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Vista externa del pabellón mexicano. (Foto: Alejandra Ortiz Castañares)
C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de mayo de 2015. (RanchoNEWS).-La inauguración oficial de la Exposición Internacional de Milán, a cargo del presidente del consejo de ministros de Italia, Matteo Renzi, se realizó en un clima festivo y absolutamente tranquilo, ante una platea de políticos italianos y extranjeros, en contraste con los disturbios que tuvieron lugar en el centro de esta ciudad. Reporta desde Milán Alejandra Ortiz Castañares para La Jornada.
En el pabellón de México, ubicado en una posición estratégica de la Expo, la apertura estuvo a cargo del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo.
La forma del edificio representa las hojas secas de una mazorca, cuyo efecto se logró con armazones tubulares cubiertos de tela color arena, que transmiten los efectos de textura y transparencia de la planta, pero no se logra en la forma donde las hojas son ovales y verticales, por lo que se pierde su característica silueta.
El creador es el arquitecto Francisco López Guerra, quien explica para La Jornada la motivación del tema: «El maíz ha sido la mayor aportación alimenticia de México al mundo. En él está representada la variedad de la biodiversidad del país, así como la base de nuestra dieta, legado que viene de la época prehispánica. Pretendemos abrazar al visitante, considerando que en la historia de las Expos México siempre atrae: logra captar cerca de 10 por ciento de las entradas; se calcula que ingresarán 2 millones de visitantes.
«El pabellón es desarmable. Una vez terminada la Exposicición Internacional de Milán viajará por diferentes estados de la República Mexicana o bien por Europa; eso deberá definirse», agregó el arquitecto.
En el interior el efecto es sorprendente: abunda la tecnología, la interacción y, sobre todo, el espectáculo.
El pabellón de México es la completa negación de la reflexión: el objetivo es seducir y evadir. El tema de la alimentación está reducido a una parodia de las muestras panorámicas de Fernando Gamboa, que incluían artesanía y arte de la época prehispánica hasta la contemporaneidad, aquí vaciadas de contenido y unidas débilmente por el tema del maíz.
Los espacios de una elegancia aséptica formada por un corredor central y flanqueado por rampas, donde abundan las tonalidades monocromas de vidrio, fierro y madera, parecen hacer lo posible para limpiar las deformidades de nuestra realidad.
La imagen es la de un México ficticio, hipermoderno, impecable, habitado por gente bella, bien vestida.
Costos
La construcción del pabellón mexicano en la Exposicición Internacional de Milán fue coordinada por Francisco N. González Díaz, director general de ProMéxico, quien señala a La Jornada: «Tenemos por ahora un costo pagado de 350 millones de pesos; mucha de la inversión se van a recuperar con la venta del pabellón. Además tenemos una lista de patrocinadores, integrada por empresas de alimentos, que a partir de junio pondrán sus letreros».
Para México, el tema alimentario es espinoso: 25 por ciento de los niños mexicanos sufren de carencia alimentaria (según la el Fondo para la Infancia de Naciones Unidas-Unicef) y en el tema de obesidad registramos el primer lugar en el mundo (datos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación).
El maíz en México pasa por una fase muy delicada de su historia, donde un grupo de instituciones y activistas se están batiendo contra las empresas trasnacionales y gobierno para impedir la introducción del maíz transgénico, por los daños a la salud que puede provocar y porque se perderían infinidad de platillos de nuestra cocina.
Antonio Turrent, colaborador de este diario y experto, resume: «Un grupo de 20 organizaciones levantaron un juicio para detener la siembra de 2 millones de hectáreas en el norte del país.
«Un juez determinó que debe iniciarse un juicio; las multinacionales deben demostrar que el transgénico no produce daños a las salud en el futuro y nosotros defender lo contrario.
«México importa de Estados Unidos la tercera parte del maíz que consumimos, también de África del sur, y es transgénico. El argumento que usó el secretario de Agricultura el año pasado es que tenemos casi 10 años consumiendo maíz transgénico y sin evidencias de enfermedades. El trabajo de Seralini en Francia ha comprobado que los daños pueden venir a largo plazo.
«El maíz aporta 53 por ciento de la ingesta calórica de la dieta promedio mexicana y 33 de la proteínica. En el resto del mundo el maíz es el principal forraje: se da de comer a los cerdos, y son su hígado y riñones los que filtran por nosotros. En México ese trabajo lo harían nuestros órganos.
«No hay ninguna intención del gobierno mexicano de promover las razas nativas del maíz, única fuente para preparar nuestra comida. Nada de nuestra comida típica, como tortillas, tlayudas, totopos, tamales o pozole, por citar sólo algunos, puede hacerse con maíz transgénico.
«Así como en Francia se producen vinos finos, artesanales con uvas especializadas y que conducen a caldos de gran valor y caros, como sucede también con los quesos, en México producimos la comida típica más fina, pero con las razas nativas de maíz; lo necesitamos».
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