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Músicos y bailarines y rituales de vida y alegría, lo mismo en la selva que en salones de baile, son algunos temas constantes en la obra del pintor.(Foto: Guillermo Sologuren )
C iudad Juárez, Chihuahua. 18 de mayo de 2015. (RanchoNEWS).- El del pintor mexicano Guillermo Scully (1961-2011) es un universo lúdico y gozoso, plagado de trazos y colores vitales y desenfadados, en el que la música y el baile son elementos constantes, lo mismo que una atmósfera caribeña y cachonda. Ángel Vargas reporta para La Jornada.
De ello da cuenta la muestra Arrabales de vida, con la cual el Museo de la Ciudad de México rinde homenaje al artista, originario de la capital de la República, en el contexto de su cuarto aniversario luctuoso, cumplido el 4 de febrero pasado.
Esta retrospectiva está formada por alrededor de 60 cuadros y piezas de arte-objeto, así como documentos personales, apuntes, dibujos y bocetos, en los que es posible advertir las motivaciones, pasiones y obsesiones de este creador digno de conocer o reconocer.
Abundan formas y figuras humanas distorsionadas, lo mismo femeninas que masculinas, en ocasiones desnudas, de anatomías exuberantes y sensuales; rostros angulados sobre todo de origen negroide, con ojos y labios prominentes, lo que se traduce en un reconocimiento a nuestra tercera raíz.
También hay músicos y bailarines en éxtasis creativo y recreativo; rituales de vida y alegría lo mismo en la selva que en los salones de baile; el mundo nocturno y de la bohemia; la perpetuación del tiempo en un café, un bar o una cantina de la ciudad de México.
Esas son las constantes de las historias a las que nos remiten las pinturas de Guillermo Scully. Historias, la mayoría de ellas, desbordantes de vida, humor, calidez, convivencia, que remontan a la esencia gregaria y festiva del ser humano. Aunque también hay espacio para el ángulo melancólico y taciturno de la vida.
Los del pintor son trazos e imágenes que mucho evocan elementos, sensaciones y ambientes primitivos, por momentos incluso propios del arte mesoamericano o de culturas ancestrales de otros confines del planeta.
Es una obra que en un primer momento, hace recordar a Miguel Covarrubias, en cuanto a temática se refiere, como apunta el museógrafo Antonio Cortés, Muertito, en la propia muestra.
Es una obra, asimismo, dinámica y sensorial, que hace palpable lo que plasma. Una pintura muy sonora, dinámica, en la que es posible escuchar a los músicos que retrata, percibir el barullo y disfrutar la cadencia de las parejas que bailan en un salón, saborear un aromático café o una copa al compás de una interesante charla.
«La obra de Scully está basada en una inmediatez y así rehusa la fugacidad de lo inmediato. De ahí que sus dibujos sean pintados y sus pinturas dibujadas: es decir, la interacción plástica está en todo momento en la inmediatez del dibujo», destacan los curadores de la muestra, Helena Scully Gargallo, hija del artista, y Josúe Ramírez.
Entre las obras exhibidas pueden encontrarse cuadros desde los años 80 del siglo pasado hasta la primera década del siglo XXI. Los hay de pequeño formato, si bien predominan los de tamaño medio y grande; algunos de ellos bien pueden ser considerados monumentales. Las técnicas empleadas son diversas y van del carbón y el lápiz a la tinta y al acrílico.
Se encuentran distribuidos en cuatro secciones del museo. En tres de ellas se emplazaron una serie de vitrinas en las que se resguardan documentos y objetos personales del artista.
Entre ellos se encuentran pasaportes, fotografías suyas y de familiares, apuntes; catálogos, presentaciones e invitaciones de exposiciones, y algunos de sus pinceles y caballete. También hay decenas de dibujos y bocetos.
En una sección de la muestra se proyectan un par de videos. Uno de ellos recupera entrevistas con familiares, amigos y artistas que hablan sobre la vida y obra del pintor, mientras el otro presenta fragmentos de películas mexicanas alusivas al universo de los salones de baile de la segunda mitad del siglo pasado.
Arrabales de vida se mantendrá abierta al público hasta el 12 de julio próximo en el Museo de la Ciudad de México, ubicado en Pino Suárez 30, Centro Histórico, abierto de martes a domingo de 10 a 18 horas.
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