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La renombrada bailarina mexicana. (Foto: Carlos Cisneros)
C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de agosto 2009. (RanchoNEWS).- El bailarín debe «llenar de felicidad el alma del público», dice Elisa Carrillo. La primera mexicana solista de la Casa de Ópera de Berlín. Una entrevista de Ángel Vargas para La Jornada:
Disciplina y mucho sudor. Ese binomio explica el secreto del éxito de la bailarina Elisa Carrillo:
«Bueno, también cuenta mucho el talento, porque muchas veces por más que uno quiera y se esfuerce en hacer algo que no se le da, pues simplemente las cosas no salen».
A sus 28 años, esta artista cumple una década de ascendente y reconocida carrera en Europa, erigida como la primera mexicana en obtener la plaza de solista de una de las más importantes y prestigiadas compañías de ballet del mundo: la Casa de la Ópera de Berlín.
Desde esa agrupación, apenas en abril su nombre e imagen dieron vuelta al orbe al ser la protagonista del estreno mundial de la coreografía Blanca nieves, del francés Angelin Preijoca, que contó con vestuario del prestigiado diseñador Jean Paul Gaultier.
Esa actuación le valió una andanada de elogios del público y críticas positivas publicadas en diarios y revistas internacionales, ante la hechizante sensualidad que desplegó en el escenario durante ése que fue el plato fuerte este año de la casa berlinesa.
No es profeta en su tierra
No obstante esos logros, a los que deben añadirse las cada vez más frecuentes invitaciones a participar en galas de ballet en diversos lugares del planeta, Elisa Carrillo enfrenta una realidad que es lugar común entre varios de los profesionales mexicanos –con excepción de los dedicados al deporte– que se atreven a emigrar y destacan en el extranjero: la de no ser profeta en su tierra.
Y es que en México, con excepción de ciertos círculos de conocedores, es poco lo que se sabe sobre la trayectoria y el quehacer de esta joven intérprete, quien fue becada a los 16 años para estudiar en la escuela del English National Ballet, en Londres, y a fuerza de tesón, ha logrado construirse un nombre y un lugar importantes en la danza europea.
Toda su carrera profesional la ha desarrollado en Alemania, primero en la compañía de ballet de Stuttgart, donde permaneció durante ocho años y llegó a ser solista, y ahora en la mencionada casa berlinesa, en la que acaba de cumplir su segunda temporada anual, también como solista.
Lo que más le entristece de esa falta de reconocimiento en su patria, dice en entrevista, es que ello le confirma la poca importancia que se da aquí al arte, al tomársele como una actividad accesoria o menor.
«A cualquier persona le gusta ser reconocida, pero si para algo me importaría que se conociera en México de mí y mi trabajo, es para apoyar la danza en el país. A lo mejor mi experiencia podría animar a otros, sobre todo niños, para que vean que es posible hacer realidad los sueños, como el de hacer una carrera internacional de alto nivel», sostiene.
«La de bailarín es una profesión muy bella, y en Europa es motivo de gran orgullo, una profesión muy respetada. El bailarín es visto y tratado allá como alguien muy especial, incluso como un ser extraordinario, lo cual contrasta con México, donde sólo se le da ese trato a boxeadores y futbolistas. Claro que los respeto, lo mismo que a su trabajo, pero creo que es necesario también valorar y reconocer lo que hacen los artistas, como los músicos y los cantantes de ópera, pues son carreras muy difíciles en las que no sólo hay que trabajar, sino dar el alma».
Visita fugaz
Según Elisa Carrillo, quien visitó de forma fugaz el país para ofrecer una presentación en el Concurso Nacional de Ballet Clásico Infantil y Juvenil, en Aguascalientes, del cual se desprendió su beca a Inglaterra hace 12 años, ser bailarín no es sólo tener un cuerpo estético y bailar bonito.
«Es poder transmitir emociones y sentimientos, pero sobre todo lograr conmover; para decirlo de forma contundente: llenar de felicidad el alma del público. No es como el circo, donde la gente va a sorprenderse. Quienes acuden a ver El lago de los cisnes o Romeo y Julieta, sí, buscan la sorpresa, pero el objetivo esencial es terminar conmovidos».
La práctica de la danza, señala, es impensable sin talento ni sudor, e inclusive a veces es más importante esto último, el trabajo arduo: «Un bailarín debe serlo de nacimiento, porque sin talento no llegará muy lejos, por más esfuerzo que haga. Uno debe tener talento, pero también cultivarlo. Es una ecuación de trabajo y talento, porque hay quien tiene mucho talento, pero se confía y termina desperdiciándose, como hay también quien nació sin las virtudes que exige esta disciplina y por más esfuerzos que haga, llegará muy pronto a su límite. Si esto fuera sencillo, cualquiera sería primer bailarín».
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