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Rodolfo Alonso leerá sus poesías en la apertura. (Foto: Rafael Yohai)
C iudad Juárez, Chihuahua, 22 de junio 2011. (RanchoNEWS).- El trazo de las constelaciones parece vacilante en un primer golpe de vista. O quizá la que vacila sea la mirada ante el profundo y desconcertante mapa celestial. No se necesita ser un avezado astrónomo para tantear sin demasiado esfuerzo un par de estrellas míticas como «Las tres Marías» o ese racimo que conforman «Los siete cabritos». Tal vez se pueda homologar esa sensación con la vía láctea de la poesía argentina y latinoamericana. Una poeta rionegrina, Silvia Castro, plantea que no deberían existir centros y periferias. La camaradería patagónica destella cuando recuerda lo que suele afirmar un poeta chubutense, Juan Carlos Moisés. «Nuestra actividad tiene el comportamiento de cajas que no encajan; su esencia es el desplazamiento, no sólo espacial sino de todas las variables implicadas en la producción poética, incluida su difusión». Las voces en movimiento de un puñado de compañeros de ruta, de orígenes y filiaciones estéticas diversas, confluirán en el III Festival de Poesía en el Centro, que comienza hoy a las 18 en el Centro Cultural de la Cooperación (CCC), dedicado a la memoria de Gonzalo Rojas, Horacio Castillo y Néstor Groppa. Una nota de Silvina Friera para Página/12:
En la apertura de esta edición, que se prolongará hasta el próximo miércoles 29, leerán sus poemas Niní Bernardello (Tierra del Fuego), Rodolfo Alonso, Susana Villalba y Alberto Muñoz. Los responsables del cierre de estas intensas jornadas de lecturas y discusiones serán el poeta paraguayo Jacobo Rauskin y la cubana Nara Mansur.
La tercera edición de este festival resulta significativa a la hora de repasar el menú de debates que ofrece. Todos son platos principales; la diversidad poética del país podría encabezar un ranking hipotético entre los temas que mayor interés suscitarán. Moisés, «poeta fundacional de la Patagonia», aportará una mirada «inteligente y vital», que Carlos Aldazábal, poeta y coordinador del Espacio Literario Juan L. Ortiz del CCC, intuye que seguramente se complementará «muy bien» con la percepción polémica del platense Julián Axat o el análisis más teórico de Ricardo Trombino (San Juan) y Sergio de Matteo (La Pampa). Otra cuestión con mucha tela para cortar orbitará en torno de la producción de poesía en los márgenes sociales. Camilo Blajaquis, el seudónimo de César González, autor de La venganza del cordero atado, primer poemario que escribió en la cárcel, será uno de los protagonistas del debate, junto con Susana Valenti, a cargo del taller poético de la Unidad de Detención III de Rosario, y las poetas María Medrano y Claudia Prado, coordinadoras del taller de poesía en la cárcel de Ezeiza. ¿De qué hablamos cuando hablamos de poesía? El interrogante permitirá que Alicia Genovese, Roberto Raschella y Miguel Dalmaroni reflexionen sobre los alcances del género poético.
Otro tópico recurrente es el problema de las generaciones; intercambiarán figuritas sobre este espinoso asunto Ricardo Herrera, Tamara Kamenszain, Osvaldo Aguirre y Rodolfo Edwards. Como corresponde a un encuentro donde circula la palabra poética, habrá lecturas de Mercedes Roffé, Alberto Szpunberg, Clara Muschietti, Mercedes Araujo, Miguel Angel Federik (Entre Ríos), Ana Arzoumanian, Macky Corbalán (Neuquén), Alfia Arredondo (San Juan) y Marcelo Carnero, entre otros.
