Rancho Las Voces: Libros / España: Cazadores de libros
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

martes, enero 14, 2014

Libros / España: Cazadores de libros

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The Bay Psalm Book (1640), el libro más caro de la historia. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de enero de 2014. (RanchoNEWS).- Son las seis menos cinco de la tarde. Unos veinte bibliófilos van ocupando sus asientos, armados con sus paletas numeradas, y contemplan una vez más en el catálogo ese preciado título por el que han venido a pujar, mientras los envuelve el noble y familiar olor del papel viejo, fruto de la humedad y de la oxidación de la lignina que éste contiene. Estamos en El Remate, la única casa de subastas española dedicada exclusivamente a libros, manuscritos y obra gráfica. Una nota de Fernando Díaz de Quijano para El Cultural:

La subasta transcurre deprisa. Se despachan 600 lotes en una hora, a diez por minuto, pero aquí nadie hace aspavientos como en las películas o en esas subastas de almacenes abandonados que, sin motivo aparente, han colonizado algunos canales de televisión en los últimos meses. Aquí todo ocurre de un modo sereno y apacible que no está reñido con la velocidad.

Al poco de empezar la subasta, un único postor paga 4.500 euros, el precio de salida, por una colección de autógrafos de personajes ilustres - Amadeo de Saboya, O'Donnell, Narváez, Zorrilla, Mesonero Romanos...- reunidos por la escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda a mediados del siglo XIX, que constituye un valioso documento del romanticismo español.

Poco después, la paleta número 8 se alza por La fe triunfante o carta a la junta llamada del Gran Sanhedrín de los judíos de París, y a todo el pueblo hebreo esparcido por el mundo (1815), de Juan Josef Heydeck. El catálogo avisa: «obra muy rara». Aun así, el precio de salida es de 85 asequibles euros. La paleta 10 también se alza, sostenida con esfuerzo por un hombre muy mayor. Los dos coleccionistas mantienen una breve pugna y el último se lleva el gato al agua por 110 euros. Cumplido su objetivo, se levanta, se coloca el sombrero y se dirige muy lentamente hacia la puerta. Ya tiene lo que había venido a buscar, así que se marcha.

La subasta en sala concluye con el 21% de los lotes rematados. La mayoría lo son «en mesa», es decir, adjudicados a ofertas que han llegado por escrito. Los demás son adquiridos por los postores presentes en la sala y los que pujan por teléfono, representados en directo por un profesional de la casa. Los lotes no vendidos podrán ser adquiridos durante el mes siguiente mediante venta directa por el precio de salida y, si la oferta fuera inferior, corresponde al propietario del libro decidir si acepta o no. En caso de que no haya ofertas, el lote podrá entrar a subasta de nuevo, con un precio de salida inferior.

Otros 900 lotes, casi todos con un precio de salida inferior a 50 euros, se subastan directamente fuera de sala, a partir de ofertas enviadas hasta la fecha y hora límite mediante Internet, correo ordinario, teléfono o fax.

Como vemos, el mundo de las subastas de libros es más discreto que el de las subastas de arte, pero de vez en cuando también da la campanada. En noviembre de 2013, Sotheby's vendió en Nueva York el libro más caro subastado hasta la fecha, The Bay Psalm Book, por 14,17 millones de dólares (10,37 millones de euros). Este compendio de salmos de 1640 fue el primer libro impreso en el territorio de lo que hoy es Estados Unidos, en Massachusetts. Forma parte de una edición de 1.700 de la que sólo se conservan 11 ejemplares, algunos de ellos en la biblioteca del Congreso de Estados Unidos y en las universidades de Yale y Brown. Lo adquirió el financiero y filántropo David Rubenstein, multimillonario fundador del grupo The Carlyle, que, según informó Sotheby's, pretende poner el libro a disposición del público a través de exposiciones en distintas bibliotecas de Estados Unidos. Esta venta batió el anterior récord, de 11,54 millones de dólares (8,65 millones de euros), que lo ostentaba un ejemplar de Birds of America, un libro de ilustraciones del ornitólogo y pintor John James Audubon.

Los más buscados

Según David Goldthorpe, especialista en libros de Sotheby's, los más codiciados en las subastas suelen ser primeras ediciones de grandes obras de la literatura o de libros infantiles muy queridos, obras que describen importantes avances científicos o viajes pioneros y, por supuesto, incunables, es decir, libros impresos en el medio siglo posterior a la invención de la imprenta de Gutenberg. «Los libros más valiosos suelen ser manuscritos ilustrados medievales e incunables muy raros, pero algunos campos especializados, como el Americana [todo lo referente a la historia y la cultura estadounidense], pueden atraer también enormes sumas de dinero», añade Rupert Neelands, especialista del departamento de libros y manuscritos de Christie's.

Xavier Llach es el copropietario de Soler y Llach, una casa de subastas barcelonesa dedicada originalmente a la filatelia que abrió un departamento de libros en los noventa. Según su experiencia, en este mundo también hay modas, y «ahora se están vendiendo muy bien los facsímiles, reproducciones de libros que normalmente son piezas únicas, como pasa con los libros religiosos medievales», asegura.

