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Siempre me ha gustado darles sus piquetes de panza a los políticos, dice el autor sinaloense. (Foto: Oswaldo Ramírez)
C iudad Juárez, Chihuahua, 25 de marzo, 2008. (RanchoNEWS).- La más reciente novela del escritor sinaloense, con la cual obtuvo el III Premio Tusquets Editores de Novela, es una historia del poder político, del narcotráfico y del crimen como demonios de los seres humanos. Una nota de Jesús Alejo para Milenio:
De una de las bolsas de su saco extrae Élmer Mendoza una de sus tantas inseparables libretas de apuntes, en donde tiene anotado todo lo que le viene a la mente. En una de ellas estuvieron tres imágenes durante muchos años: un asesinado, una mujer que no para de llorar y la viuda de un narco con tres hijas.
Muchos años y páginas escritas después se convirtieron en el germen de Balas de plata (Tusquets, 2008), su primera novela policiaca hecha y derecha, con la cual obtuvo el III Tercer Premio Tusquets Editores de Novela: «siempre han dicho que soy un escritor del género y eso es algo que me agrada; aunque también han dicho que no y eso me agrada más, al saber que no te pueden meter completamente en un género.»
Son historias que se viven a lo largo y ancho del país, pero que escritores como Élmer Mendoza busca sacar del ámbito de lo cotidiano para transformarlo en literatura, una apuesta en la que no se sabe dónde están los límites entre la realidad y la ficción.
«La novela es una especie de balance, pero no para cerrar un ciclo, sino para poner todo lo aprendido en estos años de escritura», dice el autor de obras como Un asesino solitario, El amante de Janis Joplin o Cóbraselo caro.
Al ingresar de manera directa al mundo de la novela policiaca, Élmer Mendoza creó a un policía sinaloense —Édgar El Zurdo Mendieta— encargado de investigar el asesinato de un abogado con doble vida, en donde aparece el universo del narcotráfico, de la política y hasta de una fraternidad basada en la comida vegetariana.
«No fue nada fácil construir al protagonista, al saber la cantidad de detectives que existen en la literatura universal, al grado que fue lo último que resolví de la historia: cómo crear un personaje entrañable, al que la gente quisiera u odiara. Siempre fue complicado, hasta hacerlo honesto me pesó».
Un policía mexicano que odia a los narcos, aun cuando la honestidad no sea absoluta porque participa de los sobres, «ese reparto de utilidad quincenal o mensual que dicen que reciben muchos». Esa característica le funcionó al escritor como contrapunto y hasta como parte del romanticismo que podría rodear al personaje.
«Al principio fue como un acto de fe, de hablar de la necesidad de que nuestra policía fuera honesta, pero después ya no descubro otra razón».
La saga que comienza
En la investigación del asesinato, El Zurdo Mendieta se involucra con los narcos más poderosos de la región y hasta del país, al grado de que en la trama juega con la idea de un político que podría suplir a un candidato presidencial, para lo que necesita contar con la aceptación del crimen organizado.
«Siempre me ha gustado darles sus piquetes de panza a los políticos. Una de las cosas que más me impactó de las elecciones presidenciales del 2006 fue la especulación de que iban a sustituir a (Roberto) Madrazo, además estoy seguro de que una de las necesidades de los políticos es el dinero: de dónde salió, esa es la gran pregunta».
El protagonista de Balas de plata tiene las mismas iniciales de su autor: E-M, Edgar Mendieta y Élmer Mendoza, un hecho relacionado más con la posibilidad de haber creado al personaje de una saga de literatura policiaca.
«Cuando me planteo la historia como un balance de lo hecho hasta el momento, pienso que me urge terminar mi novela fantástica; pero también parece que puede convertirse en una saga, lo que significa que debo seguir en el género. Al final, si a los lectores les gusta, a lo mejor hay un segundo libro con El Zurdo Mendieta», dice.
«Eso sí, cuando terminé de corregirlo me quedé prendido. Eso no lo había experimentado antes y creo que eso explica por qué los escritores de novelas policiacas siempre hacen una segunda: el personaje se queda vivo, moviéndose todavía».
Por cierto, la mujer de las lágrimas, quien era muy amiga de Élmer Mendoza, ya falleció.
En la cultura del narco
A Élmer Mendoza no le molesta en lo absoluto el ser considerado como un escritor de la cultura del narcotráfico, al contrario, piensa en esa etiqueta como la definición de sus años en las calles, en las cantinas… en su vida de su natal Sinaloa.
Y si bien ya escribió una novela que lo alejó un poco de esa atmósfera —Cóbraselo caro, con la cual buscó aproximarse a la estética de Juan Rulfo—, desde hace varios años trabaja en una obra que lo acerque a la otra forma de lo fantástico.
«Al terminar la promoción de Balas de plata me voy a meter en serio con la obra, la tengo muy avanzada; el problema es que cuando me ocupo en exclusiva de ella veo los errores, los defectos, las líneas narrativas que podrían ayudarla. Se trata de uno de mis sueños de toda la vida», dice.
Sin título hasta el momento, unos chicos quieren construir la catedral de su pueblo y para conseguir dinero se lanzan en busca de El Dorado, el mítico lugar donde se encuentra el tesoro de los pueblos prehispánicos», agrega.
«La imagen que tengo ahora me gusta mucho, es muy épica. A veces me da risa porque hay quienes me ven como muy ‘cabrón’ y así, pero cuando me conocen saben que soy un tipo tranquilo. Si uno de los valores de mis libros ha sido manifestar esas situaciones —la cultura del narco—, ha sido inevitable», concluye.
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