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Sin mucho trabajo de metáforas e imágenes, en Las bestias negras hay juego estructural, pero a partir de la respiración: es dar el golpe, retraerme tantito, descansar y de nuevo otro golpe, o una patada, explica Jaime Mesa a La Jornada.(Foto: María Meléndrez Parada)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de mayo de 2015. (RanchoNEWS).-En su tercera novela, titulada Las bestias negras (Alfaguara), Jaime Mesa (Puebla, 1977) hace una rabiosa disección de la burocracia mexicana, pues ubica a sus personajes entre la clase política que mueve los hilos de la cultura en una entidad cualquiera. Reporta desde la ciudad de México para La Jornada Mónica Mateos-Vega.
Todo es mentira, claro, de eso se trata la ficción literaria, pero hay detalles, guiños, tomados de aquí y de allá que hacen sonreír al autor para, en principio, afirmar: «cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia».
Sentirse inamovible
Eliseo de la Sota es el protagonista del relato, es megalómano y egocéntrico, «en una sociedad provinciana que todavía no tiene la conciencia de que los funcionarios públicos trabajan para ellos y que la relación debe ser horizontal», explica Jaime Mesa en entrevista con La Jornada.
Añade que De la Sota «es una suerte de estereotipo, un ser que se cree indestructible y que por nada siente que se merece todo. En México no nos educan para ser líderes, estudiamos, empezamos a trabajar, y muchas veces, por amiguismo, compadrazgo, suerte o arbitrariedad alguien nos dice: ‘tú vas’. Así, de repente, nos podemos ver dirigiendo la cultura de un municipio sin estar capacitados en el área.
«Me doy cuenta, de manera aterradora, de que Eliseo es un símbolo que se refleja en muchos lugares del país: el funcionario perverso que potencia sus debilidades en los otros, que siente que es inamovible. Por fortuna, creo que en la realidad no todos son así, porque la burocracia por sí misma no crea monstruos».
Las bestias negras, insiste el escritor, «trata, más que de la burocracia cultural, del manejo del poder, de qué sucede cuando a un espíritu débil le das ese poder, ya sea pequeño, mediano o grande, y revienta».
Mesa reconoce que este libro lo comenzó a escribir con coraje, luego de que conoció a un funcionario cultural que utilizaba su poder para retener pagos, nada más porque sí. Pero no quiso retratar a esa persona, sino a todo lo que ella representa.
«Algunos amigos me han dicho que mi protagonista se parece a tal o a cual; eso es bueno para la novela, pero terrible para la sociedad. Eliseo es un tipo que me cae muy mal, pero que no es real, no me basé en nadie. Mis condolencias si existe alguien así».
Ridiculizar a Eliseo
«En la cuestión literaria –prosigue Jaime Mesa–, se trata de una narración verdadera, es decir, la escribí por venganza. Casi como escribes una carta arrebatada a una ex novia.
«Así empezó, con esa intención de exhibir a alguien. Sólo quería poner en ridículo a Eliseo. No tiene mucho trabajo de metáforas e imágenes, hay juego estructural, pero a partir de la respiración: es dar el golpe, retraerme tantito, descansar y de nuevo otro golpe, o una patada.
«La novela es muy orgánica, muy oral, sin refinamientos estéticos, fruto del coraje, como contarle un chisme a los lectores. Por eso, es descarnada y cruda.
«Por favor, si existe alguien como los subalternos de Eliseo, quien los considera de su propiedad, hay que darle la novela para que se libere», concluye.
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