.
El escritor Guillermo Martínez. (Foto: Página/12)
C iudad Juárez, Chihuahua, 15 de marzo 2011. (RanchoNEWS).- Una melancolía suave destilaba el cielo indeciso de Santiago. Las nubes se abrazaban al cerro San Cristóbal, como si quisieran sostener un diálogo amoroso imposible. El temor a un nuevo sismo o tsunami se disipó durante el fin de semana pasado en el anecdotario de un puñado de taxistas. Algunos dieron cátedra a los turistas –españoles, argentinos, mexicanos y colombianos– sobre cómo el país está «entrenado» y acostumbrado a que la tierra tiemble un poco más de la cuenta. Sobre la avenida Providencia, la mañana avanzaba con una grisura parsimoniosa, como si fuera un día de otoño. En el Centro Cultural de España, escritores y periodistas, lejos de amedrentarse por el mal tiempo, pusieron sus mejores caras para afrontar algunos tópicos que les quitan el sueño a unos cuantos. La creación en red –con el interrogante adosado acerca de si son los nuevos medios una oportunidad para los escritores– fue el primer debate del encuentro «Literatura y Nuevos Medios», organizado en el marco del IV Premio Iberoamericano Planeta-Casamérica de Narrativa, cuyo ganador se anunciará hoy. Una nota de Silvina Friera para Página/12:
El gran protagonista del primer round –para bien y para mal– fue el escritor español Álvaro Pombo, ganador del premio Planeta español en 2006 con La fortuna de Matilda Turpin y miembro de la Real Academia Española. «El formato del MSM se presta al poema, no se puede reducir más el panorama, y permite sacar a los nuevos medios de la cotidianidad pragmática», señaló. El autor español comentó que escribe cartas, ejercicio fundamental de su educación literaria que ha retomado a través del e-mail. «Lo que cambia es la posproducción de la carta. Ahora se ha hecho muy complicado eso de llevarla al correo y esperar; los mails van y vienen al momento», comparó Pombo y vaticinó que el blog desaparecerá, aunque confesó que intentó probar el formato. «Quise hacer el diario de Obama que llamé The First Dog, en la época en que la familia quería tener un perro, pero fue algo muy trabajoso. Era muy elegante, pero difícil de leer; mis textos eran demasiado extensos, superaban la pantalla siempre».
Pombo aseguró que los medios modifican la relación con la escritura. «Eso ya lo hizo el periodismo hace años: te obligaba a limpiar el texto a nivel expresivo. Recortar la comunicación y esencializarla es lo que permiten las nuevas tecnologías. Valéry detestaba la novela porque era expansiva; él condensaba la literatura en sus cuentos», recordó. El periodismo de la mano de las nuevas tecnologías invita a recortar y también a fragmentar la literatura. «Estamos en un mundo relacional y las nuevas tecnologías son una parte del proceso de fragmentación de este mundo». Antonio Lucas, joven periodista del diario El Mundo, de España, bosquejó su diagnóstico: «Uno de los grandes peligros para los escritores es la reducción del espacio. Cada vez más Internet requiere que se convierta el lenguaje en eslogan: ahí tenemos el efecto Twitter, que son 140 caracteres. Eso es lo que están propiciando las redes sociales, que me parecen muy atractivas, pero a la hora de hablar de literatura sólo se convierten en pequeños laboratorios o tentativas con vuelo corto». Tal vez para desmarcarse de una retórica más cercana al apocalipsis, Lucas destacó también otras cuestiones, sin suavizar sus reparos iniciales. «La literatura siempre es literatura buena o mala, me da igual donde se vuelque. No me molesta leer en un e-book o en una pantalla de tv, aunque me gusta leer, sobre todo, en papel. Pero el concepto multimedia que ofrece Internet hace que ya no estemos hablando para lectores, sino para consumidores. El peligro de la literatura es que se convierta en un parque de atracciones».
El escritor chileno Pablo Simonetti, autor de Madre que estás en los cielos, afirmó que Twitter –además de ser un lugar para el eslogan– puede aproximarse al epigrama. «El pulso creativo en la literatura se ve afectado de una manera positiva por la reducción de los tiempos de investigación. El Twitter, la Wikipedia o Google han hecho mucho más fácil acceder a fuentes de información; lo que antes tomaba años de investigación ahora se puede hacer más rápido». Simonetti observó que para los novelistas las tecnologías disponibles han creado nuevos modos de intimidad: «Facebook ha cambiado la idea de intimidad que existía hasta ahora». A pesar del entusiasmo, el autor chileno cuestionó el ahora apaleado cuaderno de bitácora. «Los blogs son una cháchara de vecindad, y hay mucho de narcisismo y exhibición. No creo en la cocreatividad, a no ser que sea el trabajo de una compañía de teatro. En la literatura, los escritores nos retiramos hasta cierto punto de la conversación, del ruido actual».
Pombo volvió al ruedo y asumió que es partidario de una crítica «aristocrática». «La espera formaba parte de la carta. La comunicación instantánea me produce tanto cansancio, estoy tan comunicado que no tengo nada que comunicar», ironizó el escritor español acerca de esta punzante paradoja. «Hay un problema en la relación con el tiempo; si te contestan de inmediato un e-mail, se pierde el paladeo, el saboreo». Es cierto, como planteó, que el exceso de velocidad puede ser perjudicial para la salud. «El espacio mítico desaparece, también desaparece esa relación con el misterio y la intimidad terapéutica de la literatura. No hay cortejo», aventuró. Pero hubo una frase desafortunada, dicha en serio –eso quedó claro– para el ámbito de la literatura. «Un poquito de dictadura y de censura viene bien, básicamente porque la tenemos demasiado fácil», remató Pombo.
La segunda ronda de debate arrancó con esta pregunta: ¿Cómo leeremos en el futuro? El protagonista fue Guillermo Martínez, miembro del jurado de la IV edición del Premio Iberoamericano Planeta-Casamérica de Narrativa. A la hora de analizar los «flancos débiles» del libro electrónico, el autor de Crímenes imperceptibles abordó el meollo de un asunto complejo. «A continuación del libro virtual viene el fin de las editoriales. La editorial tal como la conocemos, el autor que vive de sus derechos de autor, todo eso desaparece», pronosticó. En ese horizonte cercano, en palabras del escritor argentino, habrá una especie de «democracia absoluta», algo así como El libro de arena, de Borges. «Todos los textos estarán en igualdad de condiciones; la cuestión es cómo se orienta al lector en ese mar de libros. El esfuerzo industrial que requiere sacar un libro a la calle hace que haya un primer filtro: no todo lo que se escribe se publica. Hay una serie de criterios que manejan las editoriales, una cierta organización que permite una primera orientación a los lectores dentro del mar de libros, que ya es suficientemente inmenso en la situación actual. En este esquema actual, que no estoy diciendo que me satisfaga, hay filtros y criterios de orientación», explicó Martínez, quien lanzó el desafío de reflexionar acerca de cómo se orientará la lectura sin editores y sin escritores profesionales, en un contexto donde no se percibirá dinero ni por publicar ni por leer. «Vamos a un mundo donde posiblemente vuelva la literatura amateur, en el sentido en que se la conocía antes, cuando solamente la gente con tiempo libre y medios propios escribía».
Mayor información: Letralia
REGRESAR A LA REVISTA