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El Periodista. (Foto: Claudia Guadarrama)
M éxico, 14 de Febrero 2007. (Jesús Alejo/Milenio).- La primera visita de Luis Felipe Lomelí a Medellín, Colombia, fue en 2001. Eran días en que la violencia se leía —en especial en los periódicos de otros países— y se percibía en los habitantes… a través de su silencio.
En la vida cotidiana se sabía de la guerrilla o de los paramilitares, pero también había la necesidad de mantenerlos fuera de las pláticas de todos los días y, simplemente, vivir con toda la alegría posible.
Portada del libro (Foto: Archivo)
“Era como vivir en un infierno, aunque con rumba”, recuerda el escritor. Una contradicción convertida en el germen de la novela Cuaderno de flores (Tusquets, 2007), elegida como el mejor medio para intentar explicar la situación que ha vivido la sociedad colombiana en los últimos años.
“Sí vamos a hablar de la alegría, de la belleza de Medellín y todo, pero de la parte del conflicto armado qué. Me resultaba complicado conjuntar ambas miradas, cuando les trataba de explicar a mis amigos lo de Colombia, jamás me entendían: porque se iban con la rumba infinita o con la violencia infinita, y no. Es el paraíso, aunque está en guerra, por diferentes razones, pero sigue siendo el paraíso”.
A Luis Felipe Lomelí lo contrataron como asesor de diversos proyectos en Medellín, por lo que pudo relacionarse tanto con empresarios como con gente de bajos recursos y en ambos lados se encontró con sensaciones contradictorias frente a la violencia.
“Me encantó su tremenda alegría y ganas de vivir: la rumba colombiana de Medellín y eso que no es la costa. Cuando regresé a Monterrey, donde no sucede absolutamente nada, te encuentras con gente que es metódica y calendariza hasta la alegría. El contraste se convirtió en el primer detonador de la novela”.
Mentalidad contra la violencia
Esa realidad la narra Luis Felipe Lomelí en Cuaderno de flores, a través de una mirada que sintió como la más honesta para contar una historia que, de alguna manera, no le pertenecía: la de un extranjero, el “mexicano” que arriba a Medellín con su visión periodística, donde todo es violencia, el peligro es inminente y las bombas también.
Ya luego se modifica la mirada del personaje y entiende que se trata de un paraíso, aunque esté en guerra: “me interesaba sacar lo que traía adentro y tratar de comprender el rollo de la monstruosidad y la alegría”.
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