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Producción editorial en América Latina. (Foto:El País)
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iudad Juárez, Chihuahua. 20 de octubre de 2013. (RanchoNEWS).-
El gran hombre que no quería morir.
Este subtítulo de algunas ediciones de la obra literaria más antigua de la humanidad, La epopeya de Gilgamesh, es premonitorio al capturar el espíritu del libro en general. Treinta y cinco siglos después de aquella obra inaugural de la literatura, el libro está abismado ante la incertidumbre de su destino, especialmente en el mundo hispanohablante. Se ha encendido una alarma. Suenan voces advirtiendo que el libro, analógico o digital, solo sobrevivirá si hay verdaderos lectores, y que esa estirpe corre el riesgo de extinguirse, si no se modifican y adaptan con urgencia las estrategias de fomento de la lectura. En el centro debe estar el placer de leer frente al uso utilitario con el cual se suele promover el libro. Se logrará si Gobiernos e industria editorial unen fuerzas para mejorar y dar estabilidad a los programas educativos y la oferta de títulos. Para el escritor colombiano William Ospina, «los más cordiales enemigos de la lectura son la academia y la industria editorial». Una nota de Winston Manrique Sabogal para El País:
El futuro está en el pasado. Lo dicen desde el presente expertos, académicos, escritores, editores y libreros a la luz del VI Congreso Internacional de la Lengua, que empezó ayer en Ciudad de Panamá bajo el lema El español en el libro: del Atlántico al mar del Sur. Pero las estadísticas son sombrías: los indicadores de lectura en Latinoamérica oscilan entre dos y cinco libros por habitante al año, revela Fernando Zapata López, director del Centro Regional para el Fomento de la Lectura en América Latina y el Caribe (Cerlalc). La oferta en la región alcanzó el año pasado los 166.000 títulos. La situación en España no es mejor, comparada con los países de su entorno: 10 libros de media por habitante al año y una oferta de 100.000 títulos anuales. Sus estrategias de fomento no son el mejor ejemplo a seguir. El triángulo oferta-venta-lectura no se corresponde. La estrategia ha sido vender libros y no crear lectores. Las ventas en España han caído a niveles de 2012.
«Cuando se lee no se aprende algo, se convierte uno en algo», Goethe.
Las principales causas de la poca penetración del libro en los hogares y sus bajos índices de lectura tienen que ver con la pobreza, la descomposición del sistema educativo y las campañas erráticas y/o inestables de los Gobiernos y la industria editorial. «Lejos de apostar por una ampliación significativa del mercado y creación de lectores, suele refugiarse en las compras del Estado o inducidas por este para los programas escolares», asegura José Carreño Carlón, director del Fondo de Cultura Económica, de México.
La falta de prioridad de los Gobiernos en la educación es la clave del poco éxito de la lectura, afirma Orit Btesh, presidenta de la Cámara Panameña del Libro: «No hay inversión en proyectos educativos y en el entrenamiento y preparación de los docentes». Esa falta de estabilidad en las políticas públicas la recuerda César Antonio Molina, director de la Casa del Lector, de Madrid: «Es una acción administrativa que requiere una mirada de largo plazo y una ejecución de planes de carácter algo más estratégico que cosmético».
«El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir», Daniel Pennac.
Ni siquiera en España ha terminado de prender el hábito lector. Solo el 63% dice leer al menos un libro al año, cifra que baja a la mitad por semana o al día. Es una secuela de los antiguos bajos índices de alfabetización. «Nunca han existido infraestructuras para la lectura. Las redes de bibliotecas han comenzado hace poco», se lamenta Antonio María Ávila, director de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE).
La lectura de libros se corresponde con el índice de lectura de periódicos, asegura Juan Luis Cebrián, presidente del grupo PRISA, editor de El País. La red de librerías en Latinoamérica es escasa, aclara el periodista y académico, quien insiste en que «la base de todo es la educación y el cambio de estrategia para inculcar la lectura en papel o e-book».
Hay un llamado urgente: «El fomento y la promoción de la lectura debe despojarse de su carga utilitaria. Leer es un placer y eso es lo que se tiene que transmitir», reclama William Ospina, encargado hoy de la ponencia general Libro, lectura y educación. Para el escritor colombiano es fundamental corregir esa filosofía de obligatoriedad y «provecho» que suele ahuyentar lectores.
Otra vía de acercar la lectura es con la escritura. La relación entre leer y elegir es decisiva, asegura Ángel Gabilondo, exministro de Educación: «Aprender a leer es a su vez activar la capacidad de decidir. Frente a la pasiva recepción acrítica, se requiere la hospitalidad de la lectura. En ocasiones es más interesante promover esta capacidad que leer una cantidad ingente de textos. Es más decisivo leer despacio, desafiarse con encrucijadas en espacio de deliberación, que tratar de zanjar de una vez por todas nuestras incertidumbres. Uno de los modos se propicia con la escritura».
Esa es la línea que explora Panamá desde hace dos años. Invitar a que sus escolares y padres de familia escriban cuentos o poemas. Buscar, cuenta la ministra de Educación, Lucy Molinar, que el único texto obligatorio sea el propio, generar curiosidad por lo que escribe el de al lado y así crear una cadena de lecturas y recomendaciones».
«El arte de leer es, en gran parte, el arte de volver a encontrar la vida en los libros y, gracias a ellos, de comprenderla mejor», André Maurois.
¿Y las bibliotecas en un mundo analógico y digital? Buenos augurios da el director del FCE. Destaca que ya hay experiencias exitosas de bibliotecas que se están reconvirtiendo en bibliotecas virtuales, sin que eso signifique que vayan a desaparecer las tradicionales. Es un servicio más. Según Carreño, «bibliotecas y librerías están llamadas a convertirse en verdaderas escuelas de alfabetización digital». En el mercado, la oferta de títulos digitales se ha duplicado en Latinoamérica, en dos años ha pasado de 8,6% a 16,9%.
Cambios que requieren de una mayor participación de los medios de comunicación. Deberían dar más importancia a la lectura, y no sólo con programas sobre libros, pide Pedro Cerrillo, director del Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil de España (Cepli).
Un panorama que, desde Barcelona, resume Carmen Balcells, la agente literaria del boom latinoamericano. Se pregunta: «¿Qué es primero? ¿El pensamiento o la palabra? Yo creo que la palabra. ¿Y por qué la palabra? Porque es más lenta que el pensamiento; al ser el pensamiento más veloz, por potente que sea necesita pasar por el cuello que lo ordena y lo hace eufónico. Yo diría que irreversible. Ya está dicho. Ya queda fijado. Luego yo diría que la lectura. ¿Por qué la lectura? Porque la lectura es un acto constante y cotidiano, que debería empezar a primera hora, a ser posible muy temprano con la lectura de los periódicos del día. El hábito de leer en cualquier soporte y debido a cualquier actividad profesional, escolar o académica implica a continuación leer y leer y leer; a veces, en una sinfonía extraordinaria que es leer y escribir. ¿Y qué significa el libro? El libro es la apoteosis final. El libro, que es un acto de amor, es muy dúctil».
«De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; los demás son extensiones de su cuerpo… Solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria», Borges.
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