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Fragmentos de Polospieler in Jenischs Park y de Trabajadores de la remolacha. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 2 de junio 2011. (RanchoNEWS).- ¿Fue un dulce y despreocupado impresionista o un pintor socialista de barricada? Alemania se proponía rendir culto a Max Liebermann, figura de la elite artística de su siglo XIX con una gran retrospectiva en el Bundeskunsthalle de Bonn y otra exposición más íntima y cuidada en Wannsee, lago berlinés junto al que se retiró Max Liebermann huyendo de los ojos de los nazis. Pero la crítica alemana está siendo muy dura con estas dos muestras por los vacíos que percibe en sus catálogos, en los que faltan las obras de denuncia. Una nota de Rosalía Sánchez para El Mundo:
La muestra de Bonn se centra en las muchas variaciones sobre jardines y granjas que pintó Liebermann, que llegó a realizar unos 200 cuadros con esta temática. En Wannsee se exponen las marinas, imágenes de la costa holandesa que pintaba durante sus fieles estancias veraniegas entre 1871 y 1914. Juntas, aspiran a ofrecer una visión enciclopédica de la obra de Liebermann como «precursor de la modernidad», tal y como ha reconocido Robert Fleck, director del museo de Bonn. «Recorremos cronológicamente todas las etapas de su trayectoria pictórica, así como todas las técnicas que empleó, óleos, dibujos y grabados, y se extiende asimismo por las terrazas superiores del museo, convertidas en un jardín inspirado en sus cuadros», explica Fleck, al que los críticos de arte alemanes acusan, sin embargo, de haberse limitado al Liebermann más tedioso, evitando las obras en las que el artista denunciaba las duras condiciones de vida de los campesinos y del personal de servicio.
El diario Tagesspiegel ha calificado la exposición como «un paseo por el jardín» y ha señalado ausencias notables en el catálogo y títulos de obras que duermen en los almacenes de ambos museos y que merecían, a juicio de su director de Cultura, formar parte de la exposición. Entre ellas figuran Los surcos y La reparación de las redes, pintados en torno a la Exposición Universal de París y que se empeñó en comprar para los museos estatales alemanes, en 1889, el por el entonces director general de las colecciones nacionales Wilhelm von Bode. La crítica considera que son imágenes clave de la obra de Liebermann.
Los museos se defienden, alegando que el objetivo de estas exposiciones era subrayar que, desde la perspectiva actual y desde un punto de vista técnico, el artista fue un adelantado de su tiempo, en tanto que precursor del impresionismo francés, además de un arquetipo y representante de la elite ilustrada judía a la que la llegada de Adolf Hitler al poder, en 1933, colocó ante el dilema del exilio o la persecución nazi. Murió en 1935 y solamente en los años 60 comenzó a recuperarse su obra pictórica.
Max Liebermann nació en un hogar privilegiado. La ventana de su dormitorio infantil, en la céntrica Pariser Platz berlinesa, ofrecía vistas a la Puerta de Brandemburgo. Pese a la oposición familiar, que había planeado para él la formación propia de un hombre de negocios, optó por la pintura y, quizá ayudado por su posición social, llegó a ser presidente de la Academia Prusiana de Bellas Artes. Desde ese puesto aprovechó para promover los nuevos movimientos artísticos que burbujeaban entonces en Berlín, tanto en tiempos del Kaiser como durante la República de Weimar, hasta que los nazis decidieron poner fin a esa situación y lo echaron de todos sus cargos públicos.
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