Andrómeda, madera y metal, 2015. (Foto: artsy.net)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de junio de 2020. (RanchoNEWS).- En estas primeras horas de su ausencia, me visita insistente su contagiosa sonrisa. Y en ella siempre, una idea inteligente que compartir, una actitud empática y simpática. Todos saben o se enterarán estos días de la importancia mundial de su obra, su larga historia profesional llena de luchas y finalmente de reconocimientos.
Muy pocos podrán enterarse en cambio, estos días, de que esa sonrisa también estaba lista para acompañar a los jóvenes que se iniciaban al mundo del arte. Manuel dio clases sobre su oficio en varias universidades, pero más allá de ese magisterio, en el que introdujo una reflexión profunda sobre los lenguajes del arte, se atrevía a aconsejar actitudes vitales prácticas. Más de una vez lo escuché decir a un joven artista: «Nunca pretendas vivir de tus cuadros porque eso lleva a la frustración y al hambre. Vive de otra cosa, pero persevera en la calidad de tu obra. En su experimentación y en su duda: buscar lo tuyo tercamente es empecinarte en dudar». Manuel aconsejaba terquedad y eterno aprendizaje, pero también invitaba a descubrir la plenitud del instante creativo. «Mientras pintas dedícate totalmente al ahora y a la superficie del cuadro. Pero cuando exhibas, mira más allá, sin ansiedad: la humildad ante lo que has hecho es una ambición más grande o por lo menos más larga en el tiempo». «Además, si tu arte se vende bien o finalmente es respetado y reconocido, podrás inventar con mayor libertad maneras de compartir tu conocimiento del oficio o de invitar al goce de tus ideas con otras personas. En arte, dar es recibir».
El texto de Alberto Ruy Sánchez lo publica el suplemento El Cultural de La Razón
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