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«Vivir ha sido divertido. Ser fotógrafo ha sido un coñazo». (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 1 de agosto de 2014. (RanchoNEWS).- Alberto García-Alix (León, 1956), molde de todas las bohemias que en España ha habido durante los últimos 40 años, expone en Madrid, en Photoespaña, una colección de sus autorretratos: Alberto en moto, Alberto en la cama, Alberto apalizado, Alberto con una jeringuilla, Alberto enamorado... La cita es en el Círculo de Bellas Artes, de modo que, ¿por dónde empezar la conversación? Por el recuerdo de su vecino Gómez de la Serna, por ejemplo. Una entrevista de Luis Alemany para El Mundo:
¿Le sigue interesando ese mundo de ultraístas y 'ramones'?
Ya menos. Me interesó cuando lo encontré, a través de Quico Rivas, en los 90.
¿Ha visto el libro de Rivas sobre Pedro Luis de Gálvez que apareció este año?
Sí, y ha quedado estupendo. Yo estuve en la investigación con Quico, estuve cuando vimos el acta de fusilamiento de Gálvez.
La duda es si Quico Rivas no se reconocía en Pedro Luis de Gálvez.
[Ríe] Quico era un tipo genial.Pero sí que era un poco pirata, la verdad.
Aparece esta exposición con sus autorretratos y todos tendemos a pensar: «Claro, si todo lo que ha hecho Alberto García-Alix han sido autorretratos. Cuando fotografiaba a sus amigos o su modo de vida...».
No. Cuando retrato a otras personas pongo mucho de mí... pero para buscar al otro, no para buscarme a mí mismo. Otra cosa es que lo autorreferencial aparezca casi siempre. Desde el principio había cosas en mis fotografías que remitían a mí y eso abrió una puerta al autorretrato.
¿Se acuerda de todo? ¿De cada foto?
De todo no. De las fotos sí. Las veo como un gran lienzo de melancolía. No me acuerdo del momento exacto en que las hice pero sí que recuerdo la atmósfera. Quién era, con quién iba, lo que pensaba... La vida vuelve. Bueno, no vuelve, eso es una tontería, la vida va o no va.
¿Recuerda de la primera vez que vio aparecer su cara en la cubeta de revelado?Me lo imagino como una gran escena dramática...
Sí que me acuerdo. Y tampoco fue para tanto.Yo me hacía fotos para aprender. Ponía el trípode, la velocidad a 1/15 y me hacía fotos. Ahí lo que había era coquetería, juventud, falta de conciencia de lo que era la fotografía...Luego, al cabo de seis o siete años, cuando ya tenía un poco más de sentido de lo que hacía, me di cuenta de que yo era un personaje que pululaba por mis contactos. Intentaba mirarme como si no conociera y me así arrogaba un presente.
¿Qué tal estaban esas primeras fotos? ¿Le gustan? ¿No le ponen de mal humor por la pedantería juvenil, como suele ocurrir?
Me gustan mucho. Lo que me pone de mal humor es no haber hecho más.Tiraba un carrete al día y ya me creía fotógrafo. Tenía las cosas delante de mis ojos y no las fotografié. O no lo suficiente. Eso me da verdadera mala conciencia. También es verdad que era pobre y no me daba...
¿Y el narcisismo?
No, ése no ha sido el motor. Soy una persona tímida.
También ha sido un tipo apuesto.
Bueno, eso que lo digan ellas.
Hay una fotografía en la exposición que se llama Autorretrato con la mujer a la que amo. Y después está el vídeo, donde usted declama la historia de una estatua que le reprocha «haber profanado el amor». Si le digo que usted lo que es es un fotógrafo romántico...
Sí, por completo, soy un romántico. Necesito el romanticismo, su épica, para todo lo que hago. Mi mirada es ingenuidad y hedonismo. Ese título, Autorretrato con la mujer a la que amo, era eso, hacer patente cuál era la mujer a la que quería. Y eso es romanticismo.
Y cuando se habla de lo poético en sus fotografías... ¿Se reconoce en eso de «poético» o le parece palabrería?
La poesía... Yo necesito, lo primero, predisposición para mirar por el objetivo. Muchas veces es duro encontrar esas ganas. Y después, la inspiración para dialogar y encontrar respuestas. Reconozco que hay un aliento poético en todo eso, en ese creencia que la forma de ser está en la forma de ver.
¿Sigue escribiendo?
Empecé escribiendo títulos para las fotógrafías pensando en que aportaran eso, algo poético a las fotografías. Fue a más, a más, y sí, ha llegado un punto en el que necesito un discurso narrativo para engarzar las fotografías. Ahora mismo tengo un texto en marcha para una exposición en París que se va a llamar Un horizonte falso.
¿Disfruta al escribir?
No
¿Y al fotografiar?
Tampoco. Bueno, un poco más. Ha habido algún momento bueno... Y, en cualquier caso, tengo más seguridad.
¿No ha sido divertido ser fotógrafo?
¡Divertido ha sido vivir! ¡Ser fotógrafo ha sido un coñazo! Presión, presión, presión... Cojo la cámara y pienso: «¿Qué foto distinta puedo hacer? Si ya las has hecho todas». Tengo que poner a pulso todos los nervios para encontrar una respuesta.
¿Tiene momentos en los que se lleva mal con su trabajo? ¿Con su obra?
Tengo momentos de dudas, supongo que como todos.Y supongo que lo malo sería lo contrario. Pero más o menos sé lo que vale mi trabajo, ni tanto ni tan poco. Conozco mis debilidades y mis tics porque lucho contra ellos todos los días. Llevo 40 años trabajando y eso ya es una obra, un gran poliedro que contará cómo hemos sido, cómo hemos vivido.
¿Y qué tal se relaciona con el mundo de los que no tenemos tatujaes ni motos sino hijos y coches, los que ahora tenemos vacaciones en agosto?
Bien. O mal, pero igual que con el de los tatuajes. Eso de creer que el disfraz hace al monje... Eso es muy juvenil, yo ya hace mucho que sé que si la gente es valiosa o no depende de que tenga moto o tatuajes.
Lo decía porque anoche vi un El Europeo del año noventa y pocos y había un reportaje suyo: usted iba aquí al lado, a la calle Ballesta y se metía con la prostituta de una esquina a un cuartucho...
Claro, me acuerdo, las fotografíias las hacía Luis Baylón. Yo, en realidad, lo veía aquello como una manera de pedir 25.000 pesetas de la redacción y salir a conocer mundo. Fue una experiencia interesante . Al fin y al cabo aquello era un hombre y una mujer, comunicación, pudor....
A lo que me refería es a que, ahora, en la calle Ballesta hay bares monos y tiendas pijas. La hemos invadido la gente formal.
Bueno, Ballesta está mejor ahora, no nos vamos a engañar. Era una calle un poco triste.
Aunque no quiero parecer moralista, con la prostitución... Sería hipócrita. ¿Sabe usted que España es el país con más prohibiciones de Europa?
No lo sabía...Pues otra cosa no, pero diría que aquí la gente es menos pesada y acosadora que en otros países...
La gente es simpática, será por la cosa latina. Pero ya no engañamos a nadie, yo paso mucho tiempo fuera y me duele ver a España. Me duele porque me siento muy español y todo lo que se ve desde fuera es farsa y estafa... ¡Qué bajada de pantalones!
Alberto, ¿sabe que tiene usted pinta de ir a llegar a viejo?
¡Dios te oiga, chaval! Yo lo que quiero es vivir, vivir cuanto más tiempo mejor. Qué le voy a hacer, es un don que tengo, ser vitalista.
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