiquetas porque se embolsan las piezas, porque son tres calidades de hoja: dura, medio dura y la más suave», señala el autor de una maqueta hermosa en la que se ve a Jesús con una cruz en la espalda en el piso, una obra que le costó dos meses de trabajo; el mismo tiempo que le toma hacer un nacimiento, que es otra de sus obras.
A pesar de la discriminación, es maestro del telar de cintura
«Yo soy un nahua hablante que se ha dedicado al trabajo de telar de cintura y bordado, en mi infancia fue muy difícil que aceptara que yo me dedicara a eso, fui muy discriminado; a los cinco años empecé a hacer algunos tejidos», señala Pedro Martín Concepción, un artesano de 27 años, de uauhtamazaco, Cuetzalan del Progreso, Puebla.
Este joven que obtuvo el Premio Especial por Rescate de Técnica de Materiales es empeñoso, tiene su propio taller donde laboran unos 15 muchachos y sus planes van más allá, quiere prepararse y capacitar a más gente para recuperar el quexquémetl en tejido de curva y brocado, en algodón. Lo logró tras dos años de investigación.
«Empecé a hacer el estudio con el antropólogo Arturo Gómez, que trabaja en el Museo de Antropología; él es como asesor de mi investigación sobre el quexquémetl con su tejido plano, el tejido en curva que es lo que nos distingue en mesoamérica y el brocado en relleno», dice el más joven de los artesanos premiados.
Un joven tejedor de cuarta generación que busca contagiar a sus pares
Ignacio Netzahualcóyotl Nava, ganador del primer lugar del Gran Premio Nacional de Arte Popular por su sarape fino, estilo del siglo XVIII, tejido en pedal, tiene 28 años y es la cuarta generación de una familia de tejedores de San Miguel Xaltipan, Contla de Juan Cuamatzi, Tlaxcala.
Él tiene claro que su comunidad se dedica al textil pero es un arte en decadencia, pues pocos jóvenes participan. «Hago esto con amor, me lo heredaron mis padres, soy un chavo que viene de generaciones textiles, el premio me muestra que estoy haciendo las cosas bien y me obliga a continuar trabajando y demostrar que no fue casualidad».
Su obra está teñida en varios tonos de añil. Se siente orgulloso de estar dedicado en cuerpo y alma al tejido, que su esposa sea también tejedora y que su hijito ya muestre gran interés por este arte popular. «Nací en el taller de mis papás y desde que tengo memoria he estado familiarizado con el colorido y el tejido», dice y reitera orgulloso que su hijo también nació en el taller.
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