«Yo creo que vivimos un estado de expansión de la potencia de uso que tiene la poesía. Siento que la poesía se manifiesta tanto en los núcleos más clásicos del mundo metafórico como en la vida cotidiana –dice el poeta Juano Villafañe, director artístico del CCC, a Página/12–. Existe una nueva circulación de las metáforas y los símbolos que trascienden los círculos de los poetas y lectores tradicionales. Hay un mundo clásico de producción, difusión y lectura de la poesía que se mantiene y un estado de recirculación que aborda otros públicos. El mundo virtual ha replanteado las lecturas y la propia producción de imágenes y metáforas. Los blogs o las páginas web han producido una gran inflación literaria que tiene la virtud de expandir todo tipo de poesía. El poeta ahora puede difundir su obra en un nuevo soporte que multiplica como nunca antes su trabajo literario». Villafañe considera que no existen fuertes rupturas generacionales ni fuertes continuidades de lo poético. «El soneto puede ser hoy una forma poética recreada o un ejercicio válido como cualquier crucigrama vanguardista –compara–. La palabra como objeto puede transformar al poeta en un operador de la propia palabra, pero también subsisten las formas vitalistas, los usos coloquiales y la poesía como espectáculo. Esta diversidad, más que un gesto posmoderno, se me ocurre que aparece como tensión de renovación neomoderna. El conflicto sigue siendo al interior de la poesía: la necesaria transformación o recreación del lenguaje».
Poeta, narrador y dramaturgo, Juan Carlos Moisés aclara –medio en broma, medio en serio– que no pretende hacer «militancia patagónica» desde Chubut. «La poesía que se escribe en esta parte del país goza de buena salud: por variedad, por cantidad, por calidad. Hay para todos los gustos y paladares.» Su biblioteca puede dar fe de esta rotunda afirmación. Al alcance de la mano tiene La sombra de todo, de Cristian Aliaga; Mujeres a la intemperie –Pu Zomo wekutu mew, de Liliana Ancalao; Los fronterantes, de Ariel Williams; Lo que son las cosas, de Rubén Gómez; Jerez volcado, de Jorge Spíndola; Aquí no vive nadie, de Luciana A. Mellado; Breve tratado sobre la lágrima, de Julio Leite; Los ojos del cordero, de Germán Arens; Country, de Bruno Di Benedetto, y Hacer la de Elvis, de Graciela Cros–. Dice, entusiasmadísimo, más títulos y nombres, pero la generosidad de Moisés en la enumeración no se condice con la tiranía de estas líneas. «En todas las regiones del país cada día se escribe más y es cada vez más abundante la poesía que circula entre poetas, no sólo en forma de libro; particularmente en todos los soportes y formatos que permite Internet. El diálogo que se está dando entre poetas es tan inusual como auspicioso, y está muy lejos del modo en que hace cuarenta, treinta, veinte, o hasta diez años, cada poeta vivía en su lugar, ciudad o pueblo, con escasas posibilidades de saber lo que se escribía en otras provincias, ni siquiera en poblaciones vecinas. Lo hacían sin expectativas de hacer conocer lo suyo y con muchos inconvenientes a la hora de pensar en editar un libro y, peor, distribuirlo. El correo hacía lo suyo con un toque mágico perdido, es cierto, pero a paso de tortuga», ironiza el poeta.
Los festivales, dondequiera que se realicen, agrega Moisés, brindan «la posibilidad cierta de mantener viva la poesía y de enriquecerla con miradas distintas y nuevas, que más temprano o más tarde incidirán en el corpus de la literatura argentina, a pesar de los recortes o mutilaciones que se le propina desde que la poesía es poesía en este ancho y largo país». El autor de Poemas encontrados en un huevo y Animal teórico pondera el hecho de que hoy «tenemos el mundo en las manos». «Un aparatito llamado ratón nos conecta al instante con todo y con todos y con textos de todo pelaje y procedencia. Tal vez ahora, paradójicamente, cueste más separar la paja del trigo, pero aun así va a exigirnos un esfuerzo crítico extra, que en cualquiera de los casos siempre será bienvenido –reconoce–. Más allá o más acá del aceleramiento en la circulación y del lugar desde el cual escribamos, el problema sigue siendo la poesía en sí misma, su escritura, la búsqueda de sentido, el trabajo noble con una materia que siempre ofrece resistencia, y ante ese problema siempre vamos a estar solos frente a la hoja en blanco. Como fue al principio, como por suerte seguirá siendo».
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