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Adolf Hitler y Gerdy Troost, viuda del arquitecto Paul Troost, bajo uno de los caballos de Thorak. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de mayo de 2015. (RanchoNEWS).- El hallazgo se ha producido en un almacén de Bad Dürkheim, en Renania Palatinado. Allí permanecían ocultas las esculturas que hipnotizaron a Hitler, caballos de tamaño natural esculpidos por uno de sus autores de culto, Josef Thorak (1889-1952) y por los que hace pocas semanas se ofrecía en el mercado negro hasta cuatro millones de euros. Fueron diseñadas para que Hitler pudiese verlas desde la ventana de su despacho, en la Cancillería de Berlín, y se consideraban perdidos desde 1989. Reporta desde Berlín Osalía Sánchez para El Mundo.
Thorak, junto a Arno Breker, es considerado como el creador y máximo exponente de la escultura oficial nacionalsocialista. Había estudiado Cerámica en Viena y comenzó a ganar fama por haber decorado el castillo imperial. El distinguido historiador de arte de la época, Wilhelm von Bode, director de los museos berlineses, escribió una monografía sobre su obra y la Colección Municipal de Berlín compró una de sus esculturas en 1928. Había logrado reputación entre coleccionistas judíos y la prensa hablaba de él como el Rodin alemán, pero Alfred Rosenberg organizó una exposición en Berlín en 1935 en la que se exhibieron monumentos que Thorak había esculpido para Turquía y los críticos advirtieron un cambio sustancial en sus planteamientos que sería precisamente el que llamase la atención de las autoridades nazis.
«En sus esculturas se expresa lo fuerte y lo poderoso», escribió la Illustrirte Zeitung. «Su temática se ha orientado hacia el monumentalismo». En 1938, considerado ya un baluarte del espíritu del Tercer Reich, el Estado alemán le regaló un enorme estudio en Balham, cerca de Múnich, proyectado personalmente por Albert Speer y en el que trabajó en modelos de hasta 20 metros de altura para elaborar las gigantescas esculturas que se colocarían en el estadio de Nürenberg. Allí fue también donde trabajó en los caballos expresamente encargados por Hitler.
«Los colosos aguardan su definitiva versión en piedra», decía una engolada voz en los documentales que elaboró el Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels, entre acordes de música solemne y mientras mostraba imágenes de la técnica empleada. Thorak modelaba primero en arcilla y agrandaba en escayola. La guerra impidió que muchos de aquellos impetuosos caballos alcanzasen su versión definitiva en bronce o piedra.
La propaganda traspasaba las fronteras alemanas y en 1941 una delegación de artistas franceses visitó su taller a instancias de Hitler. Entre sus miembros estaban Despiau, André Dunoyer de Segonzac, André Derain, Kees van Dongen, Othon Friesz, Maurice de Vlaminck y Henri Bouchard. Este último, director de la Ecole des Beaux-Arts, escribió a su vuelta: «El Estado alemán desea el bienestar de sus artistas. Estos ya no son víctimas de los críticos... Les han donado estudios para que construyan los monumentos representativos de una humanidad gigantesca y heroica que el Estado les encarga. Así honra un gran país a sus artistas y a sus obras, su cultura intelectual y la dignidad de la existencia humana, un país que ha reconocido el arte como necesidad histórica».
Hacia 1943, los bombardeos aliados aconsejaron proteger las obras y Hitler ordenó trasladar los caballos de Thorak junto a otras esculturas a un taller que tenía Breker a solo 20 kilómetros de Berlín. Allí es donde fueron encontradas las obras de arte nazis por el Ejército Rojo y pasaron a formar parte, a partir de 1950, de la decoración de un campo de deportes del ejército soviético en Eberswalde, localidad cercana a Berlín. Las autoridades del Berlín comunista permitían visitarlas a estudiosos del arte y a periodistas con permiso especial, pero no dejaban fotografiarlas.
En enero de 1989, la historiadora del arte Magdalena Busshart publicó un artículo sobre las esculturas en el diario Frankfurter Allgemeine y seguramente fue aquella publicación la que alertó sobre el alto valor de unas piezas que permanecían casi abandonadas. Semanas después, una lectora de ese mismo periódico escribió una carta al director en la que advertía de que las esculturas ya no se encontraban en el lugar indicado.
Los meses siguientes fueron muy intensos en las dos Alemanias; estaba cayendo el Muro de Berlín y las autoridades de Berlín Este no se ocuparon como hubiera sido necesario de la desaparición. Se barajaron hipótesis como su posible traslado a Moscú, pero su aparición en el mercado negro del arte hizo pensar que habían sido vendidas por los jerarcas del régimen de la extinta RDA para obtener divisas en los últimos meses de la existencia del país.
Pintados de dorado y con agujeros de bala
Hace dos años, reapareció la pista sobre los caballos. Fueron ofrecidos a Magdalena Busshart por 1,5 millones de euros por un hombre que aseguró haber trabajado con Schalck-Golodkowski, conocido vendedor que retiraba arte de los museos de la RDA con el objetivo de conseguir divisas para el régimen comunista. La historiadora alertó a las autoridades alemanas y la investigación, a cargo de la división de delitos de arte de la policía de Berlín, culminó ayer con una redada simultánea en varios almacenes de Kiel y Bad Dürkheim. La fiscalía de Berlín ha abierto una investigación contra ocho sospechosos de entre 64 y 79 años. Las obras presentan un estado de pésima conservación. Es evidente que en algún momento los caballos fueron pintados con pintura dorada, pueden observarse también algunos agujeros de bala y algunas de las figuras han perdido su briosa cola, pero «no hay duda de que son los auténticos», han confirmado fuentes policiales.
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