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La directora alemana Caroline Link. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 5 de septiembre de 2014. (RanchoNEWS).- Una niña que vive con unos padres sordos en un mundo sin voces, una familia judía exiliada en Kenia y, ahora, un adolescente con un padre desconocido en Marruecos. Caroline Link, autora y guionista de pluma fina, busca su madurez personal con Destino Marrakech, un nuevo filme que sigue la senda de los anteriores y ahonda en las relaciones personales en un escenario sin la purpurina ni el carmín occidentales. Una nota de Cristina Rubio para El Mundo:
«En una película necesitas a dos personas, aquí el padre y el hijo, quienes deben resolver sus conflictos íntimos en un mundo distinto, que les exija supervivencia y cambio», explica la directora alemana, de promoción en la capital catalana antes de que se estrene su nueva cinta en las salas este fin de semana.
Después de En un lugar de África, adaptación cinematográfica de la novela de Stefan Zweig con la que ganó el Oscar a mejor película de habla no inglesa en 2002, y Hace un año en invierno, título inspirado en el libro del escritor Scott Campbell que se estrenó en 2008, ahora se lanza por fin con un guión propio: «No es tan distinto, la única diferencia es que en las otras dos tenía una base literaria pero siempre dejo volar la imaginación, sea cual sea el punto de partida», explica la cineasta.
Destino Marrakech narra la historia de Ben (Samuel Schneider), un joven alemán de 17 años que decide pasar las vacaciones en Marrakech con su padre, Heinrich (Ulrich Tukur), un reputado director de teatro que apenas ha mantenido contacto con él. «Quería reflejar una realidad muy frecuente, la de un adolescente que ha tenido que crecer sin la figura de su padre y hacerse mayor siendo el compañero de su madre», explica Caroline Link.
El marco vuelve a ser África. Marrakech esta vez, una ciudad que actúa como un personaje más y sirve de laberinto emocional para Ben y Heinrich. Allí, el chico se enamorará de una prostituta, Karima, mientras su progenitor se atrinchera en un hotel de lujo ajeno a la realidad marroquí, que dice conocer sólo a través de la literatura. «Necesitaba que convivieran en un lugar ajeno, que tuvieran que enfrentarse también a peligros existenciales», apunta la directora alemana antes de resumir: «En Marrakech el hijo se hace más fuerte y el padre más débil».
La cineasta huye de la típica imagen de postal turística y presenta una Marrakech con todas sus luces y sombras, rasgos que tienen mucho de árabe y poco de occidental. «El secreto es aprender sus reglas del juego y aceptarlas, no querer dar lecciones de moralidad, ir allí y cambiarlo todo», explica Link, que viajó por primera vez a Marruecos hace 22 años, con su entonces novio y ahora marido, el también director Dominik Graf.
Pese a su empeño por ahondar en las relaciones personales y no entrar demasiado en el terreno de la crítica social, a Caroline Link se le escapa algún que otro reproche al respecto: «Los occidentales nos creemos que con dinero lo vamos a conseguir todo, queremos comprar el mundo árabe y eso crea una hostilidad difícil de gestionar», señala. Quizás por ese afán de realismo, Link presenta una sociedad con problemas evidentes para comprender las relaciones de una mujer (Karima) con un hombre (Ben) que no fue escogido a dedo por la familia. «Sólo he querido mostrar lo que yo vi», apunta.
La realidad de Caroline Link es la de una carrera marcada pero no supeditada al Oscar que logró hace ya más de una década. Un premio que apenas ha alterado su particular manera de narrar, a caballo entre el drama existencial, el documental y la crítica. «Es más fácil a nivel de financiación porque te abre las puertas pero yo nunca me he querido plegar a las exigencias de Hollywood», sentencia.
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