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Ilustración: Óscar Sarrama
C
iudad Juárez, Chihuahua. 10 de enero de 2014. (RanchoNEWS).- Reproducimos el texto de Antonio Martínez Sarrión publicado por El Mundo con motivo del recién fallecimiento de Josep Maria Castellet, 1926-2014:
Van desapareciendo poco a poco, con la tristeza que nos produce a quienes fuimos amigos suyos, los componentes del grupo literario español de los 50, para uno tan alto como el del 27. De quien nos abandona ahora pudiera predicarse en lo que respecta a la excelencia, cuanto rezaba para sus colegas con un añadido muy peculiar, la honestidad, el difícil gesto entre hombres de letras, de saber rectificar. Nadie menos infatudo que el mestre. Todo el armazón de su sistema crítico, de raíz marxista desde su primera juventud, pareció venirse abajo cuando dio a la luz, en 1960, sus Veinte años de poesía española, antología tan central para nuestra lírica como las que le precedieron de Gerardo Diego o Federico de Onís.
Los adolecentes de entonces lo adoptamos poco menos que como libro de horas, y no sólo españoles sino en Latinoamérica, Francia e Italia. Alguien señaló pronto que en el nombre y defensa de una poesía de corte realista se había dejado fuera nada menos que a Juan Ramón Jiménez, el lírico mayor, con Antonio Machado, del siglo XX. Castellet reconoció y explicó, sin justificar su error, que alcanzaría a otro de sus libros teóricos primeros, La hora del lector (1957), del que hoy disponemos de una edición, con un utilísimo dossier donde volvía a resplandecer la rara virtud de rectificar pasos equivocados, sin abandonar Málaga (el citado marxismo siempre abierto) para empozarse en Malagón (el más estúpido anticomunismo de guerra fría) en donde hoy flota un buen porcentaje, no de los difuntos colegas de Castellet, sino de los míos.
Empleó el crítico los 60 editando antologías de los poetas catalanes mayores y dando a la luz monografías de las que prefiero la dedicada a Espriu más que la enfrentada a Pla. De la antología Nueve novísimos poetas españoles (1970) se habló muchísimo y se agotó al momento, aunque hoy disponemos de buenas reediciones. Tuvo la generosidad de incluirme en ella. Quiero resaltar los dos volúmenes de recuerdos de su riquísima vida intelectual y de contactos: Los escenarios de la memoria (1988) y Seductores, ilustrados y visionarios (2010).
Entre las no muchas cartas que de él conservo me sigue emocionando hasta las lágrimas la que me envió tras realizar una edición póstuma de poemas de García Hortelano, muerto Juan y poco antes Calos Barral y Jaime Gil. Parecían habérsele evaporado las ganas de vivir. Obtuvo en 2010 el Nacional de las Letras sin manejo alguno por su parte. De eso, como de su raro decoro en tiempos tan bajunos y canallas como los de hoy, podemos estar seguros.
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