La columna que hizo famosa el poeta, ensayista y traductor mexicano, que nació en Excélsior en 1973 y tuvo 40 años de vida, será publicada en tres tomos por editorial Era. (Foto: Efe)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de marzo de 2017. (RanchoNEWS).- «En pocos días, la industria literaria ha sufrido la muerte de Henri Charrière y la autojubilación de Corín Tellado». Así comienza el primer Inventario que el poeta y ensayista José Emilio Pacheco (1939-2014) «inventó» para Excélsior y presentó a los lectores el domingo 5 de agosto de 1973. Virginia Bautista reporta para Excélsior.
La última página del suplemento cultural Diorama de El Periódico de la Vida Nacional, la 16, vio nacer la columna del Premio Cervantes 2009 que se volvería célebre y que escribió cada semana durante 40 años, ofreciendo «un ejemplo magistral de periodismo literario», afirma el investigador Miguel Ángel Flores.
Primero en Excélsior y después en la revista Proceso, el Inventario, cuyo título original apareció siempre en minúsculas, se convirtió en «la gran cátedra involuntaria» del también novelista y cuentista que los lectores buscaban con ansia cada semana.
Ahora, editorial Era acaba de publicar en tres tomos una antología de esta columna, recopilación a la que ha denominado «el libro más largamente esperado de José Emilio Pacheco», cuya preventa exclusiva se realizó durante la 38 edición de la Feria Internacional del Libro Palacio de Minería que concluye hoy.
El haber dedicado su primer Inventario al escritor francés Henri Charrière, el autor de Papillon acusado de un crimen que según él no cometió, quien murió el 29 de julio de 1973, y a la popular novelista española Corín Tellado (1927-2009), habla del gran espectro del interés literario y el conocimiento de Pacheco, que conservó durante cuatro décadas.
Esta primera columna, que inicialmente fue miscelánea y poco a poco se volvió monotemática, estuvo dividida en cinco subtítulos: «Las mariposas son libros», «Boquitas selladas» (sobre Tellado), «Poesía y verdad», «Juego de cartas» (sobre el exterminio de la conversación y la correspondencia) y «Making It» (sobre la actriz Marilyn Monroe). Y fue ilustrada con tres fotografías.
La literatura y sus autores eran el tema recurrente del Inventario, que durante meses apareció sin firma; pero, finalmente, el autor de Las batallas en el desierto decidió plasmar sus iniciales, JEP, al final del texto.
Flores explica en entrevista que en 1973 Pacheco colaboraba en las páginas editoriales de Excélsior y que propuso esta columna porque era el tipo de periodismo cultural que le gustaba.
«Desarrolla en el Inventario una gran capacidad de síntesis y lectura. Es la concreción de un género que él empieza a practicar desde muy joven. Reunía información de revistas extranjeras. Él leía en inglés, francés e italiano; y de repente metía un tema mexicano. Poseía un gran sentido periodístico», agrega.
El profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco detalla que la larga e ininterrumpida serie de columnas culturales de Pacheco se inició en la década de los 60, con Simpatías y diferencias -título de un libro de Alfonso Reyes- en la Revista de la Universidad de México, y Calendarios, entre otras.
«Ideó Simpatías y diferencias ante el predominio que había de fuentes de habla inglesa; él trató de equilibrar esto buscando fuentes en francés para reseñar la actualidad. Leyéndolo sabías qué pasaba en la cultura en el mundo», señala.
Precisión y brillo
En blanco y negro, cada domingo Pacheco publicaba en Inventario reseñas, glosas, biografías, reflexiones y pequeños ensayos sobre autores como Pablo Neruda, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Manuel Acuña o Juan Rulfo; y comentarios sobre museos, películas o encuentros literarios como la Feria del Libro de Fráncfort.
También dedicó sus reflexiones a escritores como Ezra Pound y su vida en Londres de 1909 a 1920, a Agatha Christie, los poetas del Porfiriato, a Rubén Darío, Oscar Wilde, el Popol Vuh, José Revueltas, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Susan Sontag o Daniel Cosío Villegas.
«Sus notas siempre estaban basadas en la actualidad: aparición de libros, efemérides, hechos culturales. Tenía una fuerte preocupación por documentar, sabía sintetizar y poseía una prosa espléndida. Desde joven tenía una gran capacidad de escribir con precisión y brillo, y una forma especial de involucrar al lector en el tema», añade.
Para el también crítico de la poesía mexicana y traductor, el autor de Morirás lejos entrega en esta columna «una visión enciclopédica de la cultura del siglo XX y, en especial, del proceso cultural de México».
Destaca que «hace obituarios insuperables, una evaluación sorprendente de la obra del escritor que acaba de morir. Se involucra en temas polémicos también, con una gran solvencia moral y literaria. Y sabía documentar una nota. Por ejemplo, la inundación de Nueva Orleans, él sabía buscar en la literatura temas afines a ese acontecimiento».
Flores asegura que el Inventario de Pacheco «era una especie de cátedra sin pretenderlo. Los lectores buscaban las obras que él citaba. Esos diálogos ficticios que inventaba entre figuras literarias, como Reyes y José Vasconcelos, son maravillosos. Su gran conocimiento de los autores y su maestría se lo permitía», apunta.
El 4 de julio de 1976, año en que la columna abarcó la mayoría de los domingos dos páginas, la 14 y la 15, JEP publicó su último Inventario en Excélsior. El tema: «Hoy se cumplen dos siglos desde el día en que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos fue aprobada en Filadelfia por los representantes de… la franja atlántica de trece estados que entonces constituían toda la Unión».
Después de consolidarse durante tres años en El Periódico de la Vida Nacional, el Inventario se publicó también cada domingo en Proceso, donde alcanzó la maestría con que se le recuerda. La última columna, que apareció el domingo anterior a la muerte del poeta, ocurrida el 26 de enero de 2014, estuvo dedicada a su amigo Juan Gelman.
«Inventario se convirtió en uno de los trabajos más sorprendentes, creativos y rigurosos de Pacheco», indica Flores, quien le propuso al traductor en vida la publicación de una selección de esta columna.
Pero él nunca quiso. Tenía una obsesión por la perfección y la reescritura. Decía que para que se quedara satisfecho como autor necesitaría dedicarle muchas horas a revisar y a reescribir estos textos y que no tenía el ánimo, pues se quería dedicar a otras cosas.
«Era muy respetable este deseo. Cada autor tiene el derecho a decidir en qué invierte su tiempo. Qué bueno que ahora su esposa Cristina Pacheco decidió publicar esta antología. Releerlo le dará a los mexicanos muchas horas placenteras», concluye.
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