Todos los expertos consultados coinciden en que los tres factores más importantes para determinar el valor de una obra impresa son su grado de rareza -número de ejemplares existentes-, su poder para evocar personas o acontecimientos importantes, y su estado de conservación. «Un mismo libro puede variar enormemente su valor de un ejemplar a otro», explica Neelands, que pone el siguiente ejemplo: «El mes pasado, Christie's vendió una primera edición del Principia (Londres, 1687) de Isaac Newton, encuadernado en cuero rojo marroquí para el rey James II como patrono de la Royal Society, por 2,52 millones de dólares. En contraste, el ejemplar de Principia vendido por Christie's en Nueva York en 2008 tenía una cubierta de cuero de becerro sin marcas de propiedad, por lo que “sólo” alcanzó 194.500 dólares, a pesar de ser exactamente el mismo texto».

A pesar de las altísimas cantidades mencionadas, no hay que tener una fortuna para ser un digno coleccionista de libros antiguos. «Aunque los coleccionistas más destacados suelen ser personas muy ricas, la competencia por los libros es menor que la de pintura, por ejemplo. Si gastas sólo unos cientos de euros en cada compra, en lugar de miles, también puedes crear una colección de gran interés», explica Neelands. En la misma línea, Thijs Blankevoort, de la casa Bubb Kuyper de Holanda, una de las especializadas en libros más importantes del mundo, afirma que lo importante es «tener un ávido deseo de buscar y coleccionar libros». Normalmente, los coleccionistas tienen un perfil muy variado y «suelen especializarse en temas concretos, como ciencia, incunables, literatura inglesa o libros infantiles», apunta Goldthorpe.

El mercado en cifras

Según los expertos, es difícil poner cifras al mercado de las subastas de libros. En España mueve unos 150.000 euros al mes según las estimaciones del director de El Remate, Javier Varas. La casa que regenta ha rondado los 800.000 euros anuales en los dos últimos ejercicios. «Esta cantidad es sensiblemente inferior a las cosechadas hace cinco años, cuando las compras de las instituciones disparaban las cifras al millón de euros».

El principal cliente institucional de estas subastas en nuestro país es la Biblioteca Nacional, pero, en efecto, los recortes presupuestarios han paralizado prácticamente las pujas del Estado, una práctica antes habitual para evitar que piezas importantes de nuestro patrimonio se perdieran para siempre en manos privadas y a menudo extranjeras. Según Andrés Pérez de Guzmán, propietario de El Remate, «sus compras se han reducido a menos de la mitad» en estos últimos años.

En Estados Unidos, las instituciones que más ejercen este papel son las universidades privadas, según Rick Stattler, de la casa Swann de Nueva York, la más importante del mundo dedicada a obra en papel, que realiza unas 40 subastas al año. «A menudo es difícil para las instituciones públicas de EEUU comprar en subastas porque sus presupuestos dependen de los impuestos. A veces un benefactor compra algo para donarlo o cederlo a una biblioteca» -como el caso de Rubenstein y The Bay Psalm Book-, explica Stattler, especialista en Americana.

Haciendo números a escala global, Sotheby's vende libros por valor de 80 millones de dólares anualmente en sus distintas sedes, según su Goldthorpe, lo que puede darnos una idea del alcance de las cifras totales si sumamos todas las casas de subastas del mundo.

«El mercado es muy grande, pero su consolidación está ocurriendo ahora, en parte debido a la transparencia que ha traído consigo Internet», explica Blankevoort. La abundancia informativa que suministra la red influye sobremanera en las pujas. Por ejemplo, «es vital para una casa de subastas ser la primera en presentar una obra, ya que si procede de manos de otros subastadores, su precio cae significativamente».

Además del descenso de los precios y la caída de las ventas, la crisis tiene otros efectos en este peculiar mercado. Según Pérez de Guzmán, en los últimos meses han recibido decenas de llamadas de personas ajenas a este microcosmos y que, acuciadas por la necesidad de liquidez, desean deshacerse de todo tipo de enciclopedias. Pero si Internet ha borrado de un plumazo estas colecciones del mercado editorial, ya no digamos las de segunda mano, por no hablar de la imposibilidad logística de almacenar, tasar y gestionar en vano tal cantidad de volúmenes, de modo que todas estas propuestas son rechazadas.

Perteneciente a una conocida dinastía nobiliaria ligada desde hace siglos a las letras, el actual dueño de El Remate lamenta la pérdida de interés por la alta cultura en todas las esferas: «Antes, la riqueza se medía por el tamaño y la importancia de las bibliotecas particulares», añora. Los pudientes de hoy suelen demostrar su posición económica de otras mil maneras antes que construyendo una buena colección de libros antiguos, pero Andrés y compañía seguirán trabajando mientras siga existiendo esa variopinta tropa de bibliófilos irreductibles en la que caben bolsillos de todos los tamaños.